El formato gubernamental que utilizaba el quinto año del sexenio para inaugurar obras como sinónimo de despedida de un gobierno cobró vigencia durante el largo tramo de gobiernos de corte priista, es el mismo al que ahora recurre el presidente López Obrador con la modalidad de hacerlo por etapas, así se formuló con la inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles, que sin adecuadas vías de acceso y sin programación de vuelos dos dos después no acaba de despegar; igual sucede con la Refinería de Dos Bocas, inaugurada en dos ocasiones pero sin visos de entrar en operación para refinar los miles de litros de gasolina que según se anunció en julio pasado ya estaría procesando en este mes de diciembre; y ahora se inaugura el tramo del Tren Maya de Campeche a Cancun y se anuncia para el día 26 la inauguración del tramo Tulum- Palenque, sin precisar si ya dará servicio diario. Lo mismo ocurre con la creación de la Compañía aérea Mexicana de Aviación cuyo arranque de operaciones está pensado para el 26 del mes en curso, pese a no cubrir aún con todos los requisitos que le permitan volar. En ese gran paquete de obras se incluye la entrada en operación del tren del Istmo el 22 del presente mes, pero no se precisa si será el de pasajeros o solo el de carga en nueva ruta. También inauguró la Presa “El Cuchillo” para abastecer de agua a la zona conurbada de Monterrey, es la misma que según el gobernador Samuel García ya estaba en funcionamiento y durante su frustrada precampaña presumía como asunto concluido. No para allí el voluminoso paquete de inauguraciones, porque el día 29 se inaugurará la megafarmacia en cuyos estantes se podrá encontrar medicina de todo el mundo para todo México. Con ese gran bagaje sería posible presumir que México ya cambió porque el sur-sureste de la república ya tiene, ahora sí, la plataforma de despegue para su desarrollo económico. Pero, ¿habrá alguna diferencia con los informes de gobierno de antaño cuando se nos pintaba un México diferente al que veíamos?
“La burra no era arisca” canta la sabiduría popular con vernáculo acento para señalar un estilo de gobernar que utiliza la propaganda política con la intención de parecer un gobierno de realidades. Sin duda sus seguidores coincidirán en los beneficios a futuro, otros en cambio opinarán en sentido contrario con señalamientos acerca del costo beneficio de esas obras y de su génesis huérfana de todo proyecto, con costos muy apartados de los originalmente anunciados. Pero vale repetir la socarrona expresión atribuida al expresidente Ruiz Cortines: “construye que algo queda”. Y si lo que queda rendirá frutos de rentabilidad y progreso, bienvenida, en buena hora mientras no se conviertan en pesado fardo del presupuesto federal.