Está en la raíz de la alborada del Estado Nación, como principio rector que justifica su existencia, el inmanente imperativo de orientarse a solucionar los problemas originados por la vida en sociedad y buscar alivio a todo aquello que los particulares por sí solos no tienen capacidad para resolver: la paz pública, la educación, el andamiaje económico, la creación de infraestructuras para el bienestar colectivo, y desde luego la integración de los órganos e instituciones político-administrativas a cuyo encargo estarán esos menesteres. Este breve exordio es inspirado por la hiperactiva programación de obra pública municipal programada actualmente para Xalapa, verdaderamente inédita. No significa que Hipólito, Américo, Elizabeth, David, Ahued en su primera vuelta al ruedo y Reynaldo, alcaldes jalapeños en lo que va del siglo, no hayan realizado obra material durante sus respectivos periodos, pues existe constancia de obra física en sus gestiones, no obstante, es subrayadamente notable la actividad en ese ramo emprendida por el actual alcalde, Ricardo Ahued, desde los inicios de su gestión. “Xalapa es la capital de Veracruz, por ese motivo cada gobernador debe hacerle obra pública a la altura de su condición política”, decía sabiamente el gobernador Murillo Vidal, quien cumplió con esa moción en los hechos dejando a esta capital el hermoso paseo de Los Lagos, el túnel bajo el Parque Juárez, la ampliación a todo el ancho actual de la avenida Xalapa desde su entronque con Circunvalación, hoy Lázaro Cárdenas, hasta la avenida Ávila Camacho, y el primer tramo de la avenida que lleva su nombre desde el Correo hasta la hoy avenida presidentes, la “nueva carretera a Coatepec” (hoy Boulevard Xalapa- Coatepec en doble sentido), más corta que la de Briones. Qué decir de la magnífica obra pública de don Agustín Acosta Lagunes, de Hernández Ochoa, de Dante Delgado, de Patricio Chirinos, de Alemán y más acá Fidel Herrera. La obra pública, si bien de obligatoriedad gubernamental, es un mecanismo de poder en la actualidad porque impulsa políticamente a quien la emprende, “obras son amores”, dice una reconocida máxima en la que todo servidor público debiera inspirarse para ofrecerle a sus gobernados mejor calidad de vida, una magnífica y envidiable oportunidad solo al alcance de quienes tienen la fortuna de convertirse en mandatarios municipales. Desperdiciarla es un atentado lesa ciudadanía, aprovecharla merece reconocimiento público. Tan es de vital importancia, que el presidente Ruiz Cortines (1952-1958), considerado uno de los comportamientos más austeros y solemnes por el respeto a la banda cruzada al pecho, abandonó su incuestionable mesura retórica y dejó otra más de sus coloquiales expresiones: “Construye que algo queda”, frase muy de moda en sus tiempos y bastante elocuente porque sugería que a la par de la generación de beneficios personales (los “moches) a los encargados gubernamentales de todos los niveles de gobierno (federal, estatal y municipal), además quedaba constancia de su paso en la administración del recurso público con el correspondiente beneficio social. No es el caso de Xalapa, pero sin duda, hay obra pública que no deben medirse por las molestias que ocasionen durante su ejecución, sino por la satisfacción que produzcan.