Para explicar que en política hay momentos de ser yunque y otras de ser martillo, o, en otras palabras, mantener la boca cerrada cuando se lleva cola que se le pise, un caso paradigmático es el de Javier Duarte de Ochoa quien un día de la semana pasada se le ocurrió hacer declaraciones alusivas a la política y al día siguiente se publicó la noticia acerca del caso judicial abierto en su contra por el expediente de desaparición forzada. No aprende el exgobernador de la experiencia ajena, porque otros actores políticos supervivientes de la hegemonía priista han preferido hacer mutis y aprovechan la oportunidad para quedarse callados, pues “en boca cerrada no entran moscas”. Así lo entienden Manlio Fabio Beltrones y Gamboa Patrón entre otros muchos protagonistas políticos de antaño, porque “más vale el aquí corrió que aquí quedó”, como dice sabio refrán llanero. La declaración de Duarte relativa a quien- según dijo- será el candidato del Frente Amplio Opositor al gobierno de Veracruz, señalando al diputado Francisco Yunes Zorrrilla, y agregando un nombre de quien será- según él- el nuevo presidente del PRI estatal es explicable porque los actuales son tiempos de rumores, comprobable porque días antes se aseguró que Héctor Yunes Landa iba a la cabeza en la preferencia ciudadana. Es cosa muy conocida que cuando en política se produce un aletargamiento por el diferimiento de acciones el rumor ocupa el vacío, aunque en no pocas ocasiones la realidad confirma los dchos.
Pero quizás el compás de espera en las cúpulas partidistas tenga motivos estratégicos y el rumor encuentra sus raíces en la incertidumbre de los acelerados o ávidos de la acción. Lo cierto es la importancia de lo que está en juego, nada menos que el futuro inmediato de 8 millones de veracruzanos y la consecución de ese futuro está a cargo de quienes votamos, poco más de cinco millones de veracruzanos, pero ¿Cuántos lo harán con conocimiento de causa? Porque uno de los defectos de la democracia en una sociedad con ciudadanía poco madura y peor informada radica en que gana el número, la mayoría, y lamentablemente no siempre la mayoría tiene la razón. Obviamente, debe correr a cargo de los partidos políticos (de todos los signos ideológicos, incluyendo las franquicias) presentarle a la ciudadanía sus mejores cuadros, condición ilusoria porque cuando ganar votos es el objetivo central la fama y la popularidad desplazan con mucha holgura otras virtudes, de allí el tipo de Congreso que nos gastamos. No hay democracia sin partidos políticos, estos son condición sine qua non, elementos insustituibles en la intermediación para formar gobierno, a su encargo queda esa elevadísima responsabilidad, o mejor, a sus respectivas elites cuyo único afán parece ser seguir en el presupuesto. No aportamos nombres porque cada quien tiene su propia lista.