Con la Revolución Francesa nace a la vida social un nuevo tipo de individuo en la sociedad occidental, fue producto de una metamorfosis que convirtió al siervo en ciudadano, es decir, marca el transito del individuo sin voz, sin derechos, sin defensa frente al poder político, a la condición de ciudadano para quien el nuevo marco normativo otorga derechos y asigna obligaciones bien definidas en el contrato social. Lamentablemente, el usufructo de la condición de ciudadano no está suficientemente consolidado en algunas democracias occidentales, se refleja en la actitud del ciudadano ante el poder, como en México, donde el despertar ciudadano ha caminado bastante lento. En este país el ciudadano promedio reacciona frente al poder partiendo de la idea de una supeditación intrínseca, donde la autoridad manda y el ciudadano simplemente obedece sin importar que medien abusos de poder. Circunstancia inaceptable en una democracia.
En 2023, el profesor y licenciado, Filiberto Medina, fue objeto de un acto arbitrario de un agente de tránsito, quien por una falla mecánica en el auto que Medina conducía remitió la unidad a uno de los varios corralones que para esos efectos funcionaban en Xalapa. Indignado, en protesta por semejante atropello, el licenciado Medina se tendió en el pavimento de la calle Enríquez frente al palacio de gobierno. Fue el valiente gesto de un ciudadano contra un acto arbitrario de la autoridad, que en ese tiempo ni lo vio ni lo escuchó. Consciente de sus derechos, el ciudadano Filiberto Medina procedió a litigar su asunto referido a un atraco del servicio de grúas avalado por la autoridad que en Xalapa y otras ciudades fue bastante conocido: pagar exorbitantes sumas de dinero a cambio de la devolución del vehículo. Por el tiempo transcurrido, para Medina sacar su vehículo del corralón significaba pagar más de 50 mil pesos por el “resguardo”. Larga fue la tramitología de Medina ante los tribunales, pero el esfuerzo rindió frutos y logró recuperar su vehículo sin pagar ningún centavo. “Demasiado tiempo”, se dirá, quizás con razón, pero lo destacable es que refleja el hastío ciudadano frente al abuso impune de la autoridad, y eso magnifica el fruto de una actitud virilmente ciudadana frente al abuso del poder. Obviamente, lo mejor es que esto no suceda, porque lo deseable reside en que la autoridad camine junto a la sociedad que gobierna y en ese contexto se gane el reconocimiento ciudadano, que no es cualquier cosa.