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Votar o no votar

El dilema sobre si ir o no ir a votar para la nueva integración del Poder Judicial es producto de una muy rijosa discrepancia entre quienes atienden al llamado del gobierno y quienes imputan de confuso ese proceso comicial y le atribuyen efectos demoledores del principio de división de poderes, con consecuencias, dicen, favorables al autoritarismo y la dictadura. Por un lado, desde el gobierno se pontifica respecto de una elección que demostrará al...
viernes, mayo 30, 2025
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Shell s’en va

México era el quinto consumidor mundial de gasolinas. Por eso, en 2017 la gigante transnacional SHELL llegó a México con muchas ambiciones. Empezaron a instalar gasolineras, sin tapujos. Concursaron y ganaron más de la mitad de las concesiones para explorar yacimientos de hidrocarburos. Unos, los empezaron por su cuenta, otros asociados. Pusieron 47 estaciones con su lana, y otorgaron casi 100 franquicias. Pero el gozo se fue, literalmente, del pozo. Han dejado sus concesiones de explotación. La inseguridad. La incertidumbre jurídica, la inestabilidad política, la desaparición de los reguladores autónomos. Sólo...

El cónclave: entre la fe y el poder

Expresión Ciudadana
Carlos A. Luna Escudero

La elección de un nuevo Papa siempre ha sido un evento que atrae las miradas del mundo. Pero esta vez, el cónclave de 2025 parece condensar una tensión que va mucho más allá de lo religioso: líderes políticos que intentan influir tras bambalinas, cardenales manchados por escándalos que no deberían estar presentes, tensiones internas por el rumbo ideológico de la Iglesia, e incluso una película que parece anticipar lo que está por suceder. ¿Es este cónclave un proceso espiritual… o el escenario de una batalla silenciosa por el poder?

La Capilla Sixtina, con sus frescos de Miguel Ángel que narran desde la creación del mundo hasta el juicio final, será una vez más el escenario donde se decidirá el destino de la Iglesia Católica. Pero detrás de los muros pintados de oro y azul ultramar, no solo se libra una batalla espiritual, sino una contienda terrenal llena de intrigas, poder y contradicciones. El cónclave no es solo la elección de un papa; es el reflejo de una institución que lucha por no convertirse en un anacronismo en un mundo que se mueve más rápido que sus ritos centenarios. 

El fantasma de Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, se cierne sobre este cónclave como un recordatorio incómodo. Su pontificado fue un vendaval de contradicciones: un hombre que besó los pies de refugiados pero que no pudo limpiar del todo los establos de Augías de la Curia Romana. Un líder que desafió a Trump y al capitalismo desenfrenado, pero que vio cómo sus enemigos internos sabotearon sus reformas. Ahora, los cardenales que se reúnen bajo el *Juicio Final* de Miguel Ángel deben decidir si su sucesor será un continuador de ese legado revolucionario o un restaurador del orden antiguo. 

La prensa dice que los rumores en los pasillos del Vaticano son elocuentes. Algunos susurran que ciertos sectores conservadores, apoyados discretamente por gobiernos europeos, buscan un papa «más manejable». Otros, en cambio, insisten en que la Iglesia no puede darse el lujo de dar marcha atrás, no cuando las encuestas muestran que el 65% de los católicos menores de 40 años apoyan las reformas de Francisco. 

El mundo político no es ajeno a este cónclave. Mientras Donald Trump publica imágenes con vestiduras papales y declara su “cercanía” al Vaticano, Emmanuel Macron y Giorgia Meloni hacen gestiones discretas para que el próximo pontífice sea «de su agrado». ¿Por qué tanto interés? Porque en un planeta marcado por la guerra, el cambio climático, la radicalización religiosa y las migraciones masivas, el Papa sigue siendo un actor de peso geopolítico, un referente moral y diplomático de primer nivel.

Pero no solo los gobiernos tienen intereses en juego. Los lobbies conservadores, financiados por donantes adinerados de Estados Unidos y Europa, han estado trabajando tras bambalinas para influir en la elección. Un informe filtrado por *The Pillar* reveló que al menos tres cardenales han recibido «visitas protocolares» de representantes de grupos ultraconservadores en los últimos meses. 

Y luego están los escándalos. La presencia de cardenales como Becciu —condenado por malversación— o Cipriani —vinculado a encubrimiento de abusos— ha ensombrecido los preparativos. Sus rostros aparecen en las fotografías previas al cónclave como un recordatorio de que la purificación prometida por Francisco sigue siendo una tarea pendiente. 

Dentro de la Capilla Sixtina, los votos no solo definirán un nombre, sino un rumbo. Por un lado, están los que creen que la Iglesia debe volver a ser una fortaleza inexpugnable, un bastión de certezas en un mundo líquido. Por otro, los que insisten en que, si el catolicismo quiere sobrevivir, debe abrazar la descentralización y un diálogo más honesto con los dramas del siglo XXI: la crisis climática, la inequidad, los derechos de las mujeres y la inclusión de los excluidos. 

Mientras tanto, fuera del Vaticano, las cámaras de televisión capturan cada detalle: las sotanas rojas, las miradas cómplices entre cardenales, el humo que se eleva sobre la basílica. Es un espectáculo cuidadosamente orquestado, pero que tiene un costo. Los millones de euros gastados en seguridad, tecnología y protocolo contrastan con las parroquias en Mozambique que no tienen agua potable o las comunidades en América Latina donde un sacerdote debe atender a cinco pueblos a la vez. 

Francisco ha sido, para bien o para mal, uno de los Papas más transformadores de la historia reciente. Rompió protocolos, enfrentó abusos, impulsó reformas y desafió estructuras. Su figura polarizó tanto dentro como fuera del Vaticano. Hoy, su tumba aún fresca es testigo de un nuevo intento por definir el rumbo de una institución milenaria.

La próxima elección definirá si la Iglesia sigue siendo un actor político global comprometido con la justicia social y ambiental, o si retorna a las formas más cómodas de diplomacia silenciosa. También mostrará si la Iglesia realmente confía en sus “periferias” o si su descentralización es solo simbólica.

El cónclave de 2025 no es solo un ritual religioso. Es el último acto de un drama milenario donde se juega algo más grande que un puesto: el futuro de una fe que, para bien o para mal, sigue marcando el pulso de millones. 

Mientras el humo blanco se eleve desde la Capilla Sixtina, el mundo verá más que un símbolo de continuidad religiosa. Verá el desenlace de un juego de poder, fe, escándalo, esperanza y estrategia. Verá cómo el Vaticano, entre rituales centenarios y maniobras modernas, intenta reinventarse sin perder el control.

Y quizás, entre tantos intereses cruzados, aún quede lugar para lo inesperado: que el Espíritu Santo se haga oír… aunque sea entre murmullos.

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