sábado, noviembre 23, 2024

Romper el pacto

Entre Columnas

Martín Quitano Martínez

mquim1962@hotmail.com

twitter: @mquim1962

Me parece fundamentalmente deshonesto y dañino para la integridad intelectual,                                                                                                 creer en algo solo porque te beneficia y no porque pienses que es verdad.

Bertrand Russell

Mujeres y hombres han exigido públicamente a AMLO Romper el Pacto machista y la demanda dista mucho de tener color partidario o de clase; y por más que él quiera darle esa orientación, es mucho más que una consigna antigubernamental. 

Romper el Pacto es reclamarle su indiferencia, es contra la defensa y el solapamiento que hace del individuo señalado como abusador, como violador. Es también recordarle y exigirle que, al menos en el tema contra la violencia de género, se actúe en consecuencia a sus ofrecimientos y a su supuesta visión progresista. Que abandone los viejos vicios y comportamientos.

Parece no entenderlo, pues con sus declaraciones, el presidente evade el tema, lo oscurece, le busca otras salidas, abandonando una vez más la oportunidad de hacer lo correcto para sí y para todos, principalmente para las mujeres. Cuando desde lo más alto de la jerarquía gubernamental se protege y justifica al individuo señalado no una, sino varias veces, dolorosamente el machismo se redimensiona en nuestro país. Son cómplices de este ominoso evento, funcionarias y legisladoras de su partido, que han preferido callar.

La lealtad ciega es sin duda una marca negativa, un pesado lastre que por voluntad cargan los que no alzan la voz, incapaces de asumir en libertad sus compromisos y responsabilidades sociales. La triste imagen del silencio, de la mano de la descalificación de las demandas feministas que abraza al abusador, es un escenario trágico y desolador.

La violencia de género se acomoda, apoltronada y a resguardo, entre los que se presentan como la izquierda gobernante y sus seguidores, a salvo de la empatía que debiera establecerse con las reivindicaciones populares de las mujeres. Frente a los oprobiosos comportamientos machistas, se privilegian las lealtades de corriente política, la cubertura de intereses individuales o de grupo, los compromisos de campaña, los pactos oscuros.

Pero no se puede disimular la insensibilidad, porque es mayúscula. En anteriores ocasiones también hay registro de la falta de interés en el tema. Una suerte de incomprensión hacia el dolor y la indignación provocada por la violencia sistémica contra las mujeres. Una actitud muy lejana de los valores de la solidaridad, de la lucha por la igualdad y el respeto de los derechos de género.

Del gran movimiento por la reivindicación de justicia y respeto hecho presente de forma trascendental hace casi un año, parecen no haber tomado nota los gobiernos. Los actores políticos insisten en no acreditar con claridad y contundencia que es necesario actuar y establecer las condiciones para enfrentar un flagelo que cobra vidas, que produce tanto dolor.

La candidatura de Salgado Macedonio en Guerrero es la cereza del pastel de la arbitrariedad y la impunidad, es el magnífico ejemplo de la voracidad de un comportamiento político contrario a la moral pública y la integridad. ¿De cuál transformación nos pretenden convencer con éstos candidatos? ¿Qué otro delito le hace falta cometer a Salgado Macedonio para que el presidente se decida a Romper el Pacto?

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