En un mundo cada vez más complejo, en contextos de hiperdigitalización, de sobreconexión digital, con acceso a cantidades ingentes de información, y en donde es indispensable una conciencia fundamentada sobre la sostenibilidad, el pensamiento crítico se vuelve una habilidad indispensable. Esta habilidad nos permite enfrentar los desafíos del mundo actual y analizar la realidad de forma autónoma, cuestionando lo que leemos, escuchamos o vemos antes de darlo como verdadero.
El pensamiento crítico no es un concepto nuevo. Sus orígenes se remontan a la antigua Grecia con Sócrates y su mayéutica, Platón y su dialéctica, Aristóteles y su retórica. Sin embargo, la paternidad del termino se le atribuye al filósofo Max Black quién en 1946 publicó un libro sobre lógica y utilizó la expresión «Critical Thinking». En aquellos orígenes, ni los filósofos griegos ni Black conocían lo que ahora llamamos “fake news”, pero sí reconocían la capacidad y necesidad de razonar del ser humano.
Francis Bacon, en 1605, ofreció una de las definiciones más simples y precisas del pensamiento crítico: “El pensamiento crítico es tener el deseo de buscar, la paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden y el odio por todo tipo de impostura”. Su origen etimológico proviene del verbo latino «pensare», que ejerce como sinónimo de “pensar”, y el verbo griego «krinein», que puede traducirse como “decidir” o “separar”.
En 1986, Robert Sternberg describió el pensamiento crítico como los procesos, estrategias y representaciones que la gente utiliza para resolver problemas, tomar decisiones y aprender nuevos conceptos.
En la actualidad, el pensamiento crítico se revela como una habilidad esencial y valiosa, ya que interviene en nuestra vida diaria, en el entorno laboral, en los procesos educativos, las relaciones personales e incluso en la democracia.
En el entorno laboral, esta habilidad es esencial para resolver problemas, tomar decisiones estratégicas y adaptarse a los constantes cambios del mercado. En la educación, el pensamiento crítico permite a los estudiantes desarrollar habilidades cognitivas superiores, como el análisis, la síntesis y la evaluación de información de manera independiente, cuestionar suposiciones, resolver problemas complejos y comunicar sus ideas de manera efectiva, proporcionándoles las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
En nuestras relaciones personales, nos ayuda a comprender mejor a los demás, a considerar diferentes puntos de vista y a comunicarnos de manera efectiva. En la democracia, el pensamiento crítico es esencial para evaluar las políticas, las decisiones gubernamentales y las propuestas, permitiendo a los ciudadanos tomar decisiones informadas y participar activamente en la toma de decisiones colectivas.
A pesar de la importancia del pensamiento crítico, existen diversas barreras que pueden obstaculizar su desarrollo. Leonard Kleinrock, pionero en el desarrollo de internet, ha expresado que las computadoras representan un desafío para el pensamiento crítico. Esta opinión proviene de su preocupación sobre cómo la tecnología puede afectar la capacidad de pensar de manera reflexiva y analítica. La gran cantidad de datos disponibles en la red dificulta la tarea de discernir entre lo verdadero y lo falso, esto requiere un esfuerzo constante para cuestionar lo que leemos y buscar más perspectivas.
Otro desafío es lograr momentos de introspección y análisis en medio de una sociedad que promueve el consumo constante de estímulos. Borja Santos, Vice Decano y Profesor en IE University, señala que vivimos una “drogodependencia emocional” del hiperconsumo experiencial que dificulta la reflexión y análisis en soledad, piedra angular del pensamiento crítico. Estamos acostumbrados a llenar cada espacio de entretenimiento para no enfrentar el aburrimiento. Además, las presiones sociales y culturales, la conformidad social y el miedo a cuestionar las normas establecidas pueden limitar la capacidad de pensar de manera crítica y creativa.
Santos propone cultivar “la felicidad del árbol antes que la del césped”, buscando objetivos a largo plazo que nutran realmente nuestro desarrollo personal, no sólo gratificaciones pasajeras. Lograr metas que requieran esfuerzo, constancia y autoevaluación permite fortalecer habilidades analíticas indispensables para interpretar la vida con visión crítica. También, sugiere fomentar entornos alejados de distracciones, dedicando tiempo a la reflexión y el análisis profundo, confrontando nuestros pensamientos y emociones con tranquilidad. Fomentar espacios donde se valore, promueva y celebre la diversidad, el debate, la curiosidad, el cuestionamiento constante y se cultive la creatividad.
Imaginemos un entorno en el que las personas son curiosas por naturaleza y nunca dan nada por sentado, tienen una sed insaciable de conocimiento, buscan, investigan y analizan activamente nuevas fuentes de información, participan en debates constructivos, se sienten cómodos al expresar sus opiniones y argumentos. En este ideal, las personas entienden que el pensamiento crítico no es un destino, sino un viaje en constante evolución desde la complejidad y la incertidumbre.
¿Es posible, en las condiciones sociales actuales, fomentar el desarrollo del pensamiento crítico en nuestros individuos? ¿Podemos crear entornos que promuevan la curiosidad, el debate y el cuestionamiento constante, permitiéndonos así cultivar una generación de pensadores críticos capaces de enfrentar los desafíos del futuro?
Ideario en Perspectiva
Las elecciones que se llevarán a cabo en nuestro país en este 2024 representan una oportunidad para que los ciudadanos decidan sobre el futuro del país. Expresar a través de su voto, su opinión sobre la dirección que debe tomar la nación. Entre los candidatos que buscan la presidencia, existen dos enfoques de país que se deben conocer, analizar y evaluar a profundidad. Contrastar sus ventajas y desventajas, valorar sus viabilidades y considerar las consecuencias de sus propuestas. México necesita que se ejerza un voto informado, responsable y consciente, para contribuir al desarrollo democrático y a su bienestar colectivo.