Juegos de poder
Veía ayer la conferencia matutina de López Obrador. Presentes, como es frecuente, estaban el general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, y el almirante secretario de la Marina, José Rafael Ojeda. Atentamente escuchaban al Presidente cuando éste, de nuevo, se enfrascó en un monólogo contra empresarios y periodistas.
Es su estrategia para desviar la atención al escándalo de la Casa Gris de su hijo mayor. Una cortina de humo. Lleva días tildando a periodistas y empresarios de corruptos, ladrones, chayoteros, traidores y otros adjetivos muy graves. El Presidente ha dejado correr la versión de que lo quieren derrocar en un “golpe de Estado blando”. No me quiero concentrar, empero, en lo que dice López Obrador, sino en lo que están escuchando y entendiendo los militares, así como las posibles consecuencias.
El Presidente es su jefe, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Como tal, tienen que obedecer sus órdenes y demostrarle lealtad. Y he aquí que el jefe está señalando, con nombre y apellido, a los que considera como enemigos equiparándolos con traidores a la patria.
¿Qué deben entender, entonces, los militares?
Ojalá comprendan que todo esto es parte de una faena política propia de una sucesión presidencial muy adelantada. Que el Presidente está desviando la atención con el fin de minimizar los costos políticos del escándalo de la Casa Gris. Un ejercicio retórico que pertenece al ámbito de la política de los civiles. Ellos, por tanto, deben tener oídos sordos y no hacer absolutamente nada con los señalados por el Presidente.
El riesgo es que no lo entiendan así y se involucren en este tema. “Si unos traidores, apoyados por Estados Unidos, están atacando injustamente al comandante en jefe, nosotros tenemos que salir a apoyarlo”. “No vamos a dejar que derroquen al Presidente elegido por los mexicanos”. “Debemos actuar para desmontar esta operación que pone en peligro a nuestro jefe”. Siguiendo estos razonamientos, podría haber actos de intimidación y/o violencia en contra de los periodistas, empresarios y activistas sociales señalados por el supremo comandante.
Sería, desde luego, gravísimo que los militares pensaran así.
En todo caso, mi inquietud central es: ¿que estarán pensando los militares de las peroratas que repite cada día su jefe?
Hasta ahora, los militares en México han sido leales, no con el Presidente, sino con las instituciones del régimen político. Así lo hicieron, para bien y para mal, durante el autoritarismo priista del siglo pasado. Así lo han hecho, para bien, con la democracia que comenzó a operar en el país en 1997.
En 2005, cuando la política estaba ardiendo a consecuencia del desafuero de López Obrador como jefe de Gobierno capitalino, se dice que el presidente Fox le solicitó al secretario de la Defensa Nacional, Clemente Vega García, que estuviera listo por si había que enfrentar revueltas sociales. El general de cuatro estrellas se negó. Incluso se dice que le solicitó al Presidente que le girara las instrucciones por escrito, lo cual, obviamente, no hizo Fox.
No sé si esta historia sea cierta pero, de serlo, demostraría que el jefe del Ejército le demostró más lealtad a las instituciones y a la Constitución que a su superior jerárquico, el Presidente.
El actual mandatario, sin embargo, ha fortalecido muchísimo a las Fuerzas Armadas. Les ha dado mucho poder y dinero. Como nunca, el Ejército y la Marina están metidos en labores de gobierno antes reservadas para los civiles. Supongo, en este sentido, que soldados y marinos han de estar muy contentos y agradecidos con López Obrador. Y, cuando éste denuesta a los que él considera como traidores y golpistas, me pregunto si no lo tomarán como un ataque personal en contra de un Presidente que tanto los ha apapachado.
Puede ser que los altos mandos no lo interpreten así con la gran experiencia que tienen. Pero, ¿podemos decir lo mismo de toda la tropa? ¿No habrá por ahí un soldado o marino con ganas de vengar al supremo comandante de los corruptos que lo quieren derrocar?
La pregunta no es ociosa. El Presidente sí está poniendo en peligro la vida de todos a los que ataca en sus mañaneras. No puede ignorar que sus palabras pesan y que siempre hay fanáticos desequilibrados con ánimos vengativos, sobre todo en un México donde la violencia es una realidad cotidiana, en un país con miles de uniformados armados que, como nunca, tienen mucho poder gracias a él.