A causa de su hiperactiva retórica el presidente López Obrador incurre en frecuentes deslices y ha sido autor de un fraseo digno del anecdotario de nuestros tiempos, por caso, en materia de Salud ha repetido “dejo de llamarme Andrés Manuel si no resuelvo el desabasto de medicinas”, y con el propósito de seguir llamándose como se llama ideó la instalación de un almacén gigante de medicinas “de todo el mundo”, conocido eufemísticamente como megafarmacia, sin embargo, el desabasto en los hospitales del sector sigue vigente. Durante la pandemia, al ser cuestionado sobre por qué se abstenía de usar cubrebocas lo explicó diciendo que no usaría el cubrebocas “hasta que no se acabe la corrupción”, o sea, nunca. Pero la memoria pública está fresca y recuerda cuando ya en carácter de presidente electo, en 2018, reiteraba su ofrecimiento de campaña: “con el nuevo gobierno bajaremos los índices de la violencia en el país”, seis años después eso sigue en veremos. O sea, en el balance final López Obrador ha quedado a deber porque el embate de grupos delincuenciales ha aumentado como nunca, así lo demuestran las casi 50 mil desapariciones forzadas durante este gobierno que encabeza el registro de homicidios con más de 184 mil 712 incidentes, más los acumulables en los cinco meses que aún quedan en el candelario de su periodo.
Lamentablemente la entidad veracruzana no está exenta de ese flagelo, y lo peor se refleja en la manifiesta incapacidad de las autoridades para contenerlo pues un día sí y al siguiente también nos enteramos de hechos sangrientos acontecidos en nuestro territorio y el único antídoto que se aplica son supuestas investigaciones “porque no habrá impunidad”. Pero justamente por la impunidad imperante los delitos de alto impacto como el secuestro y las desapariciones forzadas proliferan por doquier, acentuadamente en Coatzacoalcos como centro regional en el sur de la entidad y en Poza Rica en la parte Norte. Ahora mismo en la otrora ciudad del petróleo los familiares de Emma Lucía Bandala y de Santiago Rodríguez, apoyados en la solidaridad de sus conciudadanos protestan activamente porque pese a su penoso y ya largo peregrinar por los pasillos de la Unidad Estatal para el Combate al Secuestro no logran que se active la búsqueda de sus familiares desaparecidos desde el 8 de abril pasado. Pese a su reiterada insistencia día a día las oficinas encargadas de atender el asunto se han mostrado omisas, francamente desinteresadas en el caso, indiferentes al dolor ajeno, pues para ellos es uno más de los muchos que obran en sus ya muy gruesos expedientes de asuntos sin resolver y sin miramiento alguno hacia el inenarrable drama que agobia a familiares y amigos de los desaparecidos. ¿Hasta cuándo?