Muy recordable el cuento famoso de Edmundo Valadez que lleva como título el encabezado de este “Sin tacto”.
Esbozo la anécdota que narra este singular texto: un grupo de campesinos del mítico municipio de San Juan de las Manzanas se acerca a una reunión con autoridades agrarias y les hace una petición asombrosa. Se quejan de los excesos del alcalde, que ha matado, violado y robado tierras y pertenencias, y solicitan permiso para matarlo. Los ingenieros y las autoridades no saben qué hacer ante tan inusitada solicitud, y deciden dejarle la respuesta al voto de la asamblea. Todos levantan la mano en favor de los campesinos tan violentados por su autoridad y se les concede extraordinariamente el permiso para que maten al sátrapa. La respuesta final del campesino que habló por los suyos es un colofón preciso para el cuento:
“—Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas está difunto.”
Viene un poco a cuento esa historia en estos tiempos violentos y malsanos que tenemos que vivir en nuestro hermoso país, porque en nuestras calles, en nuestras carreteras, en los comercios y negocios que son de otros pero que usamos para resolver lo cotidiano y en las escuelas -por desgracia- pervive la impunidad y los delincuentes se han enseñoreado de la ley sin que alcancen a hacer nada las fuerzas del orden dizque dedicadas a mantener la paz, la tranquilidad y la seguridad de la población.
En México, al contrario de la justa petición de los campesinos de San Juan de las manzanas, la muerte tiene permiso al revés, porque ahora ese consentimiento no está dado para un grupo oprimido, sino para las peores bandas delicuenciales, que actúan a su placer en todas las regiones de la nación.
Ver los noticieros de radio y tv, leer los periódicos, enterarse a través de las redes y los portales informativos, es asistir al terrible espectáculo de un pueblo víctima a mansalva de los criminales, sin que las policías y la Guardia y la Marina y el Ejército hagan nada para contener -cuando menos contener- la catarata de delitos que nos han arrebatado la calma, la paciencia, la seguridad, el patrimonio y la vida.
Los mexicanos estamos convertidos en personas con miedo: temerosos de ser víctimas de un asalto, de un secuestro, de la desaparición de un familiar, de un acoso, de un cobro de piso, del fuego cruzado en una balacera entre malosos.
La abulia de las autoridades federales le ha dado permiso a la muerte para que cunda y maldiga con su presencia los hogares, las plazas públicas, los sitios de recreo.
La muerte tiene permiso en México, se la ha dado el propio Gobierno, ése mismo que engaña y que insiste en continuar otro sexenio más.