Cuando en un país el culto a la personalidad pasa a ser una actitud predominante entre quienes gobiernan y toman a su líder político como a un patriarca, un mesías o un semidiós, no habrá duda alguna del retroceso en su evolución política. En ninguna parte del articulado de nuestra Carta Fundamental se hace referencia a autoridades con ese rango, porque en el vocabulario de la sociología política solo se habla de presidentes, de jefes de Estado, primeros ministros o líderes parlamentarios, y en base a esa terminología se diseña el comportamiento de quienes militan en la cosa pública. Pero, “en política todo se vale”, hasta la ignominia, dice conocida máxima profesada y muy bien protagonizada por los escaladores de puestos públicos; aunque no podemos asegurar que ese sea el caso de Mariela Gutiérrez, alcaldesa de Tecámac quien en evento de rigor oficialista besó la mano del presidente López Obrador, y ante las críticas generadas por tan inusitado gesto, explica: “Estoy viendo que causó mucho revuelo lo del beso en la mano al sr. Presidente, qué les puedo decir, solo muestran su clasismo (sic) quienes lo están haciendo, es una costumbre natural en nuestro país que se le demuestra a quien se quiere mucho, a quien se le respeta, a quien consideramos una autoridad y para mí eso es nuestro presidente».
La alcaldesa tiene todo el derecho de manifestar su afecto y admiración personal por quien así lo considere conveniente, sin embargo, el referido gesto no se corresponde con la investidura del cargo que desempeña. Causó tal revuelo esa expresión de “afecto” que el presidente López Obrador reviró la escena en un evento donde acompañó a la gobernadora del estado de México, Delfina Gómez, a quien levantó la mano y después le depositó un beso. En política no hay coincidencias, dice muy replicada frase, por tal motivo acaso empezaremos a observar las muestras de cariñosa despedida hacia quien ya va en ruta de concluir su mandato, entonces tal vez estamos en víspera de conocer cómo hayan diseñado las manifestaciones de afectuosa despedida, no tardaremos en comprobarlo porque es tiempo electoral y porque cuando se tiene el poder dan ganas de conservarlo “haya sido como haya sido”, más ahora cuando impera la consigna “no vengan con que la ley es la ley”. Vale la interrogante: esa “costumbre natural en nuestro país que se le demuestra a quien se quiere mucho, a quien se le respeta, a quien consideramos una autoridad…” ¿es política o politiquería?