Serpientes y escaleras
Salvador García Soto
En su afán de quedar bien y complacer en todo al Presidente, porque cree que de esa manera avanza en sus posibilidades de ser la abanderada presidencial en 2024, Claudia Sheinbaum se ve cada vez más forzada y en la medida que se mimetiza más con la personalidad de Andrés Manuel López Obrador, se desdibuja su débil e inmadura personalidad política.
Lo mismo en sus pleitos con el INE por la revocación de mandato, que en sus discursos sarcásticos contra “los conservadores” o en la radicalización de su gobierno contra la oposición capitalina a la que acusa y persigue judicialmente, la Jefa de Gobierno está centrando toda su estrategia política en convencer al Presidente, más que en convencer a los ciudadanos. Y eso se refleja en su muy poco crecimiento en las encuestas, en donde no logra despuntar ni desmarcarse de su principal contrincante, Marcelo Ebrard, a pesar de que ella tiene muchos más reflectores, la plataforma de la Ciudad de México que suele ser de resonancia nacional y, con mucho, un apoyo más claro desde Palacio Nacional.
“Claudia nomás no crece” es el comentario que se repite en los corrillos y mesas políticas en donde no se percibe que, casi un año después de su “destape virtual”, aquella noche del 1 de julio de 2021 durante la celebración del tercer aniversario del triunfo lopezobradorista, la gobernante capitalina haya avanzado mucho en las encuestas y en el ánimo de los electores.
El problema para la doctora Sheinbaum es que, aunque no hay una medición del ánimo y la simpatía del Presidente, es muy probable que ella vaya arriba en el afecto presidencial, muy por encima de Marcelo; pero aun en esa competencia, donde parecía ser la única “favorita”, le ha surgido ahora un competidor como Adán Augusto López que, con un perfil más bajo y sin hacer tanta faramalla ni pagar entrevistas, ha logrado en el mismo año alcanzarla y aventajarla en la confianza y cercanía con el Presidente.
Sin tanto ruido como el que hace la Jefa de Gobierno y, sobre todo sin salir todos los días a tratar de quedar bien y complacer al Presidente, el Secretario de Gobernación se ve cada vez más fuerte no sólo en su papel de operador político e interlocutor con otros poderes, sino que también gana cada vez más terreno en la percepción de que es el personaje que más conoce a López Obrador. Y eso, a querer o no, lo coloca cada vez más en el escenario de la sucesión presidencial, sobre lo cual el tabasqueño suele responder a sus amigos cuando le preguntan en corto: “Yo no lo quiero ni lo busco, pero si el Presidente me lo pide, tampoco me descarto”.
Un político de la 4T que conoce bien las entrañas del lopezobradorismo nos decía que la diferencia entre Claudia Sheinbaum y Adán Augusto es que la doctora tiene sin duda el afecto y cariño del Presidente, que la percibe como incondicional a su proyecto, pero el titular de la Segob tiene la lealtad y la confianza, y para López Obrador su paisano sabe mejor que nadie lo que debe continuar en su proyecto.
Por eso ahora que la Jefa de Gobierno de la CDMX se vuelve cada vez más rijosa y sale un día sí y otro también a imitar al Presidente y a criticar y atacar a los “neoliberales”, a perseguir a los opositores con acusaciones judiciales, a atacar a los organismos autónomos como el INE y hasta a cuestionar a la prensa crítica, más valdría que la doctora Sheinbaum empezara a elegir mejor sus batallas y a entender que ya no es la única aspirante que tiene el afecto presidencial y que aun en eso ya tiene competencia y fuerte.
Porque si Claudia Sheinbaum Pardo quiere llegar a convertirse en una candidata presidencial competitiva, cosa que no ha logrado hasta ahora, no le alcanzará con la imitación burda, la lisonja fácil y la presencia constante en Palacio; eso le puede dar si acaso una nominación forzada, pero no le conseguirá la simpatía y mucho menos el voto del electorado… Los dados mandan Escalera Doble. Bueno el tiro.