Por la manera en cómo se viene observando el desempeño de los actores políticos en el México de nuestros días, ni modo de escandalizarnos con el avistamiento de un escenario sociopolítico cabalmente repleto de problemas sin resolver y profundamente polarizado por la confrontación de fuerzas antagónicas en el ámbito de la política sucesoria ,en cuyo espejo se refleja la genuina evolución de nuestro sistema político, totalmente inacabada falta precisamente de “pueblo político”, no necesariamente el “bueno y sabio” sino maduro y capaz de discernir el camino a tomar en cualquier tipo de elección política. Basta con llevar un detallado registro del diario acontecer en el palenque político (así convertido gracias a la excesiva confrontación, las más de las veces innecesaria, inducida desde la cúpula del poder) para advertir un posible recrudecimiento de la confrontación política. Porque se siembra lo que se cosecha, lo cual es verdad irrefutable si volteamos hacia la contra ofensiva de la oposición hacia el presidente de la república. En efecto, dice el primer mandatario que hacía más de un siglo que a un presidente no se le había atacado tanto como a su persona, en directa alusión a las duras embestidas enderezadas contra el presidente Madero, a quien se calificaba de “tibio”, “inepto”, improvisado para el ejercicio del poder, falto de carácter, ignorante de los problemas nacionales y hasta francas referencias familiares como la del “sarape de Madero”, en clara referencia a la esposa del presidente, doña Sara Pérez. No obstante, entre uno y otro personaje algunas diferencias marcan matices: Madero tenía diferente estatura intelectual e instrucción académica a la del actual presidente, su carrera hacia la presidencia fue meteórica pues la alcanzó en apenas tres años, mientras que López Obrador ocupó lustros de campaña política para lograrlo. No es fácil buscar alguna similitud entre ambos, porque siendo un “fifí”, a Madero los de su clase no midieron deferencias para enfrentarlo y fue víctima propicia. En cambio, AMLO es un político de sobrada experiencia, acentuado pragmatismo y de olfato muy desarrollado para advertir las asechanzas en su entorno, esquivar los golpes y lanzar la contraofensiva. Lo demás se completa con la diferencia sustantiva entre el ayer y lo de hoy.
En esas andamos, pues, mientras Adrián LeBarón increpa al presidente: “Que buena cumbia presidente @lopezobrador ¿Dónde le gustaría escucharla? ¿En el sepelio de Hipólito Mora? Con la familia de los elementos de la @GN_Mexico que fallecieron con el carro bomba? Con los 100 que hoy no regresarán a casa? Siga su fiesta, el país puede esperar”; por otro lado, Santiago Creel abona el campo de los desencuentros: “Este gobierno lo único que ha generado son muertes por violencia, muertes por pandemia, muertes por negligencia y muertes por la pendejada de estrategia de abrazos no balazos. Es un acto criminal lo que está haciendo López Obrador”. Por su parte, a Claudia Sheinbaum el ingenio no le aparece y se concreta, cual bala de salva, a replicar con pretendida ironía las dotes adivinatorias de su jefe adelantando una “coordinación de campaña del bloque opositor»: integrada por Claudio X. González, «Alito» Moreno en las Finanzas y Diego Fernández de Cevallos como su abogado. Pero en México ya no estamos para circo y maroma, lo deseable sería mayor cordura y mesura entre las partes en contienda, aunque lo que se juega no son matatenas sino el futuro del país y allí sí, según el sapo será la pedrada.