sábado, noviembre 23, 2024

La nueva «innombrable» y su efecto en la sucesión

El tamaño de la obsesión que el presidente López Obrador ha desarrollado por Xóchitl Gálvez se hizo evidente ayer cuando el propio mandatario, obligado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y por un juez federal que le emitió una orden judicial, se refirió a la senadora del PAN y aspirante presidencial del Frente Amplio opositor como «La innombrable», un mote o apodo que el tabasqueño había utilizado para referirse a su máximo rival político, el expresidente Carlos Salinas de Gortari, a quien él mismo bautizó como «el padrino de la mafia del poder».

Si el Presidente ya está viendo a Xóchitl como una rival política del tamaño de Salinas o si solo fue un apodo que se le ocurrió para satirizar lo que él llama un «acto de censura» a su libertad de expresión por parte de los magistrados y jueces del Poder Judicial de la Federación, ya se verá en los siguientes meses, pero por lo pronto las rabietas que está haciendo el Presidente por la estrategia legal y jurídica con la que se defiende la senadora hidalguense y el que se resista a seguirla atacando y criticando desde su mañanera, confirman muy claramente que Gálvez ya está siendo vista como un «peligro real» para la continuidad de la 4T y para la estrategia electoral de López Obrador de garantizar el triunfo de su partido en 2024 no sólo en la Presidencia de la República, sino también para ganar la mayoría absoluta del Congreso de la Unión.

Porque, más allá de las andanadas del Presidente en su contra, a las que siempre responde en el mismo tono de frases coloquiales y contundentes, Xóchilt Gálvez y su ascendente crecimiento en las encuestas, los medios y las redes sociales, sí se ha convertido en un factor que vino a alterar y a modificar los escenarios y la prospectiva para la futura elección presidencial que se realizará en 11 meses. En el Frente Amplio por México, por ejemplo, la fuerza con la que irrumpió la senadora panista que ya ocupa el primer lugar entre los aspirantes en la mayoría de las encuestas, ha desatado todo tipo de reacciones y ha provocado incluso denuncias de otros aspirantes sobre un presunto «favoritismo» o sobre la existencia de «dados cargados» para favorecer a su candidatura.

Pero si en la oposición el «efecto Xóchitl» se ha sentido, en Morena y en su caliente proceso interno también ha impactado el crecimiento de la imagen de la senadora. Aunque las corcholatas morenistas la minimizan y aseguran, con base en algunas encuestas que «no hay manera de que la oposición nos gane, ni siquiera con Xóchitl», la realidad es que sí se movieron las cosas entre los aspirantes del partido oficial, a partir de pensar en una candidata como la popular y coloquial mujer del huipil.

Por ejemplo, para Claudia Sheinbaum la irrupción de Xóchitl resultó más que negativa, pues aunque la exJefa de Gobierno sigue siendo apoyada por la estructura morenista y la cargada de gobernadores que la impulsan, el contraste entre las dos personalidades, la comparación de sus trayectorias e historias de vida y, sobre todo el error político de Sheinbaum de haber declarado que «no cualquier mujer puede ser presidenta de México», hicieron que la que ha sido hasta ahora la «corcholata favorita» ya no se viera tan fuerte ni tan segura, a partir del hecho de que tendría que enfrentar a otra mujer que tan solo en unas semanas de proselitismo y con una tendencia aún creciente en las encuestas, hizo ver mal a la candidata estrella del presidente López Obrador.

Y mientras a Claudia la opaca, a otras corcholatas como a Marcelo Ebrard o Adán Augusto López, la senadora Gálvez parece impactarles positivamente, pues al aumentar la competencia para Morena en los comicios federales de 2024, la decisión presidencial de quién será el candidato o candidata de Morena requeriría de mucho más que la simpatía, confianza o cercanía de López Obrador. Es decir, que si el Presidente realmente quiere, como él mismo lo dijo, no sólo ganar la presidencia y mantener el poder el próximo año, sino también es prioritaria la lucha por la mayoría en las cámaras de Diputados y Senadores, entonces tendrá que pensar muy bien a quién manda a competir en las elecciones presidenciales.

Porque Xóchitl Gálvez, que aún aparece por debajo de las tres principales corcholatas: Sheinbaum, López y Ebrard, todavía tiene un largo techo para crecer en sus niveles de conocimiento y aceptación, por lo que es un hecho que, de resultar electa la candidata del Frente, la senadora aumentará su valor en las encuestas y podría competir palmo a palmo con cualquiera que resulta abanderado de Morena.

Pero aun en el supuesto que repiten con soberbia en el partido oficial, de que «Ni con Xóchilt van a poder ganarnos», es posible que tengan razón y que a la hidalguense no le alcance con los tres partidos aliancistas para enfrentar a la estructura clientelar del lopezobradorismo, y que podría perder la Presidencia. Lo grave y lo que seguro está observando el Presidente y de ahí su obsesión por la nueva «innombrable», es que lo que crezca Xóchitl Gálvez de aquí a las elecciones de julio del 2024 sí puede alcanzarle al frente opositor para impedir que Morena y sus aliados ganen la mayoría absoluta del Congreso o incluso para lograr arrebatarle la supremacía numérica al partido gobernante en el Poder Legislativo.

Ese es uno de los mayores miedos del presidente López Obrador y algo que quiere evitar a toda costa: que su partido, con cualquiera que sea el candidato, gane la Presidencia pero no obtenga la mayoría legislativa absoluta para impulsar reformas o iniciativas legales de gran envergadura. Él mismo lo ha repetido en varias ocasiones en sus mañaneras: «Ganar la Presidencia sin mayoría no serviría de mucho porque no dejarían gobernar al próximo presidente o presidenta de Morena» y por eso, violando todas las leyes electorales y la Constitución, ha pedido abiertamente que los mexicanos «nos den su voto para todo, sobre todo para tener mayoría en el Congreso».

Luego entonces, la encuesta de Morena, que está a dos escasas semanas de llevarse a cabo, y por supuesto el «dedito» que inclinará la balanza, tendrán que tomar una definición ya no sólo por afectos, cercanías o paternidades políticas, sino pensando en quién de las corcholatas realmente puede garantizar votos suficientes, sobre todo de la clase media que ha perdido la 4T, para poder ganar no sólo la Presidencia sino también el Congreso. Ese es el «efecto Xóchitl» en la sucesión presidencial en marcha: que AMLO ya no podrá decidir solo por capricho o estima el nombre de su candidata o candidato, y ahora sí tiene que pensar muy seriamente quién es el mejor para la competencia que se avecina.

Lanzamos los dados. Escalera Doble. Subimos.

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