Hace mucho que resulta evidente que el régimen de la mal llamada “cuarta transformación” solo representa la refundación del priismo más recalcitrante, del que hizo del abuso de poder, el autoritarismo, el clientelismo, el fraude y la simulación democrática su modus vivendi para sostenerse en el poder durante siete décadas.
El cierre de 2023 no fue sino la confirmación de que no solo el obradorato y el priismo son básicamente lo mismo, sino que cada vez son más los mismos.
Aquellos que un día antes eran de la “mafia del poder”, símbolo de la corrupción del neoliberalismo, parte de los saqueadores y “traidores” a la patria, por obra y gracia de un malabar producto de la ambición, fueron “perdonados” por el régimen para integrarse a la “4t” y ponerse “del lado correcto de la historia”, como justifican con infinita cursilería en su discurso propagandístico más chafa.
La desbandada de priistas y algunos panistas a los brazos del régimen, directamente a través de Morena o por vía de sus satélites, no tiene nada que ver con convicciones, ideales o revelaciones súbitas de corrección de rumbo. En todos los casos, se trata de ambiciones vulgares –para utilizar un término de los que les gustan a los morenistas- por saltar a cargos y candidaturas que, al no encontrar eco ni espacio en los partidos de los que medraron por años, ven en el obradorismo el camino para mantenerse enchufados en el presupuesto.
Por supuesto que de la mayoría de esos tránsfugas no podía esperarse algo diferente, con sus poquísimas excepciones –y decepciones-. Buena parte se sirvió con la “cuchara grande” a su paso por diferentes encargos públicos a los que arribaron por su pertenencia a los partidos de los que ahora reniegan. Muchos incluso deberían estar en la cárcel y no buscando un nuevo “hueso” que roer. Pero de ellos, reiterarlo, no sorprende. Siempre han sido lo que son.
Tampoco es que alguien se pueda realmente llamar engañado porque el obradorismo les abra las puertas a quienes con diferencia de unas horas denostaba. El pragmatismo y la tolerancia a la promiscuidad política están naturalizados en el “movimiento” desde antes de las elecciones de 2018 y fue una de las rutas que siguió para llegar finalmente al poder.
Aquí más bien cabría preguntarle a quienes de verdad creen que éste es un régimen de “transformación”, si puede haber alguna cuando sus protagonistas son los mismos que causaron lo que dicen combatir. Si se puede hablar de un cambio de régimen si siguen enquistados quienes, sin prurito ni pudor alguno, brincan de un partido a otro, de un cargo a otro, sin haber hecho nunca nada por su municipio, su estado y su país, más que desangrarlo. Si es aceptable jurar que ya se acabó la corrupción y que no son iguales a los de antes, mientras los de antes llegan por la puerta grande y son “redimidos” –hasta en el sentido pseudorreligioso que caracteriza al morenato- para postularlos a cargos de elección popular, recibir su dinero o utilizar las estructuras con las que, antes, les “robaban” las elecciones a quienes hoy gobiernan.
A los fundadores de Morena provenientes de movimientos sociales, de la verdadera izquierda, sería bueno cuestionarles: ¿qué piensan de que sus odiados adversarios hasta hace poco, ahora son sus “compañeros de lucha”? Y a quienes han caminado incesantemente para ir casa por casa a promover el voto por la “4t”, ¿qué les parece que esos advenedizos que antes les mostraban desprecio, por el poder del “dedazo” seguramente les arrebatarán las candidaturas por las que han trabajado durante estos años?
Entre los saltimbanquis que se aferran a seguir mamando del presupuesto y un régimen sin escrúpulos que no tiene empacho en lavarle la cara a lo peor de la política de este país, ¿quiénes son los moralmente derrotados?
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