martes, noviembre 5, 2024

Claro que la cancha está dispareja

No sé cómo puede haber gente que todavía niegue que la cancha está dispareja en la competencia presidencial. O son ilusos o farsantes.

Claro que el terreno de juego está inclinado a favor de Claudia Sheinbaum.

La ventaja más importante es, quizá, los programas sociales. Este año, el gobierno federal repartirá 735 mil millones de pesos en este rubro. Tan sólo en su programa estrella, la pensión para adultos mayores, desembolsará 465 mil millones de pesos.

Estos recursos son del Estado. Sin embargo, algo que ha hecho muy bien la Cuarta Transformación es politizarlos a favor de Morena. A pesar de que se tratan de apoyos generalizados y sin intermediarios, existen los “servidores de la nación”, empleados de la Secretaría del Bienestar, que visitan los hogares con el fin de “facilitar, organizar y coordinar a los derechohabientes de los Programas Integrales de Bienestar”.

Van uniformados con un chaleco color guinda, el mismo que utiliza Morena. En muchos casos, después de la visita de los “servidores de la nación” aparecen “voluntarios” de este partido que le recuerdan a la gente que estos apoyos son gracias al gobierno morenista y los invitan a votar por el partido gobernante.

Es tan eficaz la operación política de vincular a los programas sociales con Morena, que muchos electores se creen el embuste de que, si ganara la oposición, les quitarían los apoyos.

En la última encuesta telefónica de El Financiero, levantada en marzo, aparecieron unos datos muy interesantes. 53% de los encuestados reveló que él, ella o algún familiar recibía algún beneficio o apoyo de programas sociales del gobierno federal. De esta población beneficiada, 64% dijo que, de llevarse a cabo las elecciones hoy, votaría por Sheinbaum y 21% por Gálvez. En cambio, en el grupo de gente no beneficiada, la ganadora es Xóchitl, con 47% de las preferencias, con Claudia en el segundo puesto con 36%. 

La historia del clientelismo electoral es muy vieja. Nos podríamos remontar a las épocas de la República romana. En el México del siglo pasado, el PRI refinó esta práctica. Morena la copió y potenció llevándola a niveles tan populares que, hoy, la oposición ya no sabe cómo trasmitir a los votantes que, de ganar, ellos no quitarían estos apoyos.

El mismo Marcelo Ebrard, en la competencia interna de Morena, denunció que el apoyo a favor de Claudia provenía “del acarreo de la Secretaría de Bienestar”.

En suma, con dinero de los contribuyentes, Morena y su candidata tienen la cancha inclinada a su favor.

Ni hablar de los miles de millones de pesos que llevan gastados desde el año pasado para promover a Sheinbaum. Tapizaron el país de espectaculares con su imagen. Pintaron miles de bardas. Dominaron las redes sociales con publicidad pagada. No fue gratuito, en este sentido, que Claudia resultara la candidata con mayor reconocimiento de nombre en las encuestas antes que comenzaran las campañas. 

A eso hay que sumar el apoyo explícito e incondicional del Presidente a la candidatura de Sheinbaum. No sólo se pasó meses ensalzándola, sino que, cuando resultó evidente que Xóchitl sería la candidata opositora, lanzó una campaña negativa en su contra con pruebas falsas. Gracias a AMLOGálvez se hizo famosa también, pero con atributos negativos, que no se ha podido quitar de encima. 

Hoy, el Presidente sigue en campaña desde sus mañaneras. Como liberal, pienso que el mandatario tiene el derecho a expresar sus puntos de vista con toda libertad. Lo mismo dije durante el sexenio de Fox cuando aquel presidente defendía velada y oblicuamente al candidato del PAN, Felipe CalderónPeccata minuta frente a lo que está haciendo López Obrador en la actualidad. 

Recordemos que la legislación para silenciar al presidente en tiempos de campaña electoral la exigió AMLO y compañía después de las elecciones de 2006. Ahora, en la olímpica hipocresía que les caracteriza, se quejan de estas reglas que ellos fomentaron. 

Es una ley estúpida e iliberal. Pero es la ley vigente. El problema es que es inaplicable. Las autoridades (el INE y el Tribunal Electoral) no pueden callar a un presidente. Menos a AMLO, que tiene incontinencia verbal. El resultado es que, desde Palacio Nacional, se inclina cotidianamente la cancha a favor de Claudia.

La pregunta es si la oposición está documento estos factores (uso coercitivo de los programas sociales, gasto ilegal en tiempos no electorales, intervención ilegal del Presidente a favor de una campaña) para impugnar el resultado de la elección y solicitar su anulación. Tal y como lo hizo AMLO en 2006 y 2012 sin éxito, pero sí manchando la legitimidad de los ganadores.

X: @leozuckermann

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