En su reciente visita a Chiapas, Adán López, Secretario de Gobernación, pronunció un discurso parecido más a un poema porque despierta ternura que a una proclama política para convencer a los opositores de que prolongar hasta 2028 la participación de las fuerzas armadas en asuntos de Seguridad Pública no implica un riesgo de militarizar al país: “Se equivocan, y lo digo con todo respeto, aquellos que manejan el discurso de que vamos a la militarización del país o que estamos militarizando el país, primero, no hay en este país una fuerza de protección tan preparada, tan capacitada, tan equipada, tan ordenada como la Guardia Nacional, integrada por elementos sí del Ejército mexicano y de la Marina Armada de México. (…) Y tan no es un ejercicio de militarización del país que yo les llamo a la reflexión y les digo: ¿saben ustedes quién es el comandante supremo de nuestras fuerzas armadas?, pues es un civil, es el Presidente de la República”. Aunque para don Adán Augusto ese tema es mero pretexto para placearse por el país con supuestamente para “convencer” a los legisladores locales que aprueben lo ya aprobado por el Congreso de la Unión, pues desde su despacho una llamada a los gobernadores de filiación morenista hubiera sido suficiente, son 21 y se requieren 17- Pero, además, en realidad el riesgo no radica en la ampliación del plazo, pues la militarización ya está instalada en nuestro país, comprobadamente en la incontrastable presencia de las fuerzas armadas en el manejo de aeropuertos, aduanas, trenes, sucursales bancarias, amén de participar centralmente en su construcción. Es decir, ya nos encontramos inmersos en ese fenómeno, como sociedad y como gobierno. Respecto de esto último, la inferencia lógica deduce que hasta el propio presidente pudiera ser uno de los afectados, pues la injerencia y desempeño de las fuerzas armadas en asuntos exclusivamente reservados al ámbito civil como antaño, los convierte en factores de poder de mayor protagonismo, pues a la inherente importancia de las atribuciones establecidas en la constitución, ahora se agregan nuevas comisiones. Una significativa señal de estos tiempos la pudimos observar en la “defensa” a cargo del Secretario de Gobernación cuando intenta explicar la negativa del General Sandoval, Secretario de la Defensa, a reunirse con la Comisión respectiva en la Cámara de diputados, dizque por la falta de respeto de un legislador al solicitarle comparecer para transparentar el uso de los recursos públicos encomendados al desempeño de su función. Pero nada en el texto de la invitación del legislador trasluce una falta de respeto. Todavía más contundente fue el presidente López Obrador en la mañanera de ayer, al responder una pregunta dirigida al general Secretario respecto al hakeo a la Secretaría a su cargo: “quisieran que siguiéramos hablando de eso, ¡No! que se apliquen y que busquen otro asunto, ya eso no funcionó”. Sin embargo, pocas horas después, en su comparecencia ante senadores, la Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, aseveró: “militarización es que los militares gobiernen, en el caso de México hay un gobierno civil”. Y como para exorcizar cualquier fantasma la Secretaria concluyó al igual que don Adán: “los militares obedecen a militares, la única excepción es al Presidente de la República, a él lo reconocen como autoridad, es el jefe de las Fuerzas Armadas, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas y es el poder civil electo por todos los mexicanos”. Así es, entonces ¿por qué tanta insistencia? Camaleón no tiene la respuesta.