En los últimos meses, los habitantes de Xalapa han expresado numerosas quejas acerca de las autoridades locales. Estas quejas están relacionadas principalmente con las múltiples obras en curso en toda la ciudad, que han generado molestias en sus desplazamientos diarios hacia sus hogares y lugares de trabajo. Los problemas incluyen tráfico intenso, desvíos y rutas alternativas insuficientes, señalización deficiente, falta de cultura vial y otros inconvenientes. Esto no solo resulta en un mayor consumo de combustible y tiempos de traslado prolongados, sino también en contaminación del aire y auditiva, así como aumento de los accidentes debido a la imprudencia o la falta de pericia al conducir.
La raíz de este problema es multifacética y puede atribuirse a varios factores. Uno de ellos es el desconocimiento de la planificación de las obras en curso, lo que lleva a sorpresas desagradables para los residentes. Además, los retrasos en la ejecución de las obras debido a las inclemencias climáticas y la presencia de problemas no visibles, como drenaje, líneas de agua potable, tendidos de cable eléctrico e internet, entre otros, contribuyen a la frustración generalizada.
Todo esto podría disminuir sustancialmente si la ciudad tuviera un “gobierno digital e inteligente”. Con esto no quiero decir que el gobierno sea torpe o ineficaz. Un gobierno inteligente se define como una extensión del gobierno digital que, bajo la filosofía del gobierno abierto, utiliza las tecnologías emergentes (como blockchain, big data, inteligencia artificial, etc.), y se basa en la colaboración y el aprovechamiento de la inteligencia ciudadana para innovar y solucionar los problemas públicos, garantizando el bienestar de las personas, del medio ambiente y de la democracia. Además, promueve la eficiencia al agilizar los servicios gubernamentales, racionalizar la burocracia, tomar decisiones basadas en datos y prever problemas para anticiparse a ellos. Es efectivo porque mejora la experiencia ciudadana, personaliza la prestación de servicios, reduce costos, minimiza tiempos de respuesta y aumenta la calidad de vida de los gobernados.
Si aplicamos elementos de este concepto para mejorar la gestión pública, la prestación de servicios, la transparencia, la participación y la innovación, el panorama sería el siguiente: Un día, recibes un mensaje en tu celular que te invita a participar en una encuesta sobre el plan de desarrollo municipal. El mensaje te dirige a una página web del gobierno municipal donde puedes responder varias preguntas sobre tus prioridades, necesidades y opiniones. Al finalizar la encuesta, recibes un agradecimiento y una invitación a seguir el proceso de elaboración del plan a través de las redes sociales.
Unos meses después, recibes otro mensaje en tu celular que te informa que el plan de desarrollo municipal ha sido aprobado y que puedes consultar los proyectos y acciones que se llevarán a cabo en tu zona y en la ciudad. El mensaje te dirige a una aplicación móvil del gobierno local donde puedes ver un mapa interactivo con los detalles del estado de las obras en curso, así como los indicadores de avance, los presupuestos y los responsables, las rutas alternativas disponibles, el nivel de tráfico y la calidad del aire en tiempo real. Además, puedes enviar comentarios, sugerencias y denuncias sobre el desempeño del gobierno, así como recibir alertas sobre eventos o situaciones de interés. Utilizando el GPS, el internet de las cosas y el big data, esta aplicación recopila y analiza datos de forma inteligente para ofrecer información útil y personalizada.
Además, se establece un canal de comunicación bidireccional entre el gobierno y la ciudadanía, mediante redes sociales, facilitando la difusión de información sobre las obras, los beneficios esperados, los plazos previstos y los inconvenientes temporales. Asimismo, promueve la retroalimentación, las sugerencias y las quejas de los ciudadanos, y la rendición de cuentas de las autoridades.
Este es un ejemplo de cómo el gobierno inteligente puede transformar el modelo de gobernabilidad al incorporar elementos de inteligencia artificial, big data, internet de las cosas y otras tecnologías emergentes para crear soluciones innovadoras que respondan a las necesidades y demandas de la sociedad, mejorando la relación entre el gobierno y los ciudadanos, facilitando la comunicación, la consulta y la participación.
Para aprovechar esta oportunidad se requiere visión estratégica, voluntad política e inversión adecuada por parte del gobierno. También se necesita una cultura digital, participación y responsabilidad social por parte de los ciudadanos.
El gobierno electrónico e inteligente no es una solución mágica ni automática para los problemas públicos. Para su implementación, es indispensable la suma de la mejor de las inteligencias, es decir la de “todas” las inteligencias juntas. También, es necesario precisar que no solo usa la tecnología, sino que innova, transforma y resuelve problemas públicos con ella. Es un medio para mejorar la gestión pública, pero no sustituye al gobierno ni al ciudadano.
Un gobierno que convierte la burocracia documental en burocracia digital no es un gobierno inteligente. Por ello, se debe buscar un equilibrio entre el uso de las Tecnologías de la Información y las necesidades reales de los ciudadanos, entre la eficiencia y la calidad, entre la innovación y la tradición. En última instancia, el objetivo es mejorar la calidad de vida de las personas y garantizar un desarrollo sostenible para todos.
Ideario en Perspectiva
Según las estadísticas más recientes, México cuenta con una impresionante cifra de 100 millones 600 mil usuarios de internet, de los cuales 94 millones son activos en redes sociales. Este panorama digital masivo tiene un significado profundo, especialmente en el contexto de las próximas campañas políticas.
Dentro de este escenario, surgen preguntas cruciales que necesitan ser abordadas para entender mejor las dinámicas de las próximas elecciones:
· ¿De qué manera las distintas redes sociales influirán en las decisiones electorales de los mexicanos, considerando las diferencias de edad y los diversos sectores de la población?
· ¿Hasta qué punto los equipos de técnicos y creativos podrán emplear la narrativa transmedia para impactar las emociones de los votantes y motivarlos a participar en las urnas?
· ¿Qué estrategias pueden emplear los candidatos para empatizar con los anhelos, frustraciones y emociones de los votantes a través de las redes sociales?
· ¿Cómo pueden los candidatos aprovechar las redes sociales para posicionarse como figuras disruptivas que ofrecen un cambio real y tangible?
Estas preguntas son fundamentales para entender el papel que jugarán las redes sociales en las próximas elecciones y cómo los candidatos pueden utilizar estas plataformas para conectar con los votantes de manera significativa.