El presidente López Obrador hizo ayer una puntual referencia al tema relativo a la lealtad en política, fenómeno tan añejo como el hombre mismo, y aunque con varias aristas la lealtad debe ser catalogada como una gran virtud a causa de la rareza con la que se presenta vale, sin embargo, hacer algunas reflexiones respecto a ese comportamiento humano, tan sutil como peculiar y más aún si es referido a la política. El primer mandatario proporcionó nombres de quienes supuestamente le han sido desleales (traidores, que no es lo mismo), dejemos que ellos si a bien lo tienen formulen sus respectivas respuestas y concretémonos a un intento por describir lo que entendemos por lealtad en política. Primero debemos hacer hincapié en la diferencia entre gratitud y lealtad, porque al parecer es a la gratitud a la que hace referencia el presidente respecto a quienes invitó a su Movimiento en pos de la presidencia y juntos arrancaron el gobierno, pero ahora se encuentran en situación actitud contrastante convertidos en furibundos críticos. Somos de la opinión que esa relación fue un quid pro quo, es decir, hubo un apoyo de recíprocos beneficios, pues AMLO los invitó para fortalecer sus filas y hacer sinergia en equipo y en esa lógica Lily Téllez y Germán Martínez llegaron al senado de la república, pero ambos son agentes sociales de destacado protagonismo en sus respectivas demarcaciones, luego entonces coadyuvaron a abonar el camino hacia la presidencia, se trata luego entonces de una acción de correspondencia y no existió un previo compromiso de una abdicación de todo sentido crítico en sus acciones. Además, también aludió a dos actuales ministros de la SCJN, es decir, hablamos de profesionales de la ciencia jurídica cuyo sentido de la dignidad y del deber no acepta ni confunde lealtad o agradecimiento con la sumisión a ciegas, o sea, convertirse en marioneta de obediencia ciega solo por el embeleso del poder. Se ha llegado al extremo de calificar de traidores a quienes no aceptan la incondicionalidad como fundamento de una subordinación al poder político, pero imaginémonos en la tesitura donde una dirigencia partidista negocia a conveniencia personal desde la elite cupular los cargos electorales, sin criterios selectivos de por medio, y luego entonces, inconforme, el militante al momento de votar lo hace en contra de esas propuestas, en este caso, ¿quién es el traidor? ¿El militante que vota en contra de su partido por no percibirse representado, o el dirigente del partido que vende o negocia la candidatura? O bien, por agradecimiento y lealtad ¿debe suscribirse a ciegas lo que otro indique u ordene aún si la propuesta es de dudoso beneficio para la mayoría? Lealtad, gratitud, son conceptos con matices varios, aunque en ocasiones esa plasticidad si llega a los extremos es susceptible de confundirse con la abyección, o sea, la incondicional entrega de uno al otro. Además, cuando hablamos de política no debiera olvidarse de un factor de primera importancia: la naturaleza humana, porque la política es una ciencia social al servicio de la comunidad, pero ¡ay! fatalmente la ejecuta el hombre, he allí el detalle y esto último invita a preguntar si llegando el ocaso no habrá otras deserciones. Tiempo a las circunstancias para que estas hablen.