martes, junio 25, 2024

El origen del mal

En la anterior publicación –y, de hecho, en muchas otras- he citado las devastadoras palabras de Pitágoras (569 – 475)

“El bien y el mal no existen, solo existe la salud y la enfermedad”…

Y se aplica el término devastadoras, toda vez que, de ser escuchadas y entendidas a cabalidad, desaparecería el soporte de todas, absolutamente de todas las religiones que hay en el mundo; pues ellas se basan en la existencia de un Dios bueno y otro malo.  Como ya anteriormente quedó establecido…

Apoyando la terrible sentencia, en el simple sentido común; toda vez que, si el Creador lo permitiera, es decir, que a unos los creara buenos y a otros malos; estaríamos hablando de un monstruo que se divierte enfrentando a unos contra los otros, hasta el exterminio…

Pero estos charlatanes que viven del fraude -el Estado Vaticano no produce nada y viven como reyes- todavía se alcanzan la puntada de que, entre ellos, hay designados curas especializados ¡en exorcismos! es decir, que sacan al demonio del cuerpo.  Lo que francamente va más allá de una tomadura de pelo…

Como por principio eso no es posible; y tomando en cuenta que ancestralmente a las enfermedades se les conoce como mal.  De tal suerte que cuando alguien se enferma se dice que está mal, que se puso mal…

Independientemente de que hay no pocos padecimientos que se les conoce así.  Como el Mal de Parkinson; el Mal de Pott; el Mal de Bright; etc. se puede deducir, que el mal tiene su origen en las enfermedades.  Por lo que es inútil buscar el origen del mal, sino buscar en el origen de las enfermedades…

En el entendido, de que los enfermos piensan como enfermos, pues piensan y actúan mal; y no solo en detrimento de su propia persona; sino de la comunidad en general.  Pues el que actúa mal, daña todo lo que le rodea…

De hecho, el convivir con los enfermos es bastante difícil.  Por eso quienes se dedican a lidiar con ellos, tienen que tener una muy clara vocación.  En lo personal, cuando me enfermo soy verdaderamente odioso; por ello me recluyo para no fastidiar a nadie…

Y siguiendo las enseñanzas de los animales, con mucho superiores a nosotros los llamados humanos -que humanidad es lo que menos tenemos- dejo de comer y solo tomo agua; que, como es sabido, pero no entendido del todo, EL AGUA ES LA VIDA.  Si no hay agua, no hay vida…

Propicio para recordar las palabras de Anaxágoras (500 – 428) “A lo más que puede aspirar el hombre, es a conocer las Leyes de La Naturaleza y someterse a ellas”…

Sin pasar por alto, que los niños pequeños, cuando se enferman, no quieren comer.  Que el médico les diga que hay que sobrealimentarlos para tener energía y combatir a la enfermedad, es un absurdo…

Y no solo demuestra, que lo único que conocen sobre Hipócrates (460 – 370) el llamado Padre de la Medicina; y cuyas enseñanzas supuestamente siguen; o, mejor dicho, debieran seguir -en caso de que las conocieran- es el Juramento Hipocrático…

Cuando el Maestro de Cos estableció claramente en sus dos Libros de las Epidemias “Alimentar a un enfermo, es alimentar la enfermedad”

Pero ya que se comenta sobre tan valiosos libros; pretendí entregar una copia al Centro de Especialidades Médicas de Xalapa; donde en el 2001 fui operado en dos ocasiones de cáncer, con un intervalo de 8 días.  No tomé ningún medicamento. Me pasé 40 días tomando solo jugo de naranja. Por aquello de que “Tu medicina sea tu alimento y

Pues bien, pedí hablar con su Director; y por respuesta obtuve un “Mándelos por correo”.  Lo que ciertamente no hice.  Y seguro que eso no habría sucedido, sí al frente estuviera de nueva cuenta el Doctor Iván Hernández, a quien por este medio le mando un muy cordial saludo…

Por cierto, que los mercenarios incrustados en la OMS, ya están cocinando la próxima pandemia y pretenden que sea por el virus aviar.  Sin poder soslayar, que la medicina alópata no tiene nada que pueda combatir las infecciones virales; o para decirlo claramente, no sirve para nada contra los virus…

Pero como todavía no llegamos al origen de las enfermedades.  

Mañana será otro día, si el Sol me presta vida.

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