domingo, diciembre 22, 2024

‘Alito’ y Marko se premian por derrota

Vienen de la misma generación, uno tiene 49 años y el otro 47. Aunque de estilos y formas diferentes, a los dos les tocó dirigir a sus partidos en tiempos de vacas flacas y, si bien ambos llegaron a las dirigencias nacionales después de dolorosas derrotas, en los seis años que los dos llevan al frente del PRI y del PAN, con ellos como dirigentes nacionales las dos fuerzas políticas perdieron votación, gubernaturas estatales, alcaldías importantes y disminuyeron sus bancadas en el Congreso de la Unión y en los Congresos locales.

Alejandro Moreno Cárdenas al frente del PRI y Marko Cortés Mendoza, como presidente del PAN, han sido por mucho los dirigentes nacionales de sus partidos con los peores resultados electorales y políticos de las épocas recientes. «Alito» perdió entre 2019 y 2024 un total de 13 gubernaturas en los estados, disminuyó la presencia del PRI en las cámaras de Diputados y Senadores a los números más bajos en la historia del viejo partido y, bajo su mando, el partido tricolor no sólo sufrió fuertes fracturas por la renuncia de liderazgos políticos importantes, sino que, en términos reales, Moreno llevó al priismo de ser la segunda fuerza política nacional, cuando él asumió el cargo, a terminar en las recientes elecciones federales del 2 de junio pasado, como la cuarta fuerza política nacional, superado incluso por su viejo aliado y satélite, el PVEM.

Podría decirse que si Enrique Peña Nieto y su grupo político le entregaron el país a López Obrador en 2018, por sus errores, corrupción y porque prefirieron pactar con el tabasqueño al saberse perdidos, Alejandro Moreno llegó para terminar de allanarle el camino a Morena y a su creador, abriéndole las puertas no sólo para la fuga de militantes, bases y clientelas políticas que antes fueron priistas y hoy son morenistas, sino también para que uno a uno, los 15 gobernadores del PRI que había en 2018, comenzaran a rendirse y a plegarse al poder presidencial, entregándole sus estados a Morena. Hoy, bajo la gestión de Moreno Cárdenas, el PRI sólo gobierna dos entidades: Coahuila y Durango, la cifra más baja de gobiernos estatales en su historia.

En el caso de Marko Cortés también le tocó asumir el poder justo después de la debacle panista de 2018 y el tsunami provocado por Andrés Manuel López Obrador y su triunfo arrasador de aquel año por la Presidencia. Aun así, el joven dirigente de 41 años recibió un partido que gobernaba 10 estados de la República, que venía de ser la segunda fuerza política nacional, con una fuerte presencia en el Congreso y que mantenía también presencia en capitales importantes y en los Congresos locales.

Hoy, casi seis años después de que dirige al PAN, Cortés entregará un partido con sólo cuatro gobiernos estatales, con un fuerte retroceso en su votación nacional y con una disminución notable en sus bancadas legislativas federales y estatales, amén de haber perdido también muchas de las alcaldías grandes que gobernaba en el país. También en su mandato el panismo ahondó sus rupturas y diferencias, con el retiro o la renuncia de liderazgos importantes que abandonaron la militancia blanquiazul.

Es decir, que si bien le tocó navegar en un periodo complicado y difícil para la oposición, por el crecimiento y agandalle del fenómeno obradorista y el enorme crecimiento de Morena, Marko Cortés no supo ser el líder de oposición que llevara a su partido a convertirse en el principal partido opositor y la antítesis de la 4T, oportunidad que desperdició al decidir, en lugar de apostar a crecer la estructura y la militancia panista que aumentó entre 2000 y 2012 cuando gobernaron por dos sexenios con Vicente Fox y Felipe Calderón, su dirigencia optó por hacer una alianza con el PRI, que fuera su principal enemigo histórico, lo que terminó por desdibujar al panismo y provocar la renuncia, ruptura o alejamiento de muchos panistas importantes.

Para decirlo con toda claridad, «Alito» y Marko resultaron ser los peores dirigentes que le pudieron tocar al priismo y al panismo en los últimos seis años y quizás en su historia y paradójicamente también resultaron ser los «mejores y más convenientes» dirigentes de los dos partidos de oposición para el crecimiento y la consolidación del movimiento político de López Obrador que tuvo en Moreno y en Cortés a los mejores «aliados involuntarios» -o quizá también por momentos voluntarios- para terminar de arrasar al viejo régimen que, para efectos prácticos y de comunicación que le resultaron muy efectivos, el actual presidente bautizó como el «PRIAN».

Juntos, los controvertidos líderes del PAN y del PRI fraguaron y consumaron la alianza electoral que parecía haber encontrado la forma de enfrentar al obradorismo y a su nuevo régimen de Partido de Estado, sobre todo con los resultados de 2021 cuando lograron recuperar su presencia en el Congreso de la Unión y le arrebataron a Morena las mayorías calificadas en ambas cámaras. Pero, oh sorpresa, el mérito de aquel resultado electoral de los comicios intermedios de 2021 no fue completamente de ellos, sino de una estrategia electoral y política comandada por un grupo de empresarios que lideraba Claudio X. González, quien a cambio de financiamiento económico para los candidatos de la alianza «Va por México», pidieron definir ellos las candidaturas de los 150 distritos electorales más importantes y competitivos del país.

Pero cuando vieron esos números y después de aquellos comicios del 21, sus partidos recuperaron terreno, la soberbia y la ambición se apoderó de Alejandro Moreno y de Marko Cortés, que para las elecciones de este 2024 se negaron a repetir el esquema de financiamiento y candidaturas con los empresarios y con Claudio X. González y bajo la consigna de «Alito» de que «si el carro es nuestro, por qué dejamos que lo manejen los empresarios», optaron por definir ellos y sólo ellos, con sus respectivos grupos políticos y amigos, todas las candidaturas federales, que ya sin el dinero ni la estrategia de los empresarios, naufragaron ante el aparato de Estado que desplegaron Morena y López Obrador para volver a arrasarlos por completo.

No cabe duda que, con «Alito» y Marko aplica bien el dicho aquel de que «Dios los hace y ellos se juntan», porque no sólo se parecen en el pésimo trabajo que realizaron como dirigentes, en detrimento no sólo de sus partidos sino de todo el país que se quedó con una oposición enana, cuando necesitábamos gigantes para enfrentar el nuevo régimen de Partido de Estado. También han resultado ser muy afines en su cinismo en el que, mientras sus partidos se hunden como el Titanic, ellos y sus amigos se agandallaron los pocos botes salvavidas con diputaciones y senadurías que les darán fuero y dieta por los siguientes años.

Hoy Marko se va pero quiere dejar en la presidencia del PAN a su mismo grupo político y mantener así el control de su partido bajo los mismos intereses, mientras que «Alito» Moreno sorprende aún más con su decisión de no dejar la dirigencia del PRI e intentar una reelección para seguir administrando una franquicia electoral que como marca política ya está casi muerta, ante el rechazo tan fuerte que enfrentó en los pasados comicios, pero que como negocio personal o de grupo aún les puede dar a él y a sus socios millonarios dividendos.

Pobre México, cuyas oposiciones políticas cayeron en manos de ciegos que contribuyeron a que el tuerto se volviera ya no sólo un rey, sino un emperador autoritario que hoy quiere modificar la República por su capricho y a su modo, para eternizar a su movimiento político -con su influencia detrás de un Maximato- en el poder… Los dados repiten el tiro. Cayó Capicúa.

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