martes, abril 23, 2024

Hay omnipresencia priista, pero no son iguales

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Quizás para las primeras horas de este día ya tengamos la información confiable acerca de cuál de las candidatas al gobierno de la entidad mexiquense logró la mayoría de votos, si Alejandra del Moral o Delfina Gómez, ante la fútil necedad de adivinar lo que todos conoceremos en lo inmediato, preferimos destacar la prevalencia de fenómenos genéticamente priistas: el mapachismo, el clientelismo, el carrusel, la compra de votos, aunque  en esta ocasión potenciado por la irreverente falta de respeto a la normatividad electoral, que tal parece forma parte de la idiosincrasia del llamado nuevo régimen, que según se ve es la versión corregida y aumentada del que pretende dejar atrás. Ya está gráficamente demostrada la participación de funcionarios públicos veracruzanos en el proceso electivo del estado de México, así también se procedió cuando el diputado Gómez Cazarín declaró haberse trasladado a Tamaulipas para “apoyar” al candidato al gobierno de esa entidad el año pasado, “a confesión de parte, relevo de pruebas”. El conocimiento de esos “detalles” no es para asombrar a nadie en nuestro país porque forma parte del costumbrismo político electoral introducido por el PRI, esa institución política a la que ahora todos vilipendian atribuyéndole la culpa de cuanto ocurrió en el país cuando gobernaba. Pero lo que realmente escandaliza y preocupa es la pretensión de un “cambio” cuyo emblema pontifica el “no ser iguales”, porque en realidad lamentablemente el síndrome característico del priismo sigue vigente: el partido oficial se mueve al ritmo de la consigna tirada desde la presidencia, el presidente de ese partido no actúa sin la línea traducida a través de gobernación, las candidaturas pasan solo si llevan el sello de “ya sabes quién”, el gobierno utiliza los programas sociales con ánimo clientelar etc. No obstante, existe una diferencia medular: los gobiernos priistas, los panistas también, crearon sucesivamente instituciones para perfeccionar en lo político a nuestra incipiente democracia, y en cuanto al orden institucional programas y políticas públicas en materia de seguridad pública, de salud, de crecimiento económico, de apoyo al campo, a la industria, al turismo y al comercio. Quizás allí se establezca una medular diferencia, mientras no se demuestre lo contrario.

En cuanto al resultado electoral en Coahuila y el Estado de México, sobre todo en este último, se judicialice o no, sin duda impactará en el diseño de estrategias para las de 2024; sí el PRI gana el estado de México su dirigente Alejandro Moreno se apuntará una de cal por las muchas de arena que ya lleva, en caso de perder, su discurso sonará aún más hueco y estará huérfano de todo eco. En esta hipótesis, Morena tendrá que replantear su estrategia que bien pudiera influir en el criterio para definir la candidatura presidencial. Movimiento Ciudadano sigue al acecho y en la tesitura de un PRI derrotado mantendrá sus puertas abiertas al chapulineo de migrantes priistas. El PAN fortalecerá su alianza con el PRI si este gana en la entidad mexiquense, de darse lo contrario tal vez voltee hacia el partido de Dante Delgado; en esta hipótesis quizás el PRD se quede cavilando si irse con melón o con sandía, porque su sobrevivencia pende de un hilo muy delgado. Ya falta menos para saberlo.

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