No está en nuestros parámetros incurrir en la muy difundida tradición popular en nuestro país de convertir al reciente difunto en un dechado de todas las virtudes, tal percepción se traduce fielmente en el conocido aforisma mexicano: “no hay mejor indio que el indio muerto”, porque, en efecto, cuando alguien muere como por singular encanto se desvanecen todos sus defectos. En el caso de Porfirio Muñoz Ledo, fallecido ayer domingo, no es posible pasar por alto un comentario alusivo a su destacada y muy productiva trayectoria política, porque sin duda alguna ha dejado profunda huella al acompañar con sus acciones muchos periodos de nuestra evolución política, pues su presencia en ese escenario se registra desde la década de los años 70 del siglo XX, cuando figuró en el gabinete del presidente Echeverría al frente de la Secretaría del Trabajo en sustitución del licenciado Rafael Hernández Ochoa. Ya casi para finalizar su gobierno Echeverría puso a Muñoz Ledo en la presidencia del PRI, quienes de eso saben imaginan que lo hizo en la lógica de su propósito transexenal, pues al dirigir la campaña del sucesor, López Portillo, este lo designaría en alguna Secretaría de Despacho, tal cual hizo al nombrarlo Secretario de Educación, solo por un año. Pero, además, en su condición de presidente del PRI Muñoz Ledo se vio obligado a participar en una chicanada política cuando en Nayarit (1975), el candidato del Partido Popular Socialista (PPS) al gobierno estatal, Alejandro Gascón Mercado ganó la elección, pero el PRI configuró un fraude en convenio y connivencia con el dirigente nacional del PPS, Jorge Cruickshank, quien a cambio de una candidatura (PRI-PPS) al senado, desconoció el triunfo de su partido y de Gascón Mercado. En el gobierno de Miguel de la Madrid, Muñoz Ledo por corto tiempo fue representante de México en la ONU, donde protagonizó incidentes profusamente difundidos en los medios de comunicación. En 1987, Muñoz Ledo inició una etapa nueva en su trayectoria política al formar junto con Cuauhtémoc Cárdenas la Corriente Democrática y generar una seria ruptura en las filas del PRI. En la elección de 1988 fue electo diputado y como tal se permitió la “osadía” de interpelar en pleno informe al presidente de la Madrid, acto inédito en nuestro país que provocó la furia de la bancada priista contra quien había profanado a la liturgia priista al interrumpir al semidiós presidencial. Allí mismo, en 1997, en respuesta al 3° informe del presidente Zedillo, se escuchó a Muñoz Ledo pronunciar la disruptiva fórmula: «Nos que somos tanto como vos, pero juntos somos más que vos…”, que avizoraba con esa embestida el resquebrajamiento del sistema político mexicano, pues solo tres años más tarde vibró estremecido en sus cimientos por la primera alternancia presidencial. Ya fuera del PRD, cofundador de MORENA, Porfirio Muñoz Ledo se inconformó con la línea de conducta protagonizada por el actual presidente. Aunque, hombre al fin, tendríamos que abrir la interrogante sobre si tal hubiera expresado en caso de haber sido nombrado embajador de México en Cuba. Pero nada para el asombro, si partimos de la base de que aún con la brillante estrella en la frente, la condición humana prevalece por sobre cualquiera otra consideración. Ya se fue Muñoz Ledo, y deja tras de sí una enorme estela de ricas y sustanciadas constancias de una vida productiva muy digna de ser recordada. Pero así transcurre la gloria en este mundo.