No sólo los comercios han cerrado. No sólo las maquiladoras despiden trabajadores a mansalva y la ciudad se auto impone un temprano toque de queda. Apenas la semana pasada las autoridades reconocieron que Matamoros, Tamaulipas, la primera frontera de México con Estados Unidos, ha visto un incremento desmesurado de homicidios violentos, de ataques a policías, robos y asaltos a comercios y transeúntes. Pero el colmo es que las playas aledañas, antaño una fuente de ingresos para miles de prestadores de servicios turísticos, hoy están completamente abandonadas. Ni los vendedores de comida, ni los bañistas, ni los que alquilaban vestidores, regresaron más. La extorsión acabó con una actividad económica sustentable, con un espacio recreativo para muchísimas personas, incluso sin poder adquisitivo, que ya no pueden disfrutar ni eso. Es la lógica infame e incomprensible de la extorsión, el terrible cobro de piso que aplasta con impunidad a la gente honrada y más temprano que tarde destruye toda la economía. En septiembre de 2024, sólo en Ciudad de México los pequeños comercios contabilizaban más de 7 mil millones de pesos en pago de estos «impuestos» de los cárteles. Muchos establecimientos de todo tipo han ido a la quiebra o simplemente cerrado. Miles profesionistas y prestadores de servicios, campesinos y ganaderos, hasta maestros no se han escapado del cobro de piso… y menudean los asesinatos y los incendios para quienes no ceden al chantaje. Este cáncer es metastásico y, por lo menos los últimos seis años, creció exponencialmente gracias a la tolerancia de las autoridades. Pero aquí no pasa nada… todos felices. Los Matamorenses… que se rasquen con sus uñas.