“Mientras un dirigente empuja, el líder jala”, dice un reconocido adagio para destacar la diferencia entre uno y otro concepto, y para poner de relieve las virtudes inherentes a un liderazgo. En realidad, el “estatus” de “líder” no requiere de un ser humano de elevadas virtudes o de excepcional capacidad, porque aún en posesión de esas características si las circunstancias no son propicias difícilmente serán aprovechadas; pero está comprobado que un individuo de suyo ordinario de improviso puede verse arrastrado hacia el torbellino de los acontecimientos y de súbito pronto convertirse en inesperado adalid. Utilizamos este breve exordio para introducirnos en el contexto nacional mexicano de la actualidad, donde la polarización imperante se traduce en la pugna por el poder entre dos bandos: el de MORENA y asociados, o mejor, el de López Obrador al mando de un proyecto que pretende ver consolidado en el horizonte inmediato, y quienes le hacen oposición. Las diferencias entre ambas partes reflejan condiciones asimétricas, la principal radica en que MORENA, además de los resortes de poder a su disposición, tiene en el presidente a su líder, guía y paradigma, como fuerza centrípeta de unidad en torno al propósito; en cambio, las fuerzas opositoras y los grupos de poder a su lado carecen de un liderazgo que las cohesione y conduzca a nutrir y fortalecer sus filas. En efecto, por un lado, el PRI, que además de desvencijado no alcanza a activarse pues sus cuadros estatales, como el de Veracruz, se mantienen en la inopia, y por el lado del PAN, que es la fuerza opositora mejor acondicionada, sufren la ausencia de un liderazgo efectivo y de fuerte convocatoria, lo cual le impide consolidarse en el papel protagónico ad hoc a los tiempos. Movimiento Ciudadano, hasta ahora ha persistido en la estrategia de convertirse en la potencial opción partidista que encabece y aglutine a las fuerzas opositoras, pero ni el tiempo ni las circunstancias acompañan a ese positivo intento, luego entonces, las circunstancia lo llevarán a las definiciones: o enfrentar la coyuntura de agregarse a la fuerza aliancista opositora, o convertirse en un esquirol electoral de estériles resultados. Tal es el actual escenario en el concierto nacional, pero, qué ocurre en Veracruz ¿existe un actor político capaz de convertirse en el líder que abandere la corriente opositora al proyecto cuatroteista? La visión ciega y timorata, revestida de sospechoso entreguismo evidenciada por la directiva estatal priista, en unísono concierto con la dirigencia nacional, impide su reactivación para diseñar estrategias que motiven e impulse a su diputado José Yunes Zorrilla a encabezar la difícil cruzada hacia el poder. Aunque, también, este actor político, habiendo accedido a su cargo de representación popular por la vía aliancista, se configura como un buen prospecto para la empresa opositora. Porque, está visto que sin alianza multipartidista apoyada en colectivos ciudadanos serán presa fácil de MORENA, que en buena lid podría ratificar sin mucho esfuerzo su permanencia en el poder. Así lo vemos, salvo mejor opinión.