«Soy un hombre mayor y estoy enfrentándome a un niño de seis años», dijo el presidente Joe Biden ante corresponsales de la Casa Blanca durante su cena anual, su frase fue muy obvia referencia al expresidente Donald Trump, muestra eficiente de que allá como acá y en todos lados la búsqueda y el manejo del poder altera la relación entre antagonistas, de eso nos hablan con toda crudeza Esquilo, Sófocles, Eurípides, Shakespeare, etc. en sus obras de corte aún vigente de allí su calidad de “clásicos”. El sábado presenciamos el debate entre los candidatos al gobierno de Veracruz, ayer el de los aspirantes a la presidencia de la república, sin duda un ejercicio democrático de positivos alcances porque de alguna manera influye entre quienes aún no deciden por cuál de las propuestas depositarán su voto. En esa decisión el factor subjetivo influye casi determinantemente, porque habrá a quien le agrade la actitud agresiva de algún contendiente, pero a otros gustará más el lenguaje corporal más que los argumentos, de allí que también las manifestaciones hacia quien “ganó” el debate tengan también una buena dosis de subjetividad, influenciada también por la identificación con la candidatura de su preferencia. De cualquier manera, esta práctica de confrontación de ideas, propuestas y personalidades aporta ingredientes positivos al desarrollo de nuestra democracia.
Pero de igual manera a que en la presentación para el debate se diseñan estrategias para destacar sobre el adversario o hacerlo resbalar, ya en el campo de la batalla por el voto se implementan estrategias para motivar a la ciudadanía y llevarla a votar, desde las prácticas muy conocidas del carrusel, la compra de votos y el acarreo de votantes hasta el subliminal mensaje para generar terror, la política del miedo para desalentar el voto. Por supuesto, en una campaña política el contacto directo del candidato o candidata con la ciudadanía es de vital importancia, casi requisito sine qua non para adjudicarse simpatías y allegados, pero propuestas, imagen, retórica, son partes fundamentales de ese show. Y la actitud adoptada en público de cada personaje cuenta en el imaginario colectivo, por ejemplo, porque el gesto fue uno de los más destacados en el evento protagonizado por los candidatos ¿en qué medida pudiera influir, para bien o para mal, el rechazo de Rocío Nahle al saludo de mano ofrecido por Pepe Yunes? ¿Cómo lo interpretó la ciudadanía? No fue un encuentro accidental sino inducido por la celebración de un debate entre personalidades y propuestas en busca del poder, porque está en juego el destino de millones de personas, es decir, es mucho lo que está en juego.