La especie humana tiene una capacidad limitada para comprender la realidad, nuestro cerebro como plataforma de análisis no puede abarcar tanto de todo, así que lo mejor que puede hacer es establecer sistemas de relaciones y comprender lo que puede con lo que tiene.
Desde hace miles y miles de años nos persiguen las mismas preguntas, claro que nuestras respuestas milenarias nos parecen estúpidas y primitivas el día de hoy. Los rayos no son dioses molestos con nosotros y la fertilidad no se debe a diosas generosas, así como la lluvia no es resultado de nuestra obediencia a los seres celestiales. Nunca hemos sido particularmente buenos respondiendo nuestros cuestionamientos de la realidad, lo más que podíamos hacer es establecer sistemas de relaciones para darle respuesta de la mejor forma posible.
Todo lo anterior cambió en el mundo clásico. En la Grecia antigua algunos hombres se preguntaron e intentaron responderse sin la necesidad de dioses. Llegaron a conclusiones increíbles con solo la observación metódica y racional de la realidad. Concluyeron que debía haber partículas indivisibles mínimas que llamaron átomos, calcularon la circunferencia de la tierra y establecieron que el mundo era comprensible y se pusieron a descifrar códigos matemáticos para entenderlo.
Sin duda, el mayor logro intelectual de la humanidad es la ciencia como método racional y empírico. Del mundo clásico al siglo XXI el desarrollo es increíble y mucho es gracias a la ciencia pura y dura.
Es así que el ser humano cuenta con una herramienta intelectual poderosísima para comprender la realidad, la ciencia. Pero dejaba una parte de nuestra humanidad a un lado, nuestra relación con lo sagrado. Saber de átomos, partículas o comprender el cosmos no era suficiente. No lo era, no lo es y no lo será. Como seres humanos somos complejos y muy sofisticados, requerimos de una realidad física y otra sagrada.
Por eso tenemos documentos científicos y métodos para revisar la verdad por medio de la observación. Se pueden leer con relativa facilidad, algunos son extraordinariamente complejos pero entendibles si tenemos la preparación necesaria.
Por otro lado tenemos los documentos Sagrados. Pueden parecer ridículos, algunos absurdos y otros solo una colección de mitos y mentiras sin el menor sustento. Pero el error que tenemos como hombres y mujeres del siglo XXI es que los leemos como si fueran documentos científicos o históricos rigurosos. No lo son, solo se trata de documentos sagrados.
Yo no me burlo de estos documentos porque definitivamente son la mejor forma que hemos encontrado para intentar relacionarnos con lo que consideramos sagrado. No pueden ser revisados con ojos del siglo XXI ni con la crítica rígida de la ciencia. Claro que hay cosas absurdas como el Arca de Noé y el Diluvio Universal, el mismo mito de Adan y Eva, o Moisés y el Éxodo, por no hablar de la Santa Trinidad o la Virginidad de María, o del nacimiento de Huitzilopochtli o de la Coyolxauhquii, y se puede agregar la misma Roma con Rómulo, Remo y la Loba, el mito de Buda o los que me digan, gusten y manden,
Lo importante es tener claro que lo sagrado no se puede abordar desde la visión de la ciencia del siglo XXI, debemos, y creo que es lo mejor, tener estos documentos como la mejor forma que hemos encontrado para relacionarnos con lo que consideramos divino y de alguna forma complejo de comprender y de establecer bajo términos científicos.
Después de todo, la ciencia nos puede explicar la composición química, conocer exactamente cada partícula que la compone y la salinidad en partes por millón de una lágrima. Lo sagrado nos puede responder si esa lágrima fue de dolor, alegría, tristeza o pérdida.
Como ven, lo Sagrado y lo Profano nos dan respuestas distintas.
Todo es saber preguntar.
Por ejemplo, una forma que hemos utilizado milenariamente para señalar y dimensionar los actos reprobables del hombre es el ejemplo de Judas Iscariote en la Biblia Cristiana. De todo lo malo que puede cometer el hombre la traición es la peor. Solo con la traición se pudo matar a Dios en la tierra. No importa si es verdad o no el relato, lo importante es la idea y lección que se transmite.
Jorge Flores Martínez
X: @jorgeflores1mx