viernes, noviembre 22, 2024

La marioneta del Presidente

Estrictamente Personal

Raymundo Riva Palacio

Parece mentira. Tantos años de conocer a Andrés Manuel López Obrador, y no vio que la estaba engañando. El Presidente le otorgó más poder a su vocero, Jesús Ramírez Cuevas, que a Claudia Sheinbaum, a quien escogió para sucederlo. Ramírez Cuevas probó tener más poder que ella y fue quien persuadió –y decidió– a López Obrador sobre quién debía ganar la candidatura para el gobierno de la Ciudad de México. Sheinbaum no sólo perdió, sino que le definieron su campaña presidencial y, eventualmente, su Presidencia, al ganar Clara Brugada la candidatura capitalina, contra su delfín, Omar García Harfuch. Entre los duros y radicales del lopezobradorismo perdió la más débil del paquete.

Ramírez Cuevas convenció al Presidente de respaldar a Brugada en la segunda semana de octubre. Importante recordar, fue antes del fiasco en el Estadio Azul, en la última semana del mes pasado, y de la rebelión de la militancia en el mitin en la Arena México en vísperas del anuncio de las candidaturas. López Obrador dejó a Sheinbaum correr y jalar a García Harfuch y llevó al despeñadero a su candidata presidencial. La marcó como una pieza que puede mover a su voluntad, con premeditación, alevosía y saña.

Los resultados de las encuestas de Morena sobre las nominaciones en las nueve gubernaturas que se pondrán en juego el próximo año y una simple observación sobre cómo y dónde se tomó la decisión de aplicar la paridad de género prueba la sevicia contra Sheinbaum y la discrecionalidad utilizada para humillarla.

Estos son los botones de muestra:

1.- Eduardo Ramírez se quedó con la candidatura en Chiapas, pese a que sólo aventajó por 1.5 puntos a Sasil de León.

2.- En Jalisco, Carlos Lomelí tuvo que ceder la candidatura a Claudia Delgadillo, a quien había aventajado por 5.3 puntos.

García Harfuch ganó las encuestas de manera clara, con 40.5 por ciento de las preferencias sobre Brugada, que tuvo 26.7 por ciento de respaldo, lo que marcó una diferencia de 13.8 puntos, lo que evidencia que el rasero para bajarlo de la contienda fue distinto al que se utilizó en el resto del país. A los casos de Chiapas y Jalisco se añade Puebla, donde la candidatura recayó en Alejandro Armenta, al haber aventajado por 10.4 puntos a Claudia Rivera, ocho puntos menos que lo que obtuvo García Harfuch sobre Brugada.

La forma como midió Morena quién ganaba y perdía en la combinación de encuestas y paridad de género no fue uniforme en su método. De haber sido simétrico, García Harfuch debió haber sido candidato y Ramírez o Armenta tendrían que haber dejado el lugar a De León y Rivera. Es evidente que la consideración final no se basó en las encuestas y género, sino fue eminentemente política.

El trabajo para sacrificar a García Harfuch e hincar a Sheinbaum se comenzó a hacer una semana antes de que se empezaran a conocer las nominaciones para las candidaturas. En Palacio Nacional le encargaron al líder de Morena, Mario Delgado, trabajar en ello, mientras había acciones paralelas para contener fracturas y empezar a sanar heridas.

En el primer caso, el sistema de espionaje político que montó el fiscal Alejandro Gertz Manero sobre más de dos decenas de políticos y funcionarios de Morena y la oposición reveló que el Frente Amplio había estado considerando ofrecer la candidatura para la Ciudad de México a García Harfuch, en caso de que fuera hecho a un lado, y lo comunicó al secretario particular del Presidente, Alejandro Esquer. El muy cercano colaborador de López Obrador le respondió que tenían preparadas medidas de contención para impedir que coqueteara con la oposición.

En el segundo caso, López Obrador habló directamente con Sheinbaum, quien se estuvo quejando de que los puros de Morena la habían estado boicoteando –la referencia directa era el evento en el Estadio Azul; el mitin en la Arena México aún no se efectuaba– al atacar a García Harfuch y, con ello, impedir que pudiera recuperarse el voto de las clases medias que perdieron en las elecciones federales de 2021. Sheinbaum también se quejó con el Presidente de un audio del jefe de Gobierno interino, Martí Batres, donde daba instrucciones en el sentido de sabotearla para apoyar a Brugada. López Obrador le dijo que se olvidara de todo y no creyera la versión del audio, aunque le preguntó a Ramírez Cuevas sobre la veracidad del mismo. El vocero le recordó que Batres ya lo había desmentido y ahí se cerró el tema.

López Obrador se fue a una gira de 10 días la víspera del anuncio de las candidaturas, pero todo estaba armado y decidido para el sacrificio de Sheinbaum por la vía de García Harfuch. Horas antes de que se diera a conocer la victoria de Brugada, le enviaron mensajes a Sheinbaum contundentes. El jueves por la tarde el periódico The New York Times reveló una red de espionaje a cargo de la fiscal general de Justicia de la Ciudad de México, Ernestina Godoy, contra políticos de oposición y de Morena. Y el viernes, Reforma publicó que, a solicitud de la Fiscalía General, un juez aprobó requerir a García Harfuch para declarar sobre el espionaje en el gobierno de Enrique Peña Nieto desde la Procuraduría General de la República, en su calidad de exdirector de la Agencia de Investigación Criminal. Fueron dos golpes al corazón de Sheinbaum, al poner en entredicho a sus principales piezas en el sistema de procuración y administración de justicia cuando fue jefa de Gobierno.

Sheinbaum retomó el fin de semana su gira por el país, pero va tirando sangre en su recorrido. Ha quedado profundamente herida en su autoestima, y debe sentirse engañada por el Presidente, que le hizo más caso a su vocero que a ella. La pantomima de la entrega del bastón de mando a mediados de septiembre acabó con la victoria de Brugada en la Ciudad de México. La farsa se cayó y ella, Sheinbaum, quedó como lo que siempre se pensó que era: una marioneta de López Obrador.

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