Recientemente, la Presidenta de la República presentó su “Informe de los primeros 100 días de Gobierno” y dio a conocer el «Plan México». En ambos eventos, hizo referencia a los logros obtenidos desde el inicio de su administración y a los objetivos que se pretenden alcanzar mediante el desarrollo tecnológico, la innovación, la ciencia y la tecnología en nuestro país.
La doctora Claudia Sheinbaum afirmó que México se convertiría en una “potencia científica” y destacó la importancia de destinar recursos suficientes para implementar proyectos de desarrollo científico y tecnológico. Entre los logros que destacaron en su discurso de 100 días de gobierno, figuraban la fabricación del auto eléctrico mexicano Olinia, el desarrollo de semiconductores y la instalación de grupos de científicos que trabajarán en aviones no tripulados, métodos de extracción de litio y a la creación de software libre e inteligencia artificial. La presidenta subrayó que estos esfuerzos buscan cimentar una economía basada en el conocimiento y la innovación tecnológica, con el objetivo de fortalecer la soberanía del país en sectores estratégicos.
Durante la presentación del «Plan México», la presidenta (con A) destacó varios puntos clave como el lanzamiento de un satélite mexicano, la creación de un centro de datos (que desde febrero de 2024 había sido anunciado por el gobernador de Querétaro) y la producción de medicamentos genéricos y biosimilares como parte de los proyectos estratégicos. También mencionó que se formará una red de colaboración para la formación técnica, curricular y continua en educación media superior entre la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, Economía, Tecnológico Nacional, IPN, UNAM y el sector empresarial.
Las declaraciones de la presidenta en estos eventos fueron recibidas con optimismo y esperanza. Sin embargo, estas aspiraciones se estrellan con una realidad que no concuerda con el discurso, por lo que es necesario referir cifras.
El Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) durante la administración 2018–2024 se distinguió por una percepción politizada de la ciencia, desapareció al menos 65 fideicomisos relacionados con el tema y eliminó incentivos económicos para los investigadores de universidades privadas afiliados al Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Además, los 96 fondos para la investigación que se constituyeron a partir de 1995 desaparecieron cuando se modificó la Ley de Ciencia y Tecnología en noviembre de 2021.
En 2024, el extinto Conahcyt recibió 25 mil 722 millones 398 pesos, mientras que para este año se destinó a la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (que sustituye al Conahcyt), 26 mil 377 millones 17 pesos. Aunque el monto para 2025 es mayor, resultaría insuficiente frente a una inflación del 3.5 por ciento.
Por otro lado, el Centro de Investigación en Información Geoespacial recibió 72 millones de 610 mil pesos en 2024, mientras que para este año se le asignó 67 millones 791 pesos, una reducción de más de 5 millones de pesos.
La reducción en recursos de inversión en ciencia, tecnología e innovación en México lleva ya varios años. En 2020, esta inversión representó la mitad de lo que se destinaron en los países de América Latina, y solamente un tercio de esta inversión es financiamiento público.
Para 2023, el presupuesto público aprobado para este sector tuvo una disminución de 27.1% respecto a 2015 (el año con más inversión). Además, en los últimos años no se destinaron recursos para la innovación, y la inversión federal representa solamente una quinta parte del 1 % del PIB que se debería destinar de acuerdo con la Ley General de Educación. Además, en 2022, el gasto público para educación alcanzó 3.2 % del PIB, el nivel más bajo de la última década. Mientras tanto, el Banco Interamericano de Desarrollo recomienda destinar entre 4.0 y 6.0 % del PIB.
En el documento “El Estado de la Ciencia 2024”, publicado anualmente por la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT) y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) -a través de su Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OCTS)- y la Oficina Regional de Ciencias para América Latina y el Caribe de la UNESCO, ofrece una visión del contexto económico, de la inversión en I+D, de los recursos humanos disponibles para la investigación y la producción científica de los países de la región. Según ese estudio (con datos al 2022) en el indicador de Inversión en I+D (investigación y desarrollo), México se encuentra en segundo lugar después de Brasil con 62% y 12% respectivamente del total de la región. Para México representa el 0.26% de su PIB. En ese rubro por habitante, México invierte (en dólares) 60.35 en contraste con Estados Unidos y Canadá con 2,770,11 y 897,93 respectivamente, mostrando además una tendencia negativa a partir de 2016.
Con respecto al número de investigadores nuestro país ocupa el tercer lugar, después de Brasil (173,830) y Argentina (58.803) con 35,045 investigadores (de este número, solo un tercio son investigadoras) en las siguientes disciplinas científicas: Ciencias Naturales y Exactas 20,0%, Ingeniería y Tecnología 28,8%, Ciencias Médicas 14,4%, Ciencias Agrícolas 8,7%, Ciencias Sociales 19,4% y Humanidades 8.8%. En la producción científica en biotecnología, México ocupa el tercer lugar. Los cinco países más innovadores de la región, medidos por las solicitudes de patentes (de personas residentes y no residentes) y modelos de utilidad, son Brasil (27,139), México (16,605) y Argentina (3,576).
En cuanto a la inversión en telecomunicaciones, entre 2018 y 2023, México disminuyó sus inversiones en telecomunicaciones 8.39 por ciento, lo que coloca al país en el último de los 36 países analizados por la OCDE, según datos del estudio Panorama de Economía Digital, volumen 2, de la OCDE. El promedio de crecimiento de las inversiones en el sector fue de 3.39 por ciento.
El Plan México plantea ambiciosos objetivos económicos, como ascender de la duodécima a la décima economía mundial y aumentar el valor agregado en proveeduría local y cadenas globales. Sin embargo, la factibilidad de alcanzar estos objetivos depende en gran medida del desarrollo tecnológico, la innovación, la ciencia y la tecnología en nuestro país.
En este sentido, es importante reconocer que los países que han logrado avances significativos en el panorama global se apoyan precisamente en políticas para impulsar y desarrollar la ciencia, la tecnología y la innovación. Estas políticas ocupan un lugar estratégico en la agenda de los gobiernos de todo el mundo.
El escenario global actual exige el fortalecimiento de capacidades específicas como la generación de conocimiento científico, la producción de innovaciones tecnológicas y el impulso en avances sociales sostenibles.
Ojalá que la visión expresada en el Plan México logre establecer las condiciones necesarias para su éxito, generando políticas, marcos jurídicos, creación de recursos humanos especializados e infraestructura suficiente y adecuada. Al mismo tiempo, se avance en la disminución de la brecha de género en la investigación, se incremente la innovación en sectores clave como la electrónica, la farmacéutica y se abran puertas para colaboraciones y transferencia de conocimientos. La realidad es que México enfrenta un panorama mixto en cuanto a innovación, ciencia y tecnología.
Ideario en Perspectiva
Al recordar a un personaje cómico de la infancia, ¿qué frase utilizará el gobierno ante los embates de otro personaje cómico, pero con poder y real? “Lo tenía todo fríamente calculado” podría ser una respuesta apropiada. O tal vez “¡Calma, calma!, ¡Que no panda el cúnico!” u “oh, ¿y ahora quién podrá ayudarnos”. El tiempo, y las acciones que se tomen nos revelarán la elección.