El sábado en la madrugada, cinco jóvenes que salían de un bar en Zacatecas fueron “levantados” por un grupo armado que cuadras adelante mató a cuatro. ¿Por qué? Pues simplemente porque se les antojó, en una entidad donde los asesinatos a mansalva se cuentan por docenas y hay pueblos enteros abandonados por la violencia.
¿Los chavos andaban en malos pasos? Juzga tu, lector. Alexi Ábrego era una maestra de kínder de 25 años que daba clases por línea a sus pequeños alumnos debido a la pandemia. Irving Castor y Natalio Torres, ambos de 21 años eran estudiantes de la Universidad de Zacatecas; Luis Ángel Manzanares de 25 era estudiante de la Normal de esa entidad y Valeria Landeros de 24 años, cursa la licenciatura en Educación Física también en la Normal y se encuentra desaparecida.
Durante el sepelio de las víctimas, los familiares pidieron a presidente con lágrimas en los ojos que detenga la violencia en aquel infierno. Pero difícilmente serán escuchados.
A López Obrador le importa un pito lo que le suceda al país; los jóvenes asesinados en Zacatecas y los que caigan a balazos en los próximos días, semanas o meses se pueden ir al diablo. Su prioridad es avasallar a Carlos Loret de Mola y limpiar el plumaje del mayor de sus hijos embarrado por el escándalo de la Casa Gris dado a conocer por el periodista.
En un duro artículo The Washington Post dijo que mientras en México los periodistas enfrentan una violencia mortal, el presidente López Obrador se dedica a atacarlos.
El diario agregó que en un descarado intento de desacreditar e intimidar a una voz independiente, el presidente presentó una diapositiva que pretendía mostrar los ingresos de Loret de Mola en 2021 lo que es un abuso de poder sin precedentes. “López Obrador también ha amenazado con pedir a las autoridades fiscales que confirmen esta información, lo que violaría las leyes de privacidad de México».
Pero ya lo hizo.
Este martes dio a conocer una carta donde le pide al Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información que investigue las percepciones del periodista, sus socios y familiares con el fin de que se hagan públicas.
“También les solicito que si ustedes no tienen competencia para atender este asunto, me informen si puedo como ciudadano, ejerciendo mi derecho a la libertad de información y expresión, dar a conocer facturas y comprobantes sobre los ingresos del señor Loret de Mola”, dice en la misiva.
El INAI le va a decir que no, pero López Obrador dará a conocer lo que tiene. Y le rogará al santo de su devoción que esto desencadene una oleada de furia contra el periodista que puede resultar fatal.
¿Por qué actúa así el presidente?
Porque ya perdió el control hasta de sus emociones.
Sólo alguien afectado emocionalmente deja de lado las prioridades de este país para linchar a un periodista.
Al darle tanto juego a la información sobre la Casa Gris que Loret presentó en Latinus, López Obrador cometió un garrafal error de comunicación que tendrá consecuencias desastrosas para él.
El librito de la política dice bien claro “Cierra la boca, carajo” si a un señalamiento como el que hizo el periodista no se le puede rebatir con pruebas. Y el presidente lleva 18 días abriéndola para descalificar soezmente (sin poderlo desmentir) a quien exhibió el lujo con el que vive su hijo José Ramón en Houston.
Con la cantidad de crímenes que han ocurrido en México, con un sistema de Salud más parecido al de Haití que al de Dinamarca, con la economía por los suelos, denostado en el extranjero y con los periodistas que se alebrestaron en las dos Cámaras exigiendo garantías para sus vidas y su trabajo, el mundo idílico que construyó el presidente desde sus mañaneras en Palacio Nacional se le está yendo de las manos y en lugar de serenarse, exuda por los poros al intolerante resentido y represor que traía guardado.
Pobre hombre; pesar de que sigue soñando con la gloria y los laureles de olivo, cada día está más cerca de Daniel Ortega y como contrapunto, a años luz de Benito Juárez.