Ayer se instaló la LXVII legislatura estatal, aunque se llevó a cabo dentro de los cánones legales es un relevo institucional carente de expectativas, o al menos permanecerán en la incógnita hasta que Rocío Nahle, nueva titular del poder ejecutivo, tome las riendas del estado y comience a hacer sentir su estilo personal de gobernar para implementar su programa de gobierno. Pero se trata de otro poder, se dirá, la respuesta está en el historial del Poder Legislativo local porque con tenues matices siempre ha sido un apéndice del Ejecutivo. No parece ser otra la versión en este caso porque la mayoría absoluta de diputados la tienen MORENA y sus partidos satélites, el Verde y el Pt, 41 diputados por 9 de la oposición. Esa enorme diferencia refleja la disminuida oportunidad de hacerse sentir de quienes integran la pírrica oposición, más aún porque ya desapareció la sinergia habida entre el PRI y el PAN, y porque después de la debacle electoral de junio aunado a los arrebatos de “Alito”, el blanquiazul prefiere ir solo que mal acompañado. No obstante, en la legislatura entrante el PRI tiene en Héctor Yunes Landa un elemento de comprobada experiencia que de alguna manera tendrá que hacerla valer, y por su lado, el PAN cuenta con Fernando Yunes Márquez, quien pese a su experiencia en estas lides tendrá que nadar contra la fuerte corriente que las circunstancias le han acomodado, por lo que difícilmente podría encontrar márgenes de acción favorables para su partido. Y ni modo de pensar que Movimiento Ciudadano vaya a variar su posición de “con el PRI ni a la esquina”, ya veremos el comportamiento de sus dos diputados en esta legislatura.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) la LXVI legislatura fue la sexta más cara del país, ejerció un presupuesto para el año en curso de 747 millones 611 mil pesos, una suma millonaria que en la ecuación costo-beneficio queda a deber. El número de Comisiones legislativas del Congreso veracruzano es de 49, para ripley, porque su existencia solo sirve para justificar un gasto tan excesivo como inútil debido a su nula productividad. Solo para dimensionar el contraste entre lo que se destina para el Poder Legislativo estatal hagamos referencia histórica: el presupuesto asignado al Poder Legislativo veracruzano para 2024 equivale al ejercido por el gobernador Rafael Murillo Vidal en su último año de gobierno en 1974; incomparable con el presupuesto ejercido por el Poder Legislativo de aquel año cuando se integraba por solo 16 diputados y su empleomanía no superaba los 50 empleados agrupados en la Oficialía Mayor y el Departamento de Glosa. ¿Cuál es la diferencia en cuanto a productividad entre aquella legislatura y la que acaba de concluir? Mucha, si consideramos el elevado número de comisiones, las partidas presupuestales para “asesores”, Asistencia Legislativa; Gestión parlamentaria, viáticos, todo en total opacidad, y por supuesto el elevado monto de las dietas, 60 mil ahora y en aquel entonces no rebasaba los cinco mil pesos, sin goce de viatico. Vale aclarar que esta referencia comparativa de agudos contrastes de ninguna manera se origina en recovecos nostálgicos porque su propósito radica en destacar la tendencia manirrota de una clase política (de todos los signos partidistas) a abusar del recurso público con fanático apego a la consigna del “Tlacuache” Garizurrieta: “vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.