(1)
“En El futuro de la democracia (1984), Bobbio cuestionó las transformaciones de la democracia y, analizó la «crisis» del sistema democrático teorizando que las amenazas a la democracia en realidad no son externas. Existen más dificultades en cuanto a razones internas por la opacidad, burocratismo y restricciones del garantismo del Estado, así como por la formalización de las instituciones que pierden poder decisional capacidad de control y por el distanciamiento entre el poder y la sociedad (Rodríguez-Aguilera, 1997).
En el análisis de esta obra, Rodríguez-Aguilera (1997), explica cómo es que Bobbio analizó los problemas de la democracia realmente existente y las dificultades a la hora de cumplir sus promesas. Bobbio consideraba que la democracia real se ve condicionada e incluso limitada por fenómenos como el aumento desorbitado de aparatos burocráticos, el elitismo tecnocrático y oligárquico, la mediatización e incluso manipulación de la participación política popular:
Estas consideraciones llevan a Bobbio a sostener que uno de los principales desafíos de la democracia real es el de las «promesas no mantenidas» que no se han podido cumplir porque los obstáculos materiales existentes no sólo son técnicos sino específicamente políticos. (Rodríguez-Aguilera, 1997, apartado 1).
Bobbio no negaba la importancia de los principios y valores de la democracia como lo son la tolerancia, la no violencia, la legalidad e instituciones representativas equilibradas. Por tanto, Bobbio concluyó que la democracia real es “la forma política menos mala” de gobierno conocida hasta el presente. A su juicio, no hay alternativas superiores a la democracia constitucional (Rodríguez-Aguilera, 1997).
Por su parte, Acevedo (2000) refiere que, en esta obra, Bobbio realizó un cuidadoso análisis acerca de los obstáculos que ha tenido la democracia para surgir y consolidarse dentro de la sociedad mundial:
Para Bobbio, las transformaciones por las que ha pasado el sistema democrático demuestran que hay un futuro para la democracia moderna, porque allí donde los derechos de libertad y participación de los ciudadanos han sido reconocidos constitucionalmente, la posibilidad de un retroceso a sistemas dictatoriales es conjurada por la existencia misma de la democracia, y aunque haya riesgos, amenazas y caídas, el espíritu de la democracia vive como realidad y anhelo de los seres humanos organizados socialmente. (Acevedo, 2000, p. 1)
Para Bobbio la democracia se manifiesta como un conjunto de reglas que llevan un procedimiento a su cargo e implican la toma de decisiones colectivas, previniendo y propiciando la más amplia participación posible de los interesados (Acevedo, 2000).
Asimismo, a través de su labor como teórico y filósofo del derecho y la política, Bobbio construyó un esquema de cuatro nexos racionales, teóricos y prácticos, que vinculan se entre sí, de manera circular. Estos son el nexo entre democracia y derecho, entre derecho y razón, razón y paz y el nexo entre paz y derecho (Ferrajoli, 2005).
En primer lugar, explica Ferrajoli (2005), Bobbio establece la conexión racional entre democracia y derecho. Como teórico del derecho, defendió la idea del positivismo jurídico y de la separación entre derecho y moral; es decir, entre derecho y justicia. Por lo cual, es posible concebir al derecho sin democracia, pero no puede haber democracia sin derecho. Para Bobbio, la democracia es un conjunto de reglas constitucionales que aseguran el poder de la mayoría y establecen los límites y las ataduras que se le imponen a fin de garantizar la paz, la igualdad y los derechos humanos:
El segundo nexo instituido por Bobbio es entre derecho y razón. Si la democracia es también una construcción jurídica, al ser el derecho el instrumento necesario para modelar y garantizar las instituciones democráticas es aún más cierto, según Bobbio, que el derecho es una construcción racional, al ser la razón el instrumento necesario para proyectar y elaborar el derecho. (Ferrajoli, 2005, p. 32)
La tercera relación que estableció Bobbio es entre razón y paz. Considera que la paz es, al igual que el derecho, una construcción artificial; la paz es un dictamen de la recta razón. Pero también existe el “estado de naturaleza”, referente a la ley salvaje del más fuerte y de la guerra infinita y, para poder salir de este estado, se requiere de la voluntad de los hombres en cuanto seres racionales. Surge entonces la pregunta acerca de la construcción de la paz y la garantía es la misma. Aquí es donde se cierra el círculo, con el nexo paz y derecho. La paz será alcanzable a través del derecho, cuyo “fin exclusivo” es la paz, garantizando los derechos humanos (Ferrajoli, 2005).
