Jesús Ramírez Cuevas, que se cree un hombre de izquierda, estimula los nexos con lo que representan Putin y Rusia en el concierto mundial.
Jesús Ramírez Cuevas, el hombre del expresidente Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional y coordinador de asesores de la presidenta Claudia Sheinbaum, está en camino de convertirse en un problema de seguridad nacional. Los servicios de inteligencia en Washington le han puesto el ojo por la forma como ha promovido a rusos en México y a personajes cercanos al gobierno de Vladímir Putin, así como haber abierto las puertas a medios que son parte orgánica del aparato de propaganda del Kremlin. No hay una investigación abierta en su contra, hasta donde ha trascendido, pero sí es una persona de interés para los estadounidenses.
Ramírez Cuevas, un personaje atrapado entre paradojas, ha sido muy importante para el modelo del país imaginado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Oscuro como persona, por su manejo siniestro por hipócrita y cobarde, fue brillante interpretador del pensamiento de su jefe político, que operativizó en una maquinaria de propaganda cargada de una narrativa emocional que sedujo a todo tipo de perfiles socioculturales y socioeconómicos, que dio cobertura a una retórica divisiva y mentirosa, pero muy efectiva para los objetivos del régimen que estaba bajo construcción.
Las escuetas informaciones que han salido de Washington sobre Ramírez Cuevas no vinculan de manera estructural a López Obrador con la red de relaciones que tejió su exvocero y operador político con activos rusos, pese a la proclividad del expresidente por Putin y esa nación, donde se ha impuesto un régimen represivo y corrupto, con un capitalismo de cuates exacerbado. Ramírez Cuevas, que se cree un hombre de izquierda, estimula los nexos con lo que representan Putin y Rusia en el concierto mundial, donde la ideología no es parte de la ecuación de intereses estratégicos, que son los que, en el fondo, despiertan la preocupación norteamericana.
Ramírez Cuevas no ha ocultado sus inclinaciones.
En octubre de 2023, Margarita Simonián, redactora en jefe (directora) del canal de televisión RT (que antes se llamaba Russia Today), que es una de las figuras permanentes de la lista de las 20 mujeres más influyentes en Rusia, anunció el inicio de transmisiones en español de su canal en el sistema del Metrobús de la Ciudad de México, “donde ahora los pasajeros pueden familiarizarse con las noticias mientras esperan su autobús”. La autorización pasó por Palacio Nacional, y quien lo permitió fue Ramírez Cuevas, que durante el sexenio pasado centralizó prácticamente todo lo que de comunicación social y política se trataba. RT, la máquina de propaganda rusa, que junto con la agencia Sputnik incrementaron su presencia en América Latina tras la invasión a Ucrania, erosionado la democracia liberal y aumentando la polarización en la región.
En 2022, Ramírez Cuevas entregó, en nombre del Club de Periodistas de México, un premio postmortem a Daria Dugina, hija de Alexander Dugin, quien fue asesinada ese año en las afueras de Moscú, que había sido incorporada en una lista de sancionados por el Reino Unido, como parte de la respuesta europea a la invasión rusa en Ucrania, por “brindar apoyo o promover políticas para desestabilizar” ese país. Su padre, llamado El Rasputín de Putin, es la persona que más ha influido en la política exterior del presidente ruso. En la misma ceremonia fueron premiados tres corresponsales de RT por su “cobertura de la operación militar rusa en Ucrania”.
Al año siguiente, el Club de Periodistas premió al consorcio de medios Tsargard TV, propiedad de Konstantine Malofeev, uno de los ideólogos de Putin, que ha sido imputado penalmente en Estados Unidos y vetado en Bulgaria por actividades de espionaje, y cuyos canales promueven la propaganda del Kremlin en la guerra con ucrania, que también fue sancionado por respaldar a combatientes separatistas en ese país. En la misma ceremonia premiaron a cuatro reporteros de RT, dos de Sputnik y al conductor del canal estatal ruso, Rossiya 1.
El año pasado Ramírez Cuevas le abrió las puertas de Palacio Nacional a la periodista rusa Inna Afinogenova, que fue subdirectora del canal en español de RT hasta 2022, cuando se integró al Canal Red, un canal de televisión en español que transmite por internet, dirigido por Pablo Iglesias. En septiembre pasado, una investigación de The New York Times lo identificó como parte del aparato de propaganda del Kremlin. La entrevista de Afinogenova fue un baño de miel para López Obrador, quien tuvo que retirarla de las redes del gobierno porque el INE determinó que había violado las leyes electorales.
Otra de las operaciones de Ramírez Cuevas a favor de la propaganda rusa la descubrió el analista Javier Tejado en marzo del año pasado. Tejado encontró que en el monitoreo del INE sobre las campañas presidenciales, el Canal 13 –que no pertenecía a TV Azteca– había sido el que más tiempo les había dado. El Canal 13 es propiedad de Ángel Remigio González, mexicano naturalizado guatemalteco cuya empresa Telsusa Televisión México tiene un imperio de medios en Centroamérica.
Tejado se topó con un documento del Instituto Federal de Telecomunicaciones fechado a finales de 2023 donde autorizaba la multiprogramación a favor de RT en todas sus concesionarias en Campeche, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Veracruz y Campeche, en cuya cobertura presidencial iba el tamiz acostumbrado de “manipulación mediática y guerra informativa”.
La expansión del aparato de propaganda ruso en México fue acompañada por un aumento significativo de presuntos espías, bajo cobertura diplomática, tras la invasión a Ucrania. Dolia Estévez, la experimentada corresponsal mexicana en Washington, que ha dado un seguimiento sin par a la presencia rusa en este país, reveló que mientras 600 presuntos espías rusos fueron expulsados de las embajadas europeas desde la invasión a Ucrania, México autorizó a 37 nuevos diplomáticos, que al sumarse a los 49 ya acreditados, sumaba un total de 86, el mayor contingente en cualquier legación en la Ciudad de México, sin justificación alguna.
Ramírez Cuevas negó rápidamente el tema del presunto espionaje, pero nunca ha explicado por qué permitió y estimuló la llegada de la maquinaria de propaganda del Kremlin para operar sobre la mente de los mexicanos, que es lo que ha llamado la atención en Washington.