Expresión Ciudadana
Carlos A. Luna Escudero
Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, las aguas del comercio, la política y la seguridad se agitan de nuevo para México. La victoria de un presidente de corte radical y proteccionista abre un sinfín de interrogantes sobre cómo el país, y particularmente Veracruz, se posicionarán frente a los retos inminentes que se avecinan.
Veracruz, uno de los estados más complejos y estratégicamente importantes de México, se encuentra en el epicentro de varias amenazas. En primer lugar, su ubicación geográfica lo convierte en un puente natural para el narcotráfico y el tráfico de personas que cruzan hacia los Estados Unidos. En los últimos años, las organizaciones criminales, como el CJNG, el Cártel de Sinaloa, Zetas Vieja Escuela, el Grupo Sombra y el Cártel de la Familia, han consolidado su presencia en la región, llevando la violencia a niveles insostenibles. El control de al menos el 30% de los municipios veracruzanos por parte de los cárteles, como revela el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, refleja una realidad escalofriante que el gobierno de Cuitláhuac García no pudo o no quiso revertir.
La guerra contra el crimen organizado es una batalla perdida para las autoridades locales y federales que, bajo la política de «abrazos no balazos» se han mostrado incapaces de frenar el avance de estas organizaciones. Mientras tanto, Estados Unidos ha escalado su enfoque, considerando a los cárteles no solo como delincuentes, sino como grupos terroristas.
Además de los riesgos en materia de seguridad, Veracruz se enfrenta a otro frente crítico: su economía. El estado podría sufrir severas consecuencias si se materializan las amenazas de Trump de imponer aranceles de hasta un 25% a los productos mexicanos.
Esta medida tendría un impacto inmediato en productos clave como el café, la carne, los cítricos, los tubos de acero, la vainilla y otros productos, que son parte de las exportaciones veracruzanas hacia el país vecino.
Si se aumenta el costo de estos productos, muchos perderían competitividad en el mercado estadounidense, lo que afectaría gravemente a las empresas locales y a los miles de trabajadores dependientes de estas industrias.
La volatilidad del tipo de cambio y la especulación sobre el impacto de estos aranceles son factores que agravan aún más la situación para las empresas veracruzanas que dependen del comercio transfronterizo.
Otro factor que no puede pasar desapercibido es el impacto de las políticas migratorias de Trump. Veracruz, que ha sido históricamente un punto de salida para migrantes que buscan llegar a Estados Unidos, enfrenta una situación aún más complicada en este contexto.
La creciente militarización de la frontera, las amenazas de deportaciones masivas y el endurecimiento de las leyes migratorias ponen en peligro tanto la vida de los migrantes como las remesas que envían los trabajadores mexicanos desde el norte.
En un estado como Veracruz, donde miles de familias dependen de estos envíos, cualquier cambio en la política migratoria estadounidense podría tener efectos devastadores en la economía local.
Ante estos múltiples frentes de batalla, ¿cómo deberían responder Veracruz y México ante la amenaza de un presidente estadounidense y los halcones que está nombrando en posiciones clave del próximo gobierno, que han demostrado no dudar en tomar medidas drásticas para defender sus intereses? La respuesta debe ser, ante todo, unidad.
La polarización interna que ha caracterizado al país en los últimos años solo ha servido para debilitar las estructuras políticas y sociales que podrían enfrentar los desafíos venideros. La administración de Claudia Sheinbaum y el próximo gobierno de Rocío Nahle deben entender que la política de confrontación y división solo ha alimentado la incertidumbre y el descontento popular.
Es urgente que se impulse una estrategia clara, tanto a nivel local como federal, que defienda su soberanía, pero también que aproveche las oportunidades que puedan surgir de una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (T-MEC) y de la posible reconfiguración de las relaciones comerciales.
Si bien las políticas proteccionistas de Trump son una amenaza, también pueden ser vistas como una oportunidad para reorientar el comercio y atraer inversiones que generen empleos y desarrollo en el país, en especial en estados como Veracruz.
La victoria de Trump plantea interrogantes sobre el futuro inmediato de Veracruz. En términos económicos, las amenazas arancelarias y la incertidumbre sobre las remesas son factores que requieren atención inmediata.
En el ámbito de la seguridad, la intervención militar es un peligro que no puede ser descartado. En este contexto, lo que está claro es que los próximos años serán de gran importancia para el estado, y que la unidad será clave para sortear los embates externos e internos que se avecinan.
Veracruz, un estado lleno de historia y contradicciones, se encuentra en una encrucijada. El tiempo dirá si esta es una oportunidad para reinventarse, o si la sombra del imperialismo y la violencia seguirán dictando su destino. En cualquier caso, el futuro de Veracruz está en juego, y el momento de actuar es ahora.