Rumbo al final de sexenio, en medio de una abierta y notoria radicalización en su ambición por mantener el poder, los equilibrios y las influencias en el equipo del presidente, tanto en su gabinete como en su primer círculo de colaboradores, se han modificado. Mientras los asesores más moderados y menos ideologizados fueron perdiendo terreno o de plano renunciaron a sus cargos, alrededor de Andrés Manuel López Obrador ha crecido la influencia y la presencia de consejeros radicales de ideología extrema que hoy dominan, manejan y filtran la información y la interpretación de los hechos que recibe el presidente.
De acuerdo con fuentes internas del Palacio Nacional, hoy son tres los hombres que acaparan e influyen en el oído del presidente, quien no sólo los escucha, sino que confía plenamente en ellos y les da manga ancha en sus actuaciones públicas. El primero es el vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, quien a fuerza de elogiar y adular todos los días al presidente y de organizarle sus conferencias matutinas, se ha convertido en la principal fuente de la información que recibe el presidente sobre los hechos importantes que ocurren en el país.
Originalmente el papel de Jesús Ramírez se limitaba a hacerle al mandatario una breve y apurada reseña de los temas importantes en la prensa, los medios electrónicos y las redes, que le explicaba todas las mañanas después de su reunión de seguridad y antes de que iniciara la conferencia matutina. Pero conforme avanzó el sexenio y el vocero fue ganando terreno y se impuso a enemigos internos que tuvo en el staff como el exconsejero jurídico, Julio Scherer, su influencia política fue creciendo al grado de meterse a operar incluso candidaturas como la de Américo Villarreal en Tamaulipas, donde Jesús conoció y trató personalmente al financiero de Morena, asesinado en San Pedro Garza, Sergio Carmona Angulo.
La salida del staff presidencial de personajes como Alfonso Romo, el propio Scherer y más recientemente Lázaro Cárdenas, hizo que Ramírez Cuevas, que siempre fue un propagandista del movimiento lopezobradorista, ganara terreno en el ánimo y el oído del presidente. Identificado con el ala más dura de Morena, simpatizante de Claudia Sheinbaum y cercano a Beatriz Gutiérrez Müller, el coordinador general de Comunicación Social hoy tiene un poder y una influencia en su jefe el presidente similar al que llegaron a tener algunos voceros presidenciales de la era priista.
Jesús define y marca la agenda del presidente en las mañaneras; le dice al presidente, según su propia interpretación, cuáles son los columnistas, editorialistas y articulistas que lo atacan, le sugiere sobre qué temas debe opinar y cuáles no, además de controlar, manipular y decidir qué preguntas se le pueden hacer al mandatario y manejar a su antojo las listas de medios, periodistas y el resto de personajes que acuden a las conferencias diarias. Pasó de ser una figura oculta a aparecer con mucha frecuencia en las mañaneras a veces corrigiendo al presidente con algún dato, otras dirigiéndolo a la distancia o manejando los videos y complacencias musicales para el jefe y a veces solo para que lo vean como el poderoso e influyente susurrador de Palacio.
El segundo hombre que alimenta el oído presidencial es el general Audomaro Martínez Zapata, a quien le corresponde la oscura labor de mantener al tanto al mandatario de los escándalos, situaciones incómodas o descubrimientos reveladores no sólo sobre sus opositores, empresarios, periodistas o líderes de la sociedad civil, sino incluso de su propio gabinete, de las corcholatas presidenciales y a veces hasta de su propia familia que son objeto de seguimiento constante y permanente por parte del militar en retiro que dirige el llamado Centro Nacional de Inteligencia.
La confianza ciega del presidente en el general tabasqueño no es nueva ni comenzó en este gobierno; pero sí es notable —sobre todo para los que están más cerca del inquilino de Palacio— que a partir de la información y de los expedientes de que hoy dispone Martínez Zapata, como director del CNI, su influencia en las decisiones y posiciones públicas de López Obrador ha crecido y junto con ello el poder y la presencia de Audomaro.
El personaje que completa la trinidad que endulza y manipula los oídos del presidente, es el secretario de Marina, Rafael Ojeda Durán. El almirante, nos dicen, se ha convertido en uno de los que más influyen en la percepción que tiene el presidente sobre los problemas de seguridad y violencia en el país. Aunque originalmente el presidente escuchaba más al general secretario, Luis Cresencio Sandoval, eso fue cambiando en la medida en que el titular de la Semar se volvió mucho más militante y convencido del movimiento político que encabeza López Obrador.
Su identificación con el lopezobradorismo y sus expresiones y comentarios cada vez más ideológicos y militantes en las reuniones diarias del gabinete de seguridad, le valieron al almirante Ojeda ir ganando terreno en el ánimo presidencial, en el que alguna vez compitió con el general Cresencio, al grado de que hubo pleito y tensión entre los dos titulares de las fuerzas armadas. Pero a raíz del hackeo de «Las Guacamayas» y de la información sobre los viajes de lujo de su familia y la adquisición de un departamento también de lujo, el titular de la Sedena, si bien sigue teniendo la confianza y hasta la protección del presidente, ya no tiene la misma influencia que su colega de la Marina Armada de México.
Y es que lo de Ojeda Durán, más que militancia y convicción por la 4T, raya a veces en el fanatismo. Muy lejos de la lealtad institucional que debe profesarle al «comandante en jefe», como integrante de las fuerzas armadas, la actitud del almirante despierta comentarios y preocupación entre oficiales y las cúpulas navales. «Actúa como un fanático del presidente, sus acciones y decisiones hace rato que exceden su responsabilidad como cabeza de la Marina Armada de México, y han tomado un tinte ideológico y militante», nos dijo un integrante de las cúpulas navales.
Así que, sin asesores ni consejeros que practiquen la moderación, le hablen con la verdad o se atrevan a contradecirlo y a decirle cuando se equivoca, hoy el oído del presidente está manejado y manipulado por consejos y susurros de fanáticos, propagandistas y militares militantes. Eso podría explicar porque en su ambición de poder y de continuidad para su movimiento, hoy se ve a un López Obrador cada vez más duro y radicalizado, al que ya no le importa violar la ley y pisotear la Constitución en su ambición de continuidad en el poder.