La próxima semana el presidente López Obrador y Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, se reunirán con el presidente Biden para tratar, principalmente, asuntos relativos a la migración y a sus respectivas relaciones económicas; como se ven las cosas los acuerdos a que lleguen serán de suma importancia no solo para la buena vecindad sino para encontrar la fórmula para resolverlos. Son estrechos los lazos que unen a las tres naciones porque, si bien los problemas son de orden multinacional, cada cual busca lo mejor para su país. Nuestra relación con los EEUU en no pocas ocasiones ha adquirido tonos escabrosos, apenas matizados por las delicadezas diplomáticas y las características personales de cada gobernante. Ya sabemos de la escasa empatía demostrada por AMLO hacia Biden, también que hasta ahora los misiles retóricos se han disparado de sur a norte, está por verse cuál podrá ser la respuesta del demócrata, pues hasta ahora solo ha hecho rounds de sombra, pero su calidad de peso completo le confiere una pegada contundente con resultados devastadores, ojalá no abuse de esa condición porque al interior de México no van muy bien las cosas y un pequeño testereo desde el norte provocaría mayores desequilibrios en nuestro entorno social. Los gobiernos de México, unos más otros menos, han actuado con cautela en esta relación y esa actitud es la más conveniente en tiempos como los actuales cuando, no solo la cercanía territorial sino la interdependencia económica y social define muchas de nuestras circunstancias. Ojalá el expediente que registra un boicot en lo de la Cumbre de las Américas y los discursos permeados de alusiones poco amigables de aquí hacia allá no influyan determinantemente en los acuerdos a que se lleguen y que la buena ocurrencia de “desmantelar” la Estatua de la Libertad sirva al menos para suavizar los ánimos.