un año exacto de que Morena mida en sus encuestas quién de sus tres «corcholatas» presidenciales tiene mayor popularidad y aprobación (en apariencia entre la gente y en la realidad ante el Presidente) los políticos que se disputan la nominación al 2024 siguen en una carrera abierta por ganar simpatías, mejorar su imagen y aumentar sus niveles de conocimiento. Pero, sobre todo, están peleando por ganar y avanzar en el nivel de cercanía y aceptación del gran «Tlatoani» que, aunque lo niegue, será finalmente el fiel que incline la balanza y decida si Morena va a la batalla electoral y por la continuidad, con un hombre o una mujer.
A estas alturas sólo el Presidente se cree su propio cuento de que «ya no hay tapados, yo no voy a decidir y decidirá el pueblo, la gente, quién debe ser el candidato o la candidata». Sólo los cándidos creerían que de verdad habrá una elección abierta o con piso parejo en las encuestas de Morena que se realizarán y conocerán a finales de agosto de 2023. Puede ser cierto, en todo caso, lo que ayer dijo López Obrador y lo que ha repetido en los últimos días: que aún no tiene su decisión del todo tomada y que no tiene claro todavía si va a ser «un hombre o una mujer» quien sea su elegida o elegido para buscar sucederlo.
Aun así, hay muchos que siguen viendo en la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, a la «favorita» del Presidente y la que tiene manga ancha, permiso abierto para moverse en campaña aun con cargo público y rozando, si no es que pasando abiertamente, los límites de la ley al no transparentar el origen de los recursos con los que financia su proselitismo por todo el país, su gasto en imagen y su contratación de asesores extranjeros cuyos honorarios se estiman hasta en tres millones de dólares.
No muy diferente es la situación del canciller Marcelo Ebrard, quien también ha dejado atrás las inhibiciones y aunque él no corre con la etiqueta de favorito, pero sí con la del posible «Plan B» o «mal necesario», también aprovecha su cargo público para proyectar su imagen de presidenciable y, con una estrategia diferente en la que no busca ser más conocido, sino construirse una imagen más humana y amable, también está en campaña abierta para buscar ganarse el ánimo de la gente, pero también evidentemente el beneplácito del Presidente.
Adán Augusto, que irrumpió muy fuerte en el tablero de las «corcholatas» y llegó a ser considerado un posible «favorito» o la «corcholata negra» de López Obrador, repite la misma fórmula que sus dos contrincantes: usa y abusa de su cargo para promocionar su imagen y lo mismo recorre el país con cualquier pretexto, que se crea comisiones al extranjero para que lo conozcan más. Sin embargo, el político tabasqueño que ha vendido una imagen de conciliador, dialoguista y moderado, ha tenido algunos exabruptos públicos que revelan su carácter tropical y su rostro duro; pero al final, a diferencia de Claudia y Marcelo, Adán Augusto no ha crecido en las encuestas y sigue teniendo los niveles más bajos de aprobación y conocimiento.
Por fuera del tablero oficial se sigue moviendo Ricardo Monreal que, con menos reflectores, también aprovecha su cargo en el Senado para promover su proyecto político. Monreal está ya en una campaña abierta de candidato rebelde, en la que lo mismo presenta planes de gobierno en temas específicos, que habla de un país dividido y confrontado por el discurso presidencial y llama a la «reconciliación y el diálogo». No está claro si el zacatecano será o no medido en la encuesta oficial de Morena, lo que sí está ya más que claro es que no será, en ningún escenario, el candidato oficial, aunque eso no lo excluye de encabezar alguna candidatura por otro partido o bien sumarse a la candidatura de Marcelo Ebrard, si es que llega a ocurrir.
Hoy, a un año de distancia, parecería que todos corren en una pista pareja, pero si se ve desde adentro de la 4T, el suelo es más parejo para unos que para otros. Los del equipo de Claudia Sheinbaum y una buena parte del gabinete, de los gobernadores y de los sectores más duros de este gobierno, están convencidos de que «la doctora será la candidata» y no ven otro escenario posible; los que están con Marcelo Ebrard creen que su candidato «es la opción más viable para la gobernabilidad» en medio de un escenario tan complicado y difícil, con crisis en casi todos los ámbitos, que se vivirá en 2024, aunque saben bien que el canciller no es con mucho el favorito, pero creen firmemente que «se le van a acomodar los escenarios». Y finalmente los que apoyan a Adán Augusto siguen pensando que, si la decisión es por confianza y cercanía, «no hay nadie más cercano y que conozca mejor al Presidente que su paisano», aunque también aceptan que el tabasqueño puede jugar al sacrificio.
Por lo pronto, a un año de las decisiones y definiciones del dedo encuestador, las «corcholatas» siguen girando y ayer en una imagen que cada quien puede interpretar como quiera, Adán Augusto se paseaba como turista por las calles de Boston, a donde se fue de descanso el fin de semana; Marcelo Ebrard andaba en la NASA, representando al país en el lanzamiento de la misión tripulada Artemis 1, que busca llevar a los humanos de regreso a la Luna por primera vez desde 1972, lanzamiento que por cierto falló y tuvo que posponerse; mientras que Claudia Sheinbaum se fue a la escuela, aunque no a estudiar, sino a cortar el listón inaugural del nuevo año escolar, acto que aprovechó para aparecer en la conferencia mañanera del Presidente de la que es invitada casi permanente. ¿Usted qué dice, cuál «corcholata» avanza más y cuál se está quedando atrás?