Un análisis detallado acerca del poder presidencial podrá describir cómo éste va adquiriendo mayor presencia a medida que el tiempo y los acontecimientos se suceden, llegando a su cenit durante el cuarto año en un periodo de seis, y empieza a perder vigor a partir del quinto año; al menos es posible configurar tal visión en un recorrido a vuelo de pájaro relativo a varios de los gobiernos federales que registra nuestra historia: El presidente Díaz Ordaz (1964-1970) culminó su etapa de pleno autoritarismo hasta que en 1968 se le descompuso el panorama debido al defectuoso tratamiento del Movimiento estudiantil de ese año y que dio al traste con la magnífica obra material realizada por su gobierno, ese fue un parteaguas sociopolítico en nuestro país, porque a partir de esa fecha ya nada fue igual en su gobierno e influyo determinantemente en la sucesión presidencial para favorecer a Luis Echeverría (1970-1976). Para el ex Secretario de Gobernación todo parecía ir a pedir de boca pese a sus ocurrencias para resolver los problemas nacionales; la apertura generacional fue uno de sus más destacados detalles; pero en la vorágine campirana se le ocurrió en el quinto año expropiar las feraces tierras aplicadas a la agricultura en el Valle del Yaqui, lo cual despertó una ola de protestas organizadas por factores de poder factico, los empresarios principalmente, con quienes sostuvo una ríspida relación marcada subrayadamente con el secuestro y muerte en 1973 de don Eugenio Garza Sada, a manos de la Liga 23 de Septiembre. Allí empezó a resquebrajarse el poder monolítico de Echeverría y culminó cuando los agricultores del Yaqui apoyados por el gobernador Armando Biebrich opusieron férrea resistencia para impedir la expropiación de sus exitosos sembradíos. Cayó el gobernador de Sonora, Biebrich, pero Echeverría enfrentó, además, la imperiosa necesidad de devaluar la moneda, devaluando su propio sexenio. A José López Portillo (1976-1972) todo iba viento en popa con su lucha anticorrupción y “gobierno de planes” como acostumbraba a presumir de su gobierno, pero al igual que Echeverría no logró empatar la sinergia de la clase empresarial y terminó estatizando la banca, con el consiguiente daño a la economía nacional y culminó con las crisis económicas que le heredó a su sucesor y el grave desprestigio provocado entre otros por la “Colina del Perro”, el Partenón de Durazo, y la ligereza de sus relaciones amorosas al descubierto de la opinión pública. Miguel de la Madrid (1982-1988) convivió seis años con las crisis económicas, no reaccionó con eficiencia frente a las desgracias provocadas por el terremoto de 1985, y al quinto año enfrentó la gran ruptura priista por la aparición de la Corriente Democrática, coronó su fin de gobierno con la emproblemada elección presidencial de 1988. A Salinas de Gortari (1988-1994), el 1 de enero de 1994 lo despertó el Movimiento Zapatista de Liberación Nacional que lo mantuvo ocupado en demasía, pues a la vez tenía que lidiar con la inconformidad de Camacho Solís por no haber sido escogido como candidato presidencial. Y para colmo, en marzo de ese mismo año asesinaron a Luis Donaldo Colosio el candidato del PRI a la presidencia. Todo se le torció a Salinas, quien no tuvo más remedio que escoger a Ernesto Zedillo como candidato a sucederlo. Sangriento corolario fue el asesinato de Francisco Ruiz Masseiu el 28 de septiembre de 1994, dos meses antes de entregar el poder a Ernesto Zedillo (1994-2000. Este fue el último presidente priista del siglo XX, se inauguró con la tremenda devaluación del peso en diciembre de 1994, y su gobierno transcurrió entre la aclaración de los asesinatos antes mencionados y los pleitos con el expresidente Salinas; seis cambios en la presidencia del CEN del PRI revelan la inestabilidad en ese partido y explican en parte la tremenda derrota electoral del año 2000. A Vicente Fox (2000-2006) le renunció Felipe Calderón en el quinto año de su gobierno y este le ganó la candidatura del PAN a la presidencia, porque su candidato era Santiago Creel, su Secretario de Gobernación. A Calderón (2006-2012) su partido, el PAN, no lo dejó maniobrar para imponer una candidatura presidencial a su modo y la candidata fue Josefina Vázquez Mota, quien fue fácil presa para Peña Nieto (2012-2018), Tlataya, Ayotzinapa, la Casa Blanca, y la corrupción, marcaron el sexenio del priista, quien iba también que logró una reforma eléctrica y educativa de gran calado, que pasaron a segundo término por aquellos “pequeños” detalles” y porque más de la mitad de sus gobernadores emergidos del “nuevo PRI” hicieron gala de un voraz patrimonialismo político que hoy los mantiene en la cárcel. Somos testigos de lo que está ocurriendo en el gobierno de López Obrador (2018- 2024), es uno de los presidentes que mayor concentración de poder ha manejado, transcurre su quinto año de gobierno, ya mostró su tercia de “destapados” para sucederlo, ¿podrá dejar sucesor (a) a modo? En noviembre lo sabremos. Pero de lo que hasta ahora se va observando las cosas están tomando giros cuyo desenlace están en la incógnita. Sin duda, estamos ante un horizonte complicado debido a los variados factores de poder que están en el juego, más lo que falta.