Atender oportunamente un trastorno del dormir ayuda a evitar afectaciones a la salud a nivel cardiovascular, alteraciones metabólicas, debilitamiento del sistema inmunitario y trastornos neurológicos como demencia, depresión y ansiedad, alertó la doctora Zaira Romero López, neumóloga especialista en medicina del sueño y titular de la Clínica del Sueño del Hospital General del Centro Médico Nacional (CMN) La Raza del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
“Todo eso se puede evitar, incluyendo también el reforzamiento del sistema inmunitario. Dormir refuerza mucho el sistema inmune y la falta de sueño hace que un rendimiento académico o laboral no sea adecuado si no hay una buena calidad del sueño. Esto puede afectar a la persona, a sus actividades tanto laborales, profesionales y a nivel personal, ya que si son pacientes que no duermen adecuadamente pueden verse afectadas sus relaciones interpersonales, con su familia y su entorno en general”, señaló.
La Clínica del Sueño de este hospital de Tercer Nivel atiende cada semana a alrededor de 16 pacientes que llegan referidos por Médicos Familiares o generales, en el Primer Nivel, o especialistas en Medicina Interna, Neumología, Cardiología o Neurología, del Segundo Nivel de Atención; se les realizan estudios intrahospitalarios y a domicilio, para valorar el tipo de trastorno que puede estar presente.
Para realizar el diagnóstico, Romero López indicó que los pacientes son monitoreados durante las horas de sueño y se evalúan síntomas como alteraciones en la capacidad para dormir, dificultad para conciliar el sueño, excesiva somnolencia, ronquidos, cansancio crónico, lo que puede derivar en afectaciones en diversos órganos, a nivel metabólico y cardiovascular.
La especialista señaló que el origen de los trastornos del dormir es multifactorial y puede deberse a alteraciones anatómicas, sobrepeso y obesidad, lo que condiciona que la vía área de las personas sea más fácilmente colapsable, una obstrucción que provoque apnea obstructiva del sueño, “está muy relacionada con alteraciones también anatómicas, sobre todo de la vía aérea superior, desviación del septum nasal, enfermedades endocrinológicas”.
Otro de los padecimientos más frecuentes es el insomnio; alrededor del 30 por ciento de la población mexicana lo padece y Romero López señaló que durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19 se incrementó la presencia hasta el 50 por ciento, aunado a otras alteraciones que lo detonan, como ansiedad, estrés y depresión.
“Sumado a que muchos de los pacientes como se encontraban confinados, hubo un incremento en la incidencia de sobrepeso y obesidad, y por ende hubo un alza en la presencia de apnea obstructiva del sueño. Son pacientes que de hecho ya tenían como tal algún tipo de antecedente, pero se acrecentó durante el tiempo de pandemia”, indicó.
También pueden presentarse trastornos asociados al sueño REM (profundo), parálisis del sueño, pesadillas y otros tipos de parasomnias.
La especialista hizo un llamado a atender y procurar la salud del sueño como un elemento prioritario para lograr una vida saludable, “lo ideal es seguir algunas recomendaciones con relación al lugar donde dormimos: idealmente no se debe de tener un dispositivo como la televisión dentro del área donde vamos a hacer nuestro descanso. No usar dispositivos electrónicos”.
Asimismo, enfatizó que para beneficiar un sueño favorable es necesario tener un ambiente agradable dentro de la habitación donde se va a dormir, con buena ventilación y temperatura -ni muy fría ni muy cálida-, un ambiente sin ruido, que no haya una luz que estimule a permanecer despiertos y procurar dormir y levantarse siempre a una hora determinada.
“Se recomienda no tomar cosas estimulantes como bebidas muy azucaradas, el café, en lo que tarda en metabolizarse la cafeína tarda cierto tiempo, entonces tomarlo muy temprano, no ya tan tarde porque eso estimula al sistema para mantenerse despierto. No hacer ejercicio dos horas antes de dormir. Todo esto nos va a ayudar a tener una mejor calidad del sueño”, dijo Romero López.
Señaló que el tiempo recomendable para dormir es de 12 a 14 horas en el caso de niños en edad escolar; de 8 a 9 horas los adultos y para los adultos mayores es ideal tomar siestas durante el día para compensar el sueño profundo que se va reduciendo con los años.