viernes, noviembre 22, 2024

La resurrección de 1994: ¿soltarán a los demonios?

Aquerer o no, y ya sea para atacar y debilitar a sus opositores o para generar una «caja china» con la que distraiga a los mexicanos de las denuncias de corrupción a gran escala por parte de sus hijos, el presidente López Obrador está reabriendo, junto con las investigaciones del Caso Colosio, el ambiente enconado, turbulento y envenenado que vivió la República en el año crítico de 1994. El asesinato del candidato presidencial del PRI, en marzo de aquel año, abrió una espiral de inestabilidad, incertidumbre y violencia política que terminó antecediendo a la peor crisis económica que hasta entonces conocían los mexicanos de finales del siglo XX.

Aquel aciago año del 94, que comenzó con el levantamiento zapatista en Los Altos de Chiapas y terminó con el «error de diciembre» y con la frase del subprocurador de la PGR, Mario Ruiz Massieu, que tras el asesinato de su hermano en septiembre de aquel año, acuñó la expresión de que «los demonios andan sueltos», representó en su momento una especie de «infierno» para los mexicanos. Porque al mismo tiempo que se sorprendían con la irrupción de una guerrilla armada indigenista en el sureste del país, eran brutalmente golpeados en la cara por una violencia política desconocida que asesinaba al candidato presidencial que encabezaba todas las encuestas, para luego matar a un líder parlamentario del PRI y terminar el año con el estallido de una debacle económica que amenazó con quebrar a la economía del país y que les costó vidas, dolor y angustia a millones de mexicanos.

Toda proporción guardada, lo que está haciendo el presidente López Obrador al revivir los fantasmas del pasado, con la reapertura del Caso Colosio en pleno proceso electoral, es la remasterización de aquel 1994 pero 30 años después y con miras a la elección presidencial de este 2024. Y sea cual sea el objetivo del mandatario, ya sea que quiera llevar a juicio al expresidente Carlos Salinas de Gortari, al candidato priista al Senado, Manlio Fabio Beltrones, o que quiera probar la participación del exsecretario de seguridad de Felipe Calderón, Andrés Manuel tendría que ser cauteloso, porque lo que desea se le puede cumplir y si va a soltar a los demonios, que tenga cuidado porque se le pueden salir de control.Porque ayer, con la negativa contundente que le dio a la petición de Luis Donaldo Colosio Riojas, de que otorgara el indulto a Mario Aburto y cerrara ya en definitiva el caso del magnicidio de su padre, el Presidente dejó muy claro que todo el circo político de reabrir las investigaciones y pretender identificar al «segundo tirador» de Lomas Taurinas -una teoría conspiratoria que investigaron pero nunca pudieron probar cuatro fiscales antes que Gertz Manero- obedece claramente a una orden suya y a una estrategia política y electoral con la que busca acomodar un expediente criminal de hace tres décadas al discurso que ha sostenido a lo largo de su mandato: «a Colosio también lo mató el PRIAN».Y no es que esté mal el cálculo de López Obrador, porque con nombres como el de Salinas y García Luna, mencionados o imputados en las nuevas investigaciones, sin duda terminaría dañando a la alianza opositora, pero al mismo tiempo estaría reabriendo la Caja de Pandora de un año en el que los mexicanos vivimos el infierno. Traer la agenda de 1994 a las elecciones presidenciales de 2024, en aras de obtener dividendos políticos, le puede resultar al Presidente como aquellas películas de terror donde, por invocar fantasmas del pasado, los protagonistas terminan viviendo una pesadilla infernal.Casi podría decirse, después de escuchar ayer al Presidente invocar una «razón de Estado» para revivir un caso que cimbró a la República y marcó a toda una generación de mexicanos, que estamos ante la «Netflixización» de la elección presidencial, en donde ya no sólo tendremos como factores de tensión en estos comicios a la terrible polarización que divide y confronta a los mexicanos por sus preferencias políticas, a la injerencia abierta e impune del narco en las elecciones para favorecer al partido gobernante, sino además reviviremos fantasmas que nos remiten, inevitablemente, a la violencia política contra los candidatos o candidatas presidenciales y que podrían llevarnos a repetir la mencionada y nefasta frase de que, de cara a los comicios presidenciales, volvieron a soltar a los demonios… Se baten los dados. Insiste la Serpiente.

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