En la LVX Legislatura federal 69 de los 500 diputados son del PRI, a ellos corresponderá votar la iniciativa de su compañera Yolanda de la Torre que propone extender el plazo para mantener al Ejército en labores de Seguridad Pública hasta 2028, tal modalidad choca frontalmente con los lineamientos propuestos por la Alianza Va por México integrada por el Pan, el PRD y el PRI y resquebraja su unidad. Históricamente se ha comprobado que uno de los elementos fundamentales que conservó la unidad y fortaleza en el PRI fue la estricta disciplina, el fiel apego a las consignas derivadas desde el alto mando. Pero ese status estuvo vigente mientras la línea partía desde la presidencia de la república a través de la Secretaría de Gobernación y de esta a la dirigencia nacional, para desembocar en sus legisladores de las dos Cámaras legislativas. Ya sin presidente, los mandos se diluyeron y los gobernadores entraron al quite ante la oportunidad de convertirse en los rectores del mando en sus respectivas ínsulas gubernativas. Por ese proceso, la presidencia del CEN priista pasó a ser solo una referencia, aunque con funciones de árbitro. Adicionalmente, por el terremoto electoral de 2018 se produjeron serios trastornos en el PRI al perder, otra vez, la presidencia de la república, y ya con menos gobernadores que en el año 2000, y no pocos de ellos a punto de concluir su gestión, temiendo ser pisados en la larga cola de sus temerarias acciones, sucumbieron a las presiones y soltaron las riendas del mando facilitando así al fortalecimiento del partido encumbrado en el Poder Federal. En el desconcierto los vacíos se ocupan con métodos nada selectivos, así surgieron Alejandro Moreno y Rubén Moreira para adueñarse del PRI, en la doble función de parapetarse contra los obuses mañaneros y convertir al partido en instrumento de negociación, en esas circunstancias aprovecharon la oportunidad para colocar a sus incondicionales como candidatos a diputados por ambas vías, la de representación proporcional y la de mayoría relativa, allí figuraron miembros de la Directiva nacional y algunos de sus familiares. Con ese antecedente podemos inferir que el PRI ha llegado al borde del precipicio, y que este abrupto giro del dirigente nacional podrá acarrear consecuencias determinantes: a) la oposición a “Alito” logra defenestrarlo de la dirigencia y recompone el rumbo priista; b) Alejandro Moreno supera esos escoyos, “salva” el pellejo, pero en correspondencia coloca al PRI en calidad de esquirol, para a continuación servir de comparsa en vía directa a su extinción, y c) obliga a los diputados a votar por la propuesta, unos por solidaridad a su “líder” y otros por no ser excluidos. En este último y difícil trance, estarán quienes guardan respeto a la institución que los vio nacer a la política, y enfrentan ahora la dura disyuntiva: votan por la consigna o se deslindan de esa intrigante trama política. Para saberlo, la respuesta está a la vuelta de unos días.