El expresidente menos político de México, Ernesto Zedillo Ponce de León, está de vuelta en el país y, anoche, en un foro de empresarios, reapareció para hablar de la situación política y financiera del país. Apenas el martes pasado el presidente López Obrador acusó recibo de la visita y le dio la bienvenida a su antecesor haciéndole varias preguntas públicas relacionadas con las decisiones más polémicas de su gobierno, como la creación del Fobaproa para rescatar a los bancos tras la crisis bancaria de 1995, la privatización de trenes en su sexenio y la creación del sistema de ahorro para el retiro con las Afores.
Zedillo -que como en el tango de Carlos Gardel vuelve con la frente marchita y las nieves del tiempo plateando, no sólo su sien sino toda su cabeza- es con mucho el menos político de los expresidentes mexicanos y difícilmente le respondería ni se enfrascaría en una discusión pública con López Obrador. Y es que el doctor aborrecía tanto la política y decir no entenderle, que durante su gobierno trajo desde el Estado de México al entonces gobernador Emilio Chuayffet, al que nombró secretario de Gobernación y le dio poderes plenipotenciarios para que el mexiquense manejara los temas políticos de la República, mientras él se encargaba de enderezar la economía, lo que sí le apasionaba y que se le derrumbó después del controvertido «error de diciembre» que desató la peor crisis conocida por los mexicanos en la era reciente.
Pero anoche, tal y como se había anunciado desde hace días, el doctor en Economía y director del Centro de Estudios para la Globalización de la Universidad de Yale y profesor también de esa institución estadounidense, apareció en el escenario del Actinver Day, un evento organizado por el Banco Actinver, junto al expresidente español, José María Aznar, con quien coincidió durante la presidencia de ambos a finales de los años 90. Fue esa imagen y los discursos que anoche escucharon los empresarios del banco mexicano que los invitó, lo que causó la molestia -¿o sería preocupación?- del presidente López Obrador que arremetió contra Actinver y contra su decisión de invitar a sus festejos a los que llamó «neoliberales y conservadores».
Curiosamente, aunque ahora lo cuestiona y critica las decisiones de su gobierno, Andrés Manuel López Obrador tuvo en sus inicios políticos una relación política cercana, aunque oculta con el gobierno de Ernesto Zedillo. Si bien el hoy Presidente siempre fue crítico del Fobaproa y cuestionó como dirigente nacional del PRD el millonario rescate bancario con cargo a los contribuyentes mexicanos, al grado de que terminó escribiendo sobre eso su primer libro, tras bambalinas, en secreto, el tabasqueño siempre fue recibido en Los Pinos durante el zedillato y, a través del entonces poderoso secretario particular de la Presidencia, Liébano Sáenz, siempre tuvo apoyo durante su gestión como líder perredista.
Uno de los pasajes que prueba que Zedillo siempre vio en López Obrador a una figura política para impulsar la alternancia en el país -esa que se dice que le pidió el FMI al entonces presidente a cambio del rescate financiero que salvó de la quiebra al país en 1995- ocurrió en el año 2000 cuando, desde la dirigencia del PRD, el tabasqueño saltó a la candidatura para jefe de Gobierno del entonces DF, sin embargo, al momento de solicitar su registro como candidato se detectó que no cumplía con el requisito legal de tener cinco años de residencia efectiva en la capital de la República.
Fue el 12 de abril de 2000 cuando, en una ríspida sesión, los consejeros del Instituto Electoral del DF debatieron sobre si procedía o no el registro de Andrés Manuel, ante la impugnación de la oposición a su falta de residencia efectiva en el DF. El registro fue finalmente aprobado por cuatro votos a favor y tres en contra. Los consejeros Javier Santiago, Eduardo Huchim, Emilio Álvarez Icaza y Rosa María Mirón Lince, al momento de explicar su voto, argumentaron que el IEDF no era la instancia adecuada para presentar ninguna impugnación y que para ello había otros órganos, como el Tribunal Electoral, mientras que Rubén Lara, Rodrigo Morales y Leonardo Valdés votaron en contra porque «no existían los documentos que avalaran la residencia del perredista en esta ciudad».
