Para entrar al tema debo recordar aquí una premisa que proviene de la ciencia estadística, y es que no se puede comparar lo incomparable. Ése va a ser el caso de la marcha convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador para el domingo 27 de noviembre, contra la histórica caminata ciudadana del pasado domingo 13.
Una y otra son distintas en su origen y en su intencionalidad. Es como si pusiéramos a competir un limón con un durazno, una manzana con una pera, un diputado con un académico.
La respuesta que ha dado el Ejecutivo nacional a la manifestación ciudadana a favor de la continuidad del IFE y en contra de la reforma electoral propuesta ante el Congreso no fue lo que se esperaba del jefe de las instituciones de la República.
Hayan sido 10 mil o 12 mil, 60 mil o 65 mil, 320 mil o 640 mil, 800 mil o más de un millón en 50 ciudades del país y varias del extranjero, lo que se trataba de conseguir era llamar la atención al Presidente sobre una acción que no era bien vista por un conglomerado importante de la población.
La marcha #ElINEnosetoca fue un mensaje ciudadano para que López Obrador reconsiderara su intención de modificar las condiciones en que ha operado el organismo electoral mexicano, porque ha ofrecido muy buenos resultados para nuestra incipiente democracia.
Pero Andrés Manuel, fiel a su costumbre, a su formación y a su carácter, sólo alcanzó a responder con insultos, con vejaciones en contra de los participantes, con el ninguneo hacia esa impresionante acción ciudadana, inédita en nuestra historia moderna.
Como pleitero de barrio, el líder morenista ha respondido también con el anuncio de la celebración de una marcha (que él no quería hacer, pero que ¡le pidió el pueblo!) para mostrar cómo la mayoría está con él y su autodenominada Cuarta Transformación.
Pero no es así.
La marcha del 13 fue una convocatoria ciudadana para decirle al Presidente que no se está de acuerdo con su estrategia de modificar la ley electoral y desaparecer al INE. Fueron a ella ciudadanos a pie, por su propia voluntad. No tuvo un liderazgo visible. No hubo recursos públicos en su realización. Se hizo en 50 ciudades mexicanas y tuvo su mayor concentración en la capital del país.
La del 27 será una manifestación artificial, hecha con recursos gubernamentales, indudablemente. Asistirán a ella ciudadanos convencidos, pero también empleados del Gobierno invitados a participar voluntariamente a fuerza y beneficiarios de los programas de Bienestar. La marcha será únicamente en la Ciudad de México y a ella acudirán, en miles de autobuses rentados, contingentes enviados por los gobernadores morenistas de los estados que gobiernan.
Los medios oficiosos, los texto-servidores de la 4T y las cifras oficiales van a inflar diez veces el número de los que desfilen el día 27, de la misma manera que redujeron al 10 por ciento en sus cifras aparentes la participación ciudadana del domingo 13.
Una y otra manifestación son el agua y el aceite. Pero el Presidente pretenderá hacer una emulsión para saciar su ego maltratado.