Sin tacto
Cuando Ricardo Ahued Bardahuil anunció que había sido invitado por la en ese entonces gobernadora electa Rocío Nahle García a ser Secretario de Gobierno, en el cuerpo edilicio se planteó el dilema de quién debía ser su sucesor y junto con ello el problema de cómo debía ser el sucesor de un presidente municipal que había hecho en tres años una administración eficaz, cercana, sensible a los ciudadanos; una administración por cierto totalmente opuesta a la desgracia que había significado para la capital de Veracruz la alcaldía de cuatro terribles años de Hipólito Rodríguez Herrero, un chilango chairo que fue conocido como el estreñido, porque dicen que llegó al Ayuntamiento, se sentó ¡y no hizo nada!
El problema para quienes tenían que dilucidar la sucesión era cómo debía comportarse el designado, que tendría todo un año por delante para continuar o mejorar la excelente presidencia del licenciado Ahued.
La decisión de qué persona sería no tuvo problema porque el propio alcalde saliente se ajustó a lo que dicta la ley y desde el anuncio de que pediría licencia al puesto dejó ver claramente que sería llamado su suplente, el Maestro en Derecho Procesal Alberto Islas Reyes, un profesional distinguido tanto en el ejercicio privado como en su desempeño dentro del sector público.
¿Qué tendría que hacer el nuevo edil? Una alternativa era que siguiera a pie juntillas el programa de trabajo que había diseñado y desarrollado Ricardo Ahued, peeeero… nunca segundas partes fueron buenas y por más que el sustituto tratara de emular al original, no es lo mismo Los tres mosqueteros que Veinte años después, en referencia a las dos novelas de Alejandro Dumas una buena y la otra mala.
La otra posibilidad para el que llegaba era dar una vuelta de tuerca e imprimirle una dinámica totalmente diferente a la comuna, cuando estuviera bajo su mando, peeeero… en un año y un mes -que es el plazo que le quedaba para gobernar- es imposible echar a andar un programa de gobierno diferente al que lleva caminando tres años.
Los que le saben a la política municipal y a la administración pública temían que sucediera una u otra cosa, y Alberto Islas llegó a dar la sorpresa, la grata sorpresa.
Decidió, para bien de la ciudad capital, darle continuidad a la obra social y material del presidente Ahued Bardahuil, pero le aportó su particular visión. Es decir, los trabajos en el Ayuntamiento siguieron el mismo rumbo, y sin embargo se apreció la mano eficiente de un funcionario que ha sido exitoso y honesto en sus responsabilidades anterior.
Por eso Alberto Islas demuestra que es el mejor alcalde para Xalapa, después de gran alcalde que fue Ricardo Ahued. Y para eso se necesita madurez, carácter autoestima y valor, ni más ni menos.