Damos por descontado lo indeseable que resulta la prevalencia del fanatismo en asuntos concernientes a la política, porque cuando esto sucede se degrada la interlocución entre los actores del roll y colateralmente se afecta la capacidad de negociación, esencia y móvil de la política; curiosamente, aunque el vocablo “chairo” es aplicable en muchas acepciones, en nuestro país se vulgarizó a partir de 2018 para aplicarse a quienes ideológicamente coinciden con las corrientes de la izquierda, pero particularmente a quienes creen con fe ciega todo lo proveniente de la cúpula del poder, por tal motivo se les considera automáticamente acríticos, porque están seducidos por todo lo que se les dicta desde el atril presidencial. Pero también en el bando opuesto abundan y hacen legión quienes obedecen ciegamente el impulso de sus pasiones, así fue posible observarlo con motivo de la enfermedad que afecta al presidente López Obrador, porque antes de su aparición en video, por la ausencia de reportes médicos que acreditaran confianza, aprovechando ese vacío, en las redes se multiplicaron las versiones relativas a la condición de salud del presidente. Las más lamentablemente deplorables, porque abusando de la polarización en boga se aprovechó para confundir a la población, esto es atribuible al fanatismo de quienes no coinciden con los postulados de la Cuarta T y en esa lógica dispararon absurdas conjeturas contra “el enemigo”. Lo peor radica en la forma indiscriminada con la que se replicaron esos mensajes distorsionadores de la realidad, incluso, gente con escolaridad universitaria indiscriminadamente reenviaron esos desatinados mensajes: “López fue sedado, dicen que no está bien, están valorando trasladarlo al Hospital Militar… tienen varias horas reunidos todos los Secretarios de Seguridad del país, el Secretario de la Defensa, el de Martina, el Fiscal General…”. Otro: “como me llegó lo comparto: el presidente presenta una hemiplagia (sic) derecha-en realidad es hemiplejia- por infarto cerebral izquierdo… una parte de su cerebro se quedó temporalmente sin flujo sanguíneo adecuado…”. Toda esa sarta de chismes, que no especulaciones, se hicieron con el perverso propósito de desinformar y crear confusión sin importar el daño que pudiera ocasionar a la estabilidad del país. Porque ahora, “el muerto que vos matáis” resucita para compararse con Madero, “el apóstol de la democracia”, “un hombre excepcional” quien “resistió una campaña de desprestigio de parte de la prensa calumniosa y llamaron loco, espiritista, pigmeo…”. Tal circunstancia es preocupante porque refleja la acentuada confrontación entre dos frentes político-ideológicos en creciente radicalización. En estas circunstancias ¿quién atempera la contienda? ¿A quién corresponde imponer mesura? Situación difícil y complicada cuando quien debería actuar de árbitro se involucra en la pugna y forma parte del conflicto. Y aún hay más.