sábado, noviembre 23, 2024

El Estado mexicano, en grave predicamento

Lo último

Dice la Ciencia Política que el Estado es la sociedad organizada para atender sus fines fundamentales: la educación, la salud y la seguridad, entre las de mayor fuselaje. El 24 del mes en curso muy discretamente se celebraron los 200 años del nacimiento de México como nación independiente y sus inicios con régimen Federal. Esos inicios fueron políticamente inestables pues Iturbide fue emperador (22 de mayo de 1822 y el 19 de marzo de 1823 bajo el título de Agustín I.), y López de Santa Anna, el inquieto militar xalapeño que ocupó en seis ocasiones la presidencia de México (no once) y en 1853 se proclamó dictador vitalicio, se autonombró como Alteza Serenísima. Juárez enfrentó la invasión francesa y al Imperio y se mantuvo en la presidencia durante 14 años, vino el interregno de Lerdo de Tejada a quien sucedió Porfirio Díaz de 1876, y tras un periodo de cuatro años de Manuel González, 1880-1884, se erigió en dictador hasta mayo de 1911 (gran paradoja en una sociedad racista y clasista porque dos zapotecas gobernaron en conjunto este país durante 45 años). Grandes peripecias del Estado Mexicano durante el siglo XIX. Se efectuó la Revolución Mexicana de 1910, se promulgó la Constitución en 1917, muertes trágicas de Zapata (1919), Carranza (1920), Villa (1923), Obregón (1928), y un gran número de generales que participaron en el movimiento armado sucumbieron en la lucha por el poder. Azaroso sin duda el desarrollo del Estado Mexicano, cuyo comienzo de vida institucional fue justamente gracias al Maximato callista gracias al cual el  imperio de las armas dieron paso a los discursos y a los programas sexenales. Pero las sociedades son colmenas humanas que llevan en su seno comorbilidades inherentes a la convivencia social: homicidios, asaltos, desintegración familiar, pandillerismo, drogadicción, etc., y allí es donde al Estado le corresponde intervenir. No obstante, el brazo con el que opera, o sea, el gobierno, se mueve con seres humanos, de allí la enorme y determinante influencia de la naturaleza humana en la política, única autorizada y sine qua non fuerza motora del Estado.

En el Diario Milenio de ayer, el reportero Oscar Balderas publicó interesante entrevista a Francisco Labastida Ochoa, exgobernador de Sinaloa, secretario de Energía con de la Madrid, de Agricultura y gobernación con Zedillo, y candidato del PRI a la presidencia de México en el 2000 cuando fue derrotado por Vicente Fox. Le cuenta Labastida a Balderas que “el primer gobernador mexicano de la mitad del siglo XX… en ser encarcelado fue el veracruzano Dante Delgado, hoy líder de Movimiento Ciudadano…a partir de ese 1996, 22 gobernadores y exgobernadores en México han pisado la cárcel; más de la mitad de ellos lo han hecho por cargos que los relacionan con el crimen organizado, desde asociación delictuosa y lavado de dinero hasta desaparición forzada”. Cita el caso del “quintanarroense Mario Villanueva y su presunta asociación con El Señor de los Cielos, el tamaulipeco Tomás Yarrington y sus supuestos nexos con el cártel del Golfo y el nayarita Roberto Sandoval y sus comentados lazos con el cártel Jalisco Nueva Generación… la mayoría de esos 22 —tres— gobernaron Veracruz, la casa de Los Zetas; dos lo hicieron en Tamaulipas, dos en Nuevo León y dos más en Coahuila, así como un par en Quintana Roo, bastiones respectivos del cártel del Golfo y, en su momento, del cártel de Juárez”. Obviamente, alude a su estado, Sinaloa: «Bueno, por la forma en la cual llega el actual gobernador, ¿qué te digo? Él (Rubén Rocha Moya) llegó con la ayuda del crimen organizado –dice sin entrar en detalles. A ver, él trabajó con el exgobernador Quirino (Díaz Coppel), de asesor, y dicen que la función que cumplía con Quirino era de contacto con el crimen organizado». Habla de cuando menos 15 gobernadores de esa entidad involucrados de alguna manera con la delincuencia. Interesante entrevista porque su narrativa evoca al Villarín en tiempos del gobernador Herrera Beltrán, a las decenas de cadáveres dispersos enfrente de un hotel de Boca del Rio, en tiempos de Duarte, cuando se celebraba una reunión nacional de procuradores de justicia de toda la república, y a la vigente e indomable extorsión en Coatzacoalcos, las desapariciones en Poza Rica, los asaltos en la autopista Orizaba-Puebla y la Tinaja-Coatzacoalcos. Ese es el patético escenario de nuestros tiempos, cuando por lo que se ve el Estado pierde terreno frente a la delincuencia.

Relacionados

Columnistas