“La riqueza del lenguaje al interior del humorismo.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Se sabe que el promedio de lectura per cápita en México es terriblemente bajo, hace apenas unos meses dialogaba con un grupo de estudiantes entre 18 y 21 años de edad al que les impartía la materia de “Filosofía Política Clásica”, nivel licenciatura, y en el dialogo les pregunté en un ambiente ameno, sano, de respeto y comprensión, me dijeran de manera sincera si habían leído un libro completo, la repuesta resultó desconsoladora, de los treinta jóvenes sólo uno alzó la mano; este dato que suena alarmante describe la realidad del sistema educativo y el nivel cultural que poseemos, sin dejar de mencionar que la lectura no es un lujo exclusivo de los eruditos o adinerados, la lectura produce ciudadanos críticos, informados, con criterio propio, conocedores, citando al Maestro Sergio Pitol: “Una sociedad que no lee, es una sociedad ciega, sorda y muda”, una sociedad sin lectores es una sociedad bárbara, en sentido etimológico: “El que balbucea”, bar, bar, bar, y con ese balbuceo resulta más difícil comprendernos, entendernos, ordenarnos, en fin, la lectura no es un lujo, es una actividad sin la cual es imposible aspirar a una mejor sociedad.
La anterior reflexión la produjo la lectura de un artículo de Marco A. Almazán titulado: “Peligros de la semántica”, que se encuentra integrado en el libro: “Pitos y Flautas” publicado en 1992. Esta obra está integrada por un buen número de artículos donde Almazán humorísticamente aborda gran variedad de temas, el uso del lenguaje, de la palabra, no podía faltar. Aquí estamos ante un personaje eminente en el uso de la lengua, un filólogo, e incluso ha ganado tres veces el Premio Nobel de Semántica. Para los que no leen, les comparto que ese Premio es muy prestigioso, y la Semántica es la disciplina que estudia la Semántica, ¡imagínese su importancia! Ahora bien, los que sí leen y son unos doctos, seguramente pensarán que estoy escribiendo una perogrullada, ejemplo: el Dr. “Sabelotodo ilustrado” está pensando al momento de leer esta parte del artículo que me equivoqué en la palabra filología, que seguramente lo que quise poner fue filosofía, este “erudito” personaje afirma y enseña que la filología no existe, que Platón y Aristóteles no son filósofos, y otras sabidurías más, ¡órale! Y son los que leen, bueno, recordemos que los censos y los documentos oficiales no siempre dicen la verdad…
Dejemos por ahora al Dr. “Sabelotodo ilustrado” y regresemos con el eminente filólogo personaje de Almazán. Como el hombre lector no es ciego, ni sordo, ni mudo, esto hace que piense mucho su propio pensamiento y también reflexione mucho sobre su propia escritura, si los que no leen nada son unos bárbaros que les cuesta comunicarse por tener un mínimo de palabras en su cerebro, los que leen mucho como es el caso del filólogo, pueden llegar a tener el problema de la perfección semántica o gramatical y esta rigidez los bloquea, los inmoviliza, el ejemplo lo podemos ver al momento que el filólogo intentaba escribir una carta, transcribiré sus dudas:
“Querida amiga…, escribió.
Pero se detuvo. “Querida” es una palabra con un segundo sentido altamente inmoral. Lo mismo que “amiga”. En otra persona hubiera podido pasar, pero en él… ¡con aquella profesión y aquellos tres Premios Nobel de Semántica! Rápidamente tachó las dos palabras.
Estimada señorita…
El eminente filólogo y semántico se detuvo y mordisqueó el bolígrafo. “Estimar” lo mismo significa tener aprecio por una persona, que juzgar, reputar, tasar, valuar…El termino podría interpretarse en el sentido de que él ya había calibrado a la dama. Nueva tachadura y tercera cuartilla.
Distinguida señorita…
Diablos –pensó –, en realidad no sabía si era señora o señorita. Esto podía tener mucha importancia. Si la trataba de señorita siendo casada, podría producirse una ironía infamante. Era tanto como decirle: “se comporta usted con la frivolidad de una chica soltera”. O peor aún: “su señor marido no ha sido capaz de consumar el matrimonio”. ¡Horror! El eminente filólogo y semántico se vio mentalmente abofeteado o retado a duelo de sable por un marido enfurecido. Y por lo que hace a “distinguida” …Distinguir también significa diferenciar, separar, especificar, precisar, discernir, percibir, reconocer. Acepciones todas que entrañan un grado de intimidad que desde luego no existía entre él y la dama. Era tanto como decirle: “Yo la distingo a usted entre muchas otras mujeres, la percibo al primero golpe de vista, la reconozco de inmediato, pues sus encantos me son familiares”. Ni hablar.
Amable conocida…, Muy señora mía…, Honorable dama…”
Prácticamente el gran filólogo no pudo iniciar la escritura de la carta, se percibe que en el personaje hay un gran saber del lenguaje, una amplísima comprensión del sentido literal e interpretativo de la palabra oral y escrita, el problema consistió en que fue tanta su exigencia, perfección y erudición, que se olvidó que la escritura, el lenguaje, el conocimiento, sirven para hacernos la vida más clara, precisa y concisa, y lo peor fue que el filólogo se retiró de la semántica y con ello la dejó de enseñar a la sociedad, la dejó de aplicar en el día a día, y en este contexto apareció el Dr. “Sabelotodo ilustrado”, sí, ese personaje supuestamente súper docto que hace un momento describimos, este pseudo-sabio con pseudo-cerebro, se ha empoderado del lenguaje público y como todos los pseudos, ignorantemente dictamina, califica, impone, y a diferencia del filólogo, el Dr. “Sabelotodo ilustrado” es atrevido; no piensa, pero califica, no lee, pero escribe, y aunque escribe con horrores de ortografía, eso no le afecta, porque sabe que no se dirige al filólogo que está casi desaparecido, escondido, el Dr. “Sabelotodo ilustrado” intuye que su público son los bárbaros, y como ellos son sordos, ciegos y mudos, el Dr. “Sabelotodo ilustrado” triunfa, se pavonea, se la cree de verdad, porque ha llegado a expresar que él es tan grande como Platón y Aristóteles, y que está inventando una nueva ciencia del lenguaje resumida en la siguiente afirmación: “La filología no existe, lo que existe es la idiotalogía”. Y, ¡Qué creen! Los bárbaros ya andan presumiendo que son expertos en ese nuevo lenguaje… Yo al igual que los cristianos, esperaré la segunda venida del filólogo…
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