Esa misma noche los representantes de PAN, Víctor Orduña y, del PRI, Luis Miguel Ortiz Haro, ante el órgano electoral, anunciaron que presentarían una impugnación ante el Tribunal Electoral por considerar que López Obrador no cumplía con el requisito de residencia mínima de cinco años que marca la legislación. Incluso en esa misma sesión los priistas recordaron que los propios perredistas habían acusado, en su contienda interna, que Andrés Manuel no cumplía con los cinco años de residencia mínima que le exigía la ley a los aspirantes nacidos fuera de la Ciudad de México.
Y es que durante el proceso interno dos aspirantes del PRD a esa misma candidatura, Pablo Gómez, hoy jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera y Demetrio Sodi, impugnaron también la candidatura de AMLO ante la Comisión de Vigilancia del perredismo, acusando que incumplía la ley por no poder acreditar la necesaria residencia de cinco años en la ciudad que quería gobernar. La comisión partidista rechazó la impugnación, pero Pablo Gómez declaró en aquel entonces a los medios: «Ahí muere en lo que hace a la situación interna del partido, pero si él (López Obrador) gana la candidatura a la Jefatura de Gobierno capitalino, se vuelve una catástrofe, porque no se puede demostrar lo indemostrable».
El caso de la legitimidad o no de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador fue incluso materia de un libro publicado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en el que el autor Andrés Téllez Parra, pasante de Sociología, narró y documentó todo el cuestionado proceso por el que el tabasqueño se hizo candidato al DF. La impugnación del PRI y el PAN llegó finalmente al Tribunal Electoral del DF, que en otra sesión dividida y tensa, el 22 de mayo de 2000, validó por tres votos contra dos la candidatura de AMLO. A favor votaron los magistrados Raciel Garrido, Juan Martínez Veloz y Hermilio Herrejón y en contra lo hicieron Mario Bermúdez y Rodolfo Terrazas Delgado.
Lo dividido de la votación y las marchas que entonces organizó López Obrador para presionar a los magistrados, además de un plebiscito que organizó con intelectuales afines a su movimiento llamado «Consulta por la Legalidad y la Democracia», contribuyeron a exacerbar el contexto en el que se validó su candidatura y fue materia de columnas y de trascendidos en aquel momento, la afirmación de que, desde la Presidencia de Ernesto Zedillo, se había presionado a los magistrados para que terminaran legitimando la candidatura ilegal del abanderado perredista a Jefe de Gobierno.
Tal vez por esos vínculos Zedillo nunca fue uno de los expresidentes que criticara tan duramente López Obrador, como sí lo ha hecho durante todo su gobierno con Vicente Fox, Felipe Calderón o Carlos Salinas de Gortari. Pero a partir de que supo de su regreso para participar en el Foro de Actinver, el mandatario arreció sus críticas al zedillato y mostró su incomodidad por la presencia de su antecesor. Y anoche, con el parpadeo de las luces que alumbraron su retorno, el expresidente Zedillo le dedicó al menos tres frases, sin mencionarlo, al político tabasqueño que apoyó durante su mandato: «Cada que algún político que no entiende algunas cosas y quiere insultar a alguien, le dice neoliberal… En el pasado, algunos lograban apoderarse del pasado con los militares. Lo que ha sucedido es que han aprendido cómo funciona el sistema y les gusta la democracia hasta que acceden al poder y una vez que han accedido buscan erosionar la democracia. Es un problema muy serio porque la forma de acceder vía democrática, es vía el engaño, la demagogia y el populismo… El mayor reto es proteger la democracia, si protegemos la democracia, si evitamos esta regresión democrática que estamos viendo en algunos países y sanamos las heridas que se le han causado, entonces soy optimista», dijo el expresidente de México.
Al final, si en el pasado tuvieron una relación oculta, pero de colaboración, hoy es muy fácil entender por qué a López Obrador le incomodó tanto la presencia y la invitación a Ernesto Zedillo para que viniera a hablar de la amenaza de regresión democrática en México, en el contexto de las actuales elecciones presidenciales. La molestia del Presidente es porque sabe que el mensaje de Zedillo es también el mensaje de Washington y del país en donde vive y trabaja su antecesor… Los dados mandaron Serpiente Doble. Caida libre.