Por su parte, Silva-Herzog (2004), refiere que no hay concepto más trabajado en el entendimiento bobbiano que el de la democracia. Para Bobbio, el régimen democrático aparece como un procedimiento que abre las puertas de la decisión a la participación colectiva, consideraba que la izquierda debía abrazar el ideal democrático pues es el único espacio en donde pueden coexistir seres libres y autónomos; en donde podría abrirse camino la voluntad colectiva sin aplastar la voz de la discrepancia.”
Tomado de: Pensamiento y reflexiones en torno a la democracia (1)
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La lectura de esta cita, extraída de un trabajo académico de la UNAM, conduce a cuestionamientos obligados sobre la etapa democrática que vive México en el marco del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Partimos de una convicción: el régimen político instaurado por el Estado postrevolucionario a partir de 1929 fue de naturaleza antidemocrática.
Los costos del priato -es decir del gobierno del Partido Nacional Revolucionario, luego Partido de la Revolución Mexicana, convertido finalmente en el PRI- resultaron muy altos para el país en pérdidas de vidas, crisis económicas, modelos macroeconómicos fracasados, injusticias sociales y retraso histórico.
El argumento en defensa del régimen de la denominada “dictadura perfecta”, a partir de la fundación de instituciones y la construcción del andamiaje burocrático junto con la ausencia de golpes de Estado como en Centro y Sudamérica, no justifican la ausencia democrática.
Resulta pertinente leer y volver a leer el texto colocado en el argumento uno de este texto para asomarse al fondo del concepto democrático, o de la democracia desde la perspectiva del filósofo Norberto Bobbio.
La democracia no es un proceso de construcción automática en el desarrollo social e histórico; por ello resulta básico asumir el costo del movimiento armado entre 1910 y 1917 en México, nuestra Revolución; me refiero a la natural tardanza en la aparición del México democrático.
Un régimen que tarda siete décadas para admitir la entrega del poder por la vía electoral no corresponde a un tiempo razonable, como ocurrió en México.
Durante el siglo XX el país padeció la instauración de una oligarquía plenamente vigente en los días que corren; dueña de la mayor parte de la riqueza nacional, mezquina, de empresarios depredadores y cazada con la infame idea de abrogarse la ventaja de la democracia para sí misma.
Claudio X. González, Germán Larrea, Raúl Salinas, Emilio Azcárraga, la familia Hank, forman parte de esa oligarquía.
¿Son los únicos?
¿Sólo desde la clase empresarial mexicana se ha traicionado el avance democrático?
¿Y la clase política?
¿Y los partidos políticos abyectos?
¿Y la burocracia dorada?
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Francisco I. Madero fue el revolucionario democrático y murió casi de inmediato tras su arribo al poder.
Emiliano Zapara encabezó la Revolución Agraria.
Francisco Villa fue cabeza de la Revolución por la Justicia Social -desde su particular y popular visión del tema-.
Venustiano Carranza impulsó la Revolución Constitucional y la concretó en la Reforma de 1917.
Los generales sonorenses, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles se decantaron por una revolución que les otorgase el poder, manejado por ambos tras la muerte de todos los anteriormente citados y el sometimiento de Adolfo de la Huerta, originalmente parte de su causa y luego rebelde frustrado y exiliado.
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Durante setenta y un años el partido emanado de la revolución se mantuvo en el poder sin un atisbo de interés por la democracia.
Ésta vivió momentos trágicos como la matanza de Tlatelolco de 1968, una de cuyas lecturas ubica el movimiento estudiantil como una demanda de apertura a la participación en el ejercicio del poder para sectores con un pensamiento distinto al del régimen.
La de 1985, durante el sismo, fue una movilidad de la sociedad civil atenta a sí misma para sobrevivir, frente al espasmo del gobierno de Miguel de la Madrid.
Aquella sociedad civil se mantiene despierta desde entonces y aparece en marchas contra decisiones de Andrés Manuel López Obrador respecto a instituciones y sectores del poder producto de la historia nacional: el INE y la SCJN.
Desde 1988 hasta el 2018, la democracia mexicana avanzó y -por primera vez- llevó a la izquierda al poder.
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¿Qué ha hecho la izquierda con nuestra democracia?
A casi cinco años de ejercicio gubernamental:
¿Cuál es el saldo de la 4T respecto al tema democrático?
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Estas preguntas resultan obligadas a unos días del inicio de la campaña de las llamadas corcholatas; sobrenombre simbólico del desdén por la democracia…
Resulta fundamental no distraerse con la superficie y nadar en la profunda estructura de poder de un México cruento, y su proceso histórico electoral 2023-2024.
CONTINUARÁ…