Agencias/Sociedad 3.0
Hay de insultos a insultos. Uno de los peores que puede recibir cualquier judío es el de “nazi” o “hitleriano”. Eso duele muchísimo.
No es que Hitler haya inventado el antisemitismo. Lo que hizo fue llevarlo a un nivel máximo. Me refiero al asesinato masivo, perfectamente planeado y ejecutado, de millones de judíos por el solo hecho de ser judíos.
Hitler inventó las fábricas de la muerte: campos de exterminio que funcionaban con precisión milimétrica. Los judíos llegaban en trenes a bordo de vagones de ganado. Algunos, sobre todo niños y ancianos, ya habían fallecido durante el trayecto por inanición. A los vivos, rápidamente los trasladaban a unas instalaciones que parecían unos baños. Les pedían que se desnudaran. Acto seguido, los encerraban en una cámara de gas donde los asfixiaban. Luego incineraban sus cuerpos.
Ser hitleriano es estar a favor del genocidio planificado. Un pensamiento político que construyó Auschwitz-Birkenau, Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor, Treblinka, Maly Trostenets, donde murieron millones de seres humanos.
Claro que los judíos todavía tenemos muy presente lo que ocurrió durante el Holocausto. Cómo no. Recordamos a nuestros parientes que murieron en las cámaras de gas. Duele mucho. Por eso, uno de los peores insultos que puede recibir un judío es equipararlo con el líder de los verdugos.
El Presidente de México así lo ha hecho con el publicista Carlos Alazraki.
El 29 de junio, en su conferencia matutina, López Obrador dijo: “Él es en extremo conservador, es como hitleriano”. Al día siguiente aclaró que más bien era “de pensamiento hitleriano” porque Alazraki creía en lo que decía el ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, que si se repetía una mentira muchas veces podía convertirse en verdad. “Ésa es la esencia de la estrategia del publicista o propagandista Alazraki”, remató el Presidente.
Para AMLO, si Alazraki sigue el viejo dictum goebbelsiano es porque es hitleriano. He aquí la falacia. El publicista puede creer en la vieja táctica propagandística de repetir una mentira hasta convertirla en verdad, pero eso no lo hace hitleriano. Lo hace un publicista cínico, como hay tantos.
Si vamos a considerar hitleriano a todo aquel que sigue al pie de la letra la lección propagandística de Goebbels, no solo tendríamos que incluir a Alazraki sino a decenas de publicistas y, desde luego, a los propios políticos que mienten sistemáticamente para imponer su narrativa.
¿Qué tal, por ejemplo, al propio López Obrador? ¿Acaso nuestro Presidente no miente cotidianamente para inventar realidades inexistentes? ¿Eso lo convierte ipso facto en “hitleriano”?
Desde luego que no.
Ni AMLO ni Alazraki son hitlerianos. Basta ya de exageraciones absurdas. Lo serían si utilizaran esa propaganda para exterminar deliberada y sistemáticamente un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos. Ni uno ni otro están en esa tesitura.
Yo conozco a Carlos y lo aprecio mucho. Tengo mis diferencias con él, pero, con todo y su estilo extravagante, es un buen hombre que no ha matado una mosca en su vida. Compararlo con Hitler es, a todas luces, un despropósito. No es nada nuevo en el caso de AMLO. A sus críticos nos ha endilgado todo tipo de insultos. Ante la falta de argumentos, inventa mentiras einjurias. Siempre ha sido su estilo. Difícilmente cambiará.
Aquí el problema es que, con el insulto extremo de decirle “hitleriano” a un judío, el Presidente ha empoderado a los antisemitas. A partir de su declaración, aquellos que odian a los judíos salieron de las catacumbas a darle cuerda a sus prejuicios ridículos. A atacar a toda la comunidad judía mexicana, no solo a Alazraki. El odio corrió por las redes sociales y llegó hasta algunos medios tradicionales con caricaturas y columnas que abiertamente hicieron una apología del “pobre Adolfo” a quien “injustamente” compararon con el “diabólico Carlos”.
Ha tomado mucho tiempo y esfuerzo superar la rabia histórica en contra de los judíos que ha dejado millones de muertos. En México, aunque siempre ha existido el antisemitismo, nunca se ha traducido en manifestaciones físicas y/o retóricas extremistas. Por eso, no entiendo la necesidad del presidente López Obrador de insultar así a Alazraki. Los judíos sabemos que el antisemitismo es como la pasta de dientes: una vez que sale del tubo que la contiene es imposible regresarla adentro. Que AMLO se haya bajado de nivel de esa manera, sin medir las consecuencias de liberar la peste antisemita, habla de un Presidente desesperado que ya no sabe qué hacer para llamar la atención.