“Pantaleón y las visitadoras.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
En el año 1938 André Breton en su visita a México declaró que: “México era el país más surrealista del mundo.” Gabriel García Márquez en su famoso discurso de aceptación del Premio Nobel nos recordó que: “Antonio López de Santa Anna, que fuera tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial.” Y si le seguimos buscando le seguimos encontrando, en nuestro continente lo irreal, lo que puede parecer ficción, imaginación e incluso una locura, ha llegado a ser parte de nuestra realidad por absurdo que parezca, historias, leyendas y anécdotas descabelladas e irracionales abundan, Mario Vargas Llosa en su novela: “Pantaleón y las visitadoras” no cuenta una de ellas.
En el prólogo de la novela el escritor peruano apunta lo siguiente: “La historia está basada en un hecho real – un servicio de visitadoras organizado por el ejército peruano para desahogar las ansias sexuales de las guarniciones amazónicas –que conocí de cerca en dos viajes a la Amazonía –1958 y 1962.” Derivado de esa experiencia vivida en el año 1973 salió publicada la novela que va a narrar estos hechos, cuando se empieza a conocer la historia hay momentos que uno duda ante tanta absurdidad, insensatez, y aunque sabemos que al interior de cada historia de ficción existen simbolismos y va implícita una fuerte crítica política, social, moral, el sólo hecho de conocer lo sucedido aun en una obra de ficción, no deja de sorprender, porque prácticamente la ficción es producto no de la imaginación sino de la realidad.
En la historia nos encontramos en el año 1956 en Perú. Pantaleón Pantoja es un militar serio, profesional, responsable, cuando se encontraba internado siempre demostró ser un joven estudioso, y con el paso de los años ha ido escalando en el Ejército. Un día el joven Pantaleón recibió una encomienda anormal, se trataba de ir al pueblo peruano de Iquitos y organizar un servicio de visitadoras para los distintos centros militares que se encontraban en la región del Amazonas peruano, la misión exigía absoluta discreción, el motivo de esta encomienda se basó en que los militares estaban violando muchachas, en el pueblo de Iquitos había muchos divorcios porque los militares seguido se metían con mujeres casadas, también se detectaron casos de sodomía, en fin, un problema social importante que los jerarcas castrenses de Lima, Perú, creyeron resolverían con un programa bien hecho, ordenado, planeado, donde los militares recibieran a las visitadoras y normalizaran su libido.
Pantaleón dudó, trató de explicar a sus superiores que desconocía de esas artes, les dijo que él siempre ha sido un administrador del Ejército, sin embargo, recordemos que en el Ejército las órdenes se acatan y jamás se discuten, así que a Pantaleón no le quedó más que obedecer, fue a su casa, hizo sus maletas y emprendió el viaje junto a su madre Leonor y su esposa Pochita.
Cuando Pantaleón llegó a Iquitos sintió el fuerte calor y la humedad, este clima luego, luego, le provocó pasiones que normalmente no eran tan fuertes en él, su esposa Pochita estaba intrigada y se preguntaba qué había pasado con su ordenado esposo, de hacer el amor cada diez días, ahora Pantaleón lo hacía todos los días de dos a tres veces al día y no sólo eso, al acto le agregaba nalgadas, jalones de cabello, escupitajos, sabrosa agresividad, posiciones muy eróticas, palabrotas seductoras y provocadoras, en general, su mujer estaba contenta con el cambio ocurrido a su marido.
Pantaleón se presentó ante su superior jerárquico de apellido Scavino, este personaje estaba en contra del proyecto, le dijo a Pantaleón que las reglas para que iniciara su encomienda serían las siguientes: nunca se vestiría de militar, siempre de civil, que no viviría con su familia en la villa oficial, y que jamás viniera a buscarlo personalmente, Scavino le asignó a un hombre de su confianza para que se reuniera semanalmente con Pantaleón y lo mantuviera informado de los avances de este nefasto proyecto, y, lo más importante, que el proyecto que le habían encomendado en Lima, Perú, tenía que hacerlo con la máxima discreción, porque si algo se salía de control sería un escándalo nacional y una Institución tan importante como el Ejército, que es el símbolo de una nación, no podía salir dañada.
Pantaleón salió desanimado y triste, por supuesto que guardó absoluta discreción con su esposa y madre, a partir de aquí empezará a pensar, analizar, y planear bien el proyecto, en el aspecto físico ya tenía todo lo necesario otorgado por el Ejército para que no se detuviera, la casa donde viviría, el lugar alejado de la zona poblada donde iría reclutando a las visitadoras, etc. Y es en este momento cuando empieza a visitar bares, casas de citas, asiste al “Mao Mao”, “El 007”, “El gato tuerto”, y aquí conocerá a dos personajes que serán claves en su ayuda para llevar el proyecto a plenitud, me refiero a Leonor Curinchila mejor conocida como “La Chuchupe”, y el Chino Porfirio. La Chuchupe era la dueña de “El gato tuerto”, esta mujer le confesó a Pantaleón que estaba por cerrar el local, pero que le interesaba entrar a su proyecto y con ella se vinieron las chicas que allí trabajaban.
Llegó un momento que casi todo estaba listo para la primer prueba de las visitadoras, Pantaleón acudió a los distintos campos militares donde llevarían a las bellas jóvenes y fiel a su estilo de hombre organizado contabilizó cuántos soldados requerían el servicio, más o menos cuántos minutos se utilizaban por servicio, saber de una visitadora a cuántos podía atender en un día, y una vez recabada esa información se llevó la primera prueba, prueba que fue todo un éxito, claro está, con pequeños detalles por corregir, ejemplo: en la prueba piloto todos los soldados querían a “La pechuga” y esto provocó un alboroto y enfrentamiento que fue apaciguado.
Una vez realizada la prueba piloto esto ya no se detendrá, Pantaleón tenía todo el apoyo e increíblemente estaba bien organizado el proyecto encargado, contaba con un barco, una avioneta, una enorme casa, las visitadoras se sentían contentas, los soldados satisfechos, el presupuesto se fue ampliando, al inicio fueron diez visitadoras, después veinte, treinta, Pantaleón quedó prendido al conocer a una de ellas llamada “Olga la brasileña”, y en todo el pueblo no se hablaba otra cosa que de Pantilandia, aquí apenas empieza lo bueno, por ahora me permitiré concluir el presente artículo con la finalización del prólogo de la obra escrito por Vargas Llosa:
“Algunos años después de publicado el libro –con un éxito de público que no tuve antes ni he vuelto a tener –recibí una llamada misteriosa, en Lima: “Yo soy el capitán Pantaleón Pantoja”, me dijo la enérgica voz. “ Veámonos para que me explique cómo conoció mi historia.” Me negué a verlo, fiel a mi creencia de que los personajes de ficción no deben entrometerse en la vida real.”
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