miércoles, diciembre 25, 2024

Acordándome de Acapulco

Al momento de escribir estas líneas, comienzan a llegar las primeras imágenes de la devastación que dejó el huracán Otis en el Puerto de Acapulco. No se sabe el saldo de vidas humanas, pero las pérdidas materiales son enormes. Si de por sí este destino turístico estaba en la lona, ahora la naturaleza lo ha mandado a terapia intensiva.

Pero no es la “naturaleza” la culpable de que una tormenta tropical se convirtiera súbitamente en un huracán categoría cinco. No. Somos los seres humanos los responsables de tragedias como la sucedida ayer. La humanidad es la que ha provocado desastres de gran envergadura.

Y, sí, claro, me refiero al cambio climático.

Los científicos llevan años advirtiendo que, de no hacer nada, habría hecatombes en diversas latitudes del planeta. ¿Cuántas veces no escuchamos que ciudades costeñas se inundarían, desaparecerían y no podrían habitarse nunca más? ¿O que la fuerza de fenómenos naturales como los huracanes se exponenciarían a causa del calentamiento de los mares?

 Por un lado, sequías e incendios. Por el otro, diluvios y aluviones. La Tierra quejándose por el cambio climático que es consecuencia directa de la actividad económica de ocho mil millones de seres humanos.

Increíble que todavía haya quienes nieguen el cambio climático y sus consecuencias.

Ayer, en el bello puerto de Acapulco vimos, de nuevo, algo inédito: la formación de un huracán de los más peligrosos en alrededor de 12 horas antes de pegar en las costas de Guerrero. No debería de sorprendernos.

Venimos del verano más caluroso en la Tierra “desde que comenzaron los registros globales en 1880, según científicos del Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA en Nueva York”.

Efectivamente, afirma la NASA que “los meses de junio, julio y agosto combinados fueron 0.23 grados Celsius más cálidos que cualquier otro verano registrado por la NASA, y 1.2 ºC más cálidos que el verano promedio entre 1951 y 1980 […] Este nuevo récord se produce cuando un calor excepcional azotó gran parte del mundo, exacerbando incendios forestales mortales en Canadá y Hawái, y olas de calor abrasadoras en América del Sur, Japón, Europa y Estados Unidos, al tiempo que probablemente contribuyó a lluvias intensas en Italia, Grecia y Europa Central”.

La devastación en Acapulco parece generalizada en la zona turística. No han salido imágenes de los barrios residenciales. Es previsible, sin embargo, que la catástrofe haya sido mayor porque mucha gente vive en las montañas. Las lluvias seguramente propiciaron desgajes y derrumbes con pérdidas humanas y materiales. En los próximos días sabremos cada vez más de la magnitud de esta desgracia.

El bello puerto que algún día fue uno de los grandes destinos turísticos del mundo entero está hoy derruido. Sólo eso le faltaba a Acapulco que venía en un franco proceso de decadencia.

Yo todavía tuve la fortuna de disfrutar de los inigualables placeres que ofrecía. Hoteles asequibles, restaurantes de clase mundial y divertidísimos centros de entretenimiento. Todo esto en un ambiente muy seguro. Nunca se sentía peligro. Un turista podía salir borracho de una discoteca en la madrugada, comerse unos jochos en un carrito en la banqueta, llegar caminando a su hotel y quedarse en la playa a ver el amanecer sin que le pasara nada.

Pero, de repente, la delincuencia se apoderó de Acapulco. Se hizo un destino peligroso. Los turistas internacionales desaparecieron. Los nacionales se refugiaron en hoteles convertidos en fortalezas.

Con la construcción de la Carretera del Sol en el sexenio de Salinas, comenzó a desarrollarse la Zona Diamante con lujosos condominios donde los chilangos se refugiaban los fines de semana sin salir de sus departamentos. Hoteles, restaurantes y discotecas de la hermosa bahía empezaron a quebrar por la falta de clientela y, además, al ser obligados a pagar derecho de piso al crimen organizado.

Acapulco se jodió. Ya fue muy tarde cuando la Marina se encargó de la seguridad en la zona turística. El bello puerto nunca volvió a ser el mismo. Poco a poco, Cancún, la Rivera Maya, Vallarta y Los Cabos lo rebasaron como destino turístico favorito de extranjeros y nacionales.

Otis parece la estocada final de ese fantástico lugar que algún día fue paradisiaco.

Grandes recuerdos me invaden al escribir estas líneas. Siento una mezcla de nostalgia y dolor por lo que fue y ya nunca será. El querido Acapulco…

X: @leozuckermann